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Actualizado: 11 ago 2020 / 21:09 h.
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  • Vladimir Putin. / EFE
    Vladimir Putin. / EFE

Desde el día en que saltaron las alarmas en todo el mundo debido a la aparición del SARS-Cov-2, la carrera por conseguir una vacuna fiable y eficaz se ha convertido en una verdadera locura. Por una parte, el prestigio que puede aportar a sus descubridores es descomunal y desprende un claro aroma a Nobel; por otro lado, la cantidad de dinero que puede representar una vacuna contra la Covid-19 para los laboratorios que la descubran es un verdadero tesoro. Estamos hablando de miles de millones de personas y por tanto de miles de millones de dosis que pueden doblarse si esa vacuna necesita más de una toma.

Todos los países quieren ser los primeros y nunca antes se había producido una inversión y una acumulación de esfuerzos de tal envergadura.

Según la OMS existen 167 vacunas experimentales en marcha y 28 de ellas se están probando en humanos. Hasta ahora, solo una vacuna contra el ébola se aprobó pasados cinco años desde el inicio de las investigaciones y lo normal es que se tarden diez años en conseguir resultados satisfactorios.

La Universidad de Oxford; Moderna y NIH; BioNTech, Pfizer y Fosun Pharma; y otras tres iniciativas chinas; tienen sus prototipos muy avanzados y ya se ensayan en humanos (fase 3 en la que participan decenas de miles de personas para garantizar la eficacia y seguridad de la vacuna candidata).

Por todo ello, el anuncio de Vladimir Putin de una vacuna contra la Covid-19 ha sido una enorme sorpresa. El presidente ruso ya anunció en 2016 que Rusia disponía de una vacuna contra el ébola de la que nunca más se supo. Parece ser que esta que anuncia no ha completado los ensayos en humanos, que se ha desarrollado en el Instituto Gamaleya de forma opaca y sin cumplir los requisitos habituales de la ciencia en estos casos como, por ejemplo, la publicación de resultados para su análisis. No han sido pocos los científicos que se han apresurado a afirmar que se trata más de una campaña propagandística que de otra cosa. Florian Krammer, virólogo del Hospital de Monte Sinaí, decía que no se pondría esa vacuna de ninguna de las maneras.

Es necesario que los científicos se apresuren todo lo posible puesto que la situación es de gravedad extrema. Y es necesario, al mismo tiempo, que los políticos no conviertan esta carrera contra reloj y contra la Covid-19 en una especie de arma publicitaria que de nada ayuda al progreso científico y médico.