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Actualizado: 12 jun 2020 / 23:25 h.
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  • No ceder ante la estupidez y la falta de criterio

Todas las civilizaciones anteriores a la nuestra estuvieron vivas mientras continuaron en marcha. La búsqueda constante de buenas preguntas (de las que no pueden contestarse, pero te arrastran hasta otra mejor); encontrar miradas que explicasen la realidad de distintas formas; o buscar el cuestionamiento constante del entorno en su totalidad; siempre han sido los motores imprescindibles para que se hiciera el camino necesario.

Actualmente, una especie de ridiculez puritana que busca detalles en expresiones artísticas de todo tipo para que sean tachadas de homófobas, machistas, sexistas, o de obras potenciadoras de la esclavitud o del machismo, invade las redes sociales que se han convertido en tribunales absurdos e innecesarios.

Hace unos días se cuestionó la obra de Tolkien por exceso de testosterona; alguna serie de televisión se ha puesto en duda porque ninguno de sus actores o actrices no era de raza negra; el uso del lenguaje inclusivo parece un mantra que mueve el mundo de la igualdad; y algunas plataformas de televisión en Internet se apresuran para sacar de sus catálogos algunas películas míticas de la historia de la cinematografía porque son señaladas.

«Lo que el viento se llevó» ya no se puede ver en HBO. Alguien dijo que en esa película se hacía apología de la esclavitud y ha sido suficiente para fulminar un criterio débil y enclenque que sirvió en su momento para construir esos catálogos de películas y series televisivas.

Si comenzamos a cuestionar todo lo antiguo utilizando las tablas de valores actuales, si dejamos que el puritanismo injustificado se apodere de lo que somos, retrocederemos y estaremos condenados a la desaparición. Porque una civilización cuestionándose a sí misma avanza; pero una civilización empeñada en imitarse a sí misma y convertida en una caricatura, se estanca sin remedio.

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