El turismo español llegó a representar el 20 por ciento del PIB. Eso quiere decir que la importancia de ese sector en la economía española es extraordinaria. Por tanto, todo lo que signifique una reducción en el número de visitas a nuestro país influye de forma decisiva en el desarrollo de todo el mercado turístico y hostelero.
Que el Reino Unido no incluya a España en la lista de destinos seguros representa unas pérdidas absolutamente millonarias. Se estima que, durante el mes de junio, cada semana dejan de llegar a España 400 millones de euros, una cifra estimable y perjudicial.
Que esto ocurra es el producto de la gestión de una pandemia que parece no tener fin. En España, esa gestión es desigual y las diferencias entre las distintas comunidades autónomas son enormes. Es absurdo que en algunos territorios del país se apliquen las normas de forma laxa (o no se apliquen directamente) y en nombre de la salvación del sector hostelero y turístico cuando, en realidad, lastran la posibilidad de recuperación de eso que dicen querer salvar.
Si algo ha quedado claro durante estos meses de pandemia es que el comportamiento del SARS-CoV-2 es irregular e imposible de predecir. Si algo ha quedado claro es que sin cumplir de forma rigurosa las normas básicas, es imposible acabar con los efectos del coronavirus.
Por otra parte, es evidente que el modelo de negocio turístico no es el más adecuado. España no puede depender de un turismo de bajo coste centrado en el sol y la playa. Seguir instalados en ese segmento sería un error que con el tiempo se volvería contra el propio sector.
Es necesaria la modernización de un sector fundamental para la economía española. Y es necesaria una gestión sanitaria equilibrada en las distintas comunidades autónomas.