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Actualizado: 28 oct 2020 / 16:45 h.
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  • Antonio Garamendi. / EFE
    Antonio Garamendi. / EFE

Que la economía española pasa por momentos críticos es algo conocido por todos. Y es que cualquier país que sufra una parálisis empresarial como la que se vive en España está condenado a tener que cruzar un desierto sin oasis ni espejismos.

Las empresas españolas no disfrutan de la posibilidad de llevar a cabo su actividad normal desde el pasado mes de marzo y, así, el andamiaje productivo se viene abajo de forma irremediable y con él la economía entera.

El escenario hace tres meses, al acabar el confinamiento, invitaba poco al optimismo. Ahora, la desolación es absoluta. La segunda oleada de la pandemia está siendo durísima y nada ayuda a que la actividad empresarial fluya hacia la normalidad. Las medidas del Gobierno no dejan de ser tiritas para una herida enorme y de gravedad infinita.

El estado de alarma terminará dañando seriamente al sector hostelero y turístico y, al finalizar, todo estará en malas condiciones. Que nadie crea que levantar el estado de alarma funcionará como un interruptor que pone la economía a pleno rendimiento. No es así ni mucho menos. El daño de un estado de alarma de seis meses es incalculable y muchas empresas tendrán que abandonar su actividad para siempre.

Los Presupuestos Generales del Estado que se intentan aprobar tampoco parece que puedan ayudar a que los empresarios vean el futuro con optimismo. Llega una fiscalidad mucho más hostil con las empresas que en tiempos de crisis tan profundas como la actual es una bomba de relojería. La fiscalidad para el ciudadano tampoco va a ser fácil. El impuesto al diésel y la aplicación de un IVA más alto en productos determinados, por ejemplo, es algo que afectará a todos y eso ralentizará el consumo.

Los empresarios han pedido al Gobierno desde el principio que se atendiesen sus propuestas. El Gobierno desde el complejo y el prejuicio ha escuchado lo justo, solo cuando ha sido inevitable. Es necesario que se encuentren fórmulas que combatan la pandemia y cuiden de la economía hasta donde sea posible. Sin la iniciativa privada es imposible que la economía logre resistir y salir adelante. Imposible del todo. Por tanto, urge que el Gobierno tenga en cuenta las distintas formas de ver la realidad dejando a un lado el interés político o ideologías de manual que poco aportan a la solución de problemas.