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Actualizado: 16 jun 2020 / 18:53 h.
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  • La ministra de Trabajo y el presidente de la CEOE se saludan al estilo de los tiempos de la Covid-19. / EFE
    La ministra de Trabajo y el presidente de la CEOE se saludan al estilo de los tiempos de la Covid-19. / EFE

El Gobierno de Sánchez no ha sido especialmente receptivo con algunas demandas empresariales y parece más preocupado por convertir la derogación de la última reforma laboral en un semillero de votos que en potenciar las actividades empresariales y de los autónomos.

En España el tejido empresarial es fundamental. Como en cualquier otro país del mundo, los empresarios han de ser tomados en cuenta. Y en España ese tejido empresarial se sostiene en pilares hasta ahora robustos que corren peligro salvo que el Gobierno encuentre un equilibrio entre la política y la dura y hostil realidad. Si el sector turístico no sale adelante, si la hostelería no progresa o si el sector de la automoción no logra despegar de nuevo, las cosas pueden ponerse muy difíciles para todos los españoles.

Los empresarios españoles están demostrando que quieren y pueden llegar a acuerdos con el Gobierno y con los sindicatos; han demostrado que son capaces de elevar la solidaridad a una altura de privilegio cuando es necesario que los esfuerzos se pongan a favor del bien común. Lo empresarios españoles necesitan poder demostrar, una vez más, que no son el enemigo; que, al contrario, son el eje de la generación de empleo y riqueza.

Pedro Sánchez debe entender que la moderación es el camino y que cualquier atisbo de ideología radical será motivo de desconfianza entre los inversores y en Bruselas. Sánchez debe elegir entre sus propios intereses políticos y el futuro de los españoles.

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