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Actualizado: 17 sep 2020 / 16:35 h.
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  • Sin salida al final del túnel

La situación económica de España es alarmante. Aunque las ministras de Hacienda y de Economía insisten en que las cosas están cambiando, todo indica que el batacazo a final de año será extraordinario. El Banco de España dice que el crecimiento en 2021 será de entre el 7,3 y el 4,1 por ciento, esto significa que ha corregido sus cálculos a la baja (entre 2 y 4 puntos). Una caída del PIB español mucho más dura de lo esperado en el segundo trimestre es la razón de tan poco optimismo. Los analistas extranjeros hablan de caídas de hasta el 14 por ciento del PIB a final de año y una deuda pública disparada de forma descontrolada.

Y esto se traduce en algo tan sencillo como que los ingresos de las Administraciones públicas serán menores necesariamente y que podrán cuidar menos de las personas. Así de sencillo y de crudo. Por tanto, los malos resultados de las cuentas públicas anuncian una crisis social de dimensiones desconocidas hasta la fecha desde después de acabar la Guerra Civil.

El Gobierno debe modificar su forma de entender la realidad y debe intentar no negar la evidencia. La situación económica es calamitosa y la llegada de fondos europeos será escalonada y mucho más lenta de lo deseado. Por tanto, modificar las políticas que se están implementando ahora no tiene sentido. Si bien es cierto que herramientas como los ERTE han sido de gran ayuda, no pueden convertirse en una especie de mantra que todo lo cura; el ingreso mínimo vital no está llegando con solvencia a las familias; los pactos políticos con partidos nacionalistas e independentistas que solo buscan el beneficio de una zona de España entorpece que se pueda buscar una vía que lleva al bien común. El Gobierno de Sánchez no tiene apenas margen para efectuar giros en la economía o en el ámbito social; depende en exceso de un Iglesias en busca de ganar espacio político y de políticos entregados a causas que poco tienen que ver con sacar a España de esta situación tan penosa.

Un adelanto de elecciones es impensable y sería una locura política intentar algo parecido. Pero, tal vez, despolitizar, de una vez por todas la gestión, de la pandemia y hacer las cosas en común y por el bien común, ya es imprescindible. No parece que exista una salida al final del túnel y hay que fabricarla con interés, patriotismo y sentido de Estado.