La obra del italiano Osvaldo Coluccino (1963) es casi secreta. No debería serlo, pero lo es. Podría decirse que su música aguarda pacientemente su momento. Mientras su nombre se afianza en los escenarios de la nueva música, las grabaciones discográficas nos permiten seguir el rastro a un creador de un enorme aliento intelectual y con un catálogo lleno de sugerencias y sonidos en los que perdernos. El conjunto Ex Novo Ensemble protagoniza su nuevo registro.
–Emblema, su primer disco en el prestigioso sello Kairos no constituye su primer ciclo. Pienso en Stanze. ¿Prefiere trabajar con series de obras antes que plantear composiciones aisladas?
–Los ciclos me permiten concentrarme enormemente en una investigación específica, a transitar con rigor un camino concreto. Algunos discos nacen a partir de ciclos previamente pensados pero, generalmente, tiendo a unir mis composiciones en álbumes que tienen un hilo sutil que cohesiona las piezas que forman parte de él.–¿Qué momento compositivo representa Emblema?
–Diría que actualmente algunos aspectos de mi lenguaje camerístico se han radicalizado. Pienso en primer lugar en ese aliento, mínimo e interno, que impregna todo el disco. La música parece estar a punto de disiparse, de disolverse. El sentido se mantiene firme durante todo el ciclo, no hay un solo desvío, y el ritmo lento, las pausas, los silencios y la respiración agónica y susurrante están ahí en todo momento. La cuestión de espacio, físico y metafísico, y el tiempo y la atemporalidad es también central en mi investigación a través de Emblema. También puedo decir de una “falta” que “llena” el álbum, buscando quizá restar material para intentar transmitir algo más, quizás más esencial, a través de agujeros y poros. Por último el título me gusta pensar que se refiere a una música que la escuchamos como una señal (un emblema de sonido, a sound emblem) de otra cosa más intangible, que no puede ser presente de otra forma, solo en esta manera. –En su catálogo trabajos compositivos como Emblema o Voce d’orlo coexisten con otros más abiertamente experimentales como Atto y Oltreorme. ¿Hace una división consciente entre lo ‘clásico-contemporáneo y lo ‘experimental’ cuando compone?
–He visto en Internet que mi música aparece etiquetada de las maneras más dispares, pero yo la veo reunida bajo la única definición de «música clásica contemporánea» pero dividida en tres ramas: música para voces e instrumentos tradicionales, música electroacústica y música para objetos acústicos. Excepto por la tercera categoría, los otros dos son bastante estándar desde mediados del siglo pasado. Personalmente considero un disco como Oltreorme un trabajo tan clásico como mi disco con cuartetos de cuerda, porque en uno y en otro han sido puestas las mismas expectativas respecto a la necesidad de sustancialidad, el respeto a las reglas formales y el deseo de resistir al tiempo. –Sólo ha compuesto dos obras orquestales. ¿Esto es por la dificultad de acceder a estas formaciones o porque particularmente no está interesado en el mundo sinfónico?
–Sí, me interesa. Sin duda que es un trabajo muy arduo y la escritura de una obra orquestal puede llevarme varios meses, al menos tal y como yo procedo, muy analíticamente, estudiando sonido por sonido. Y por eso confío en poder recibir propuestas serias que justifiquen mi propio esfuerzo en el futuro. Mi primera obra orquestal, Archeo (2003-04) fue interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional RAI 12 años después de haber sido compuesta. –En la audición de sus Cuartetos de cuerda puede apreciarse el peso del pasado, desde luego Morton Feldman, pero también el expresionismo aristado de la Segunda Escuela de Viena. ¿Cómo le influye la tradición?
–Trabajo siempre sopesando el pasado. Todo él, incluso el que quizás imaginemos más distante de nosotros. Mis días fluyen entre escuchas constantes y estudios musicológicos de partituras de Guillame de Machaut, la escuela flamenca del siglo XV con Ockeghem, Desprez, Dufay, luego Di Lasso, Gesualdo, Marenzio. Y desde luego Bach, Mozart, Beethoven y Schubert. –¿Cómo de alargada es para usted la sombra de compatriotas como Luciano Berio, Luigi Nono y Salvatore Sciarrino?
–Me gusta la música de Nono. Principalmente por su importante investigación sobre el sonido y su forma musical. Aparte de esto, que concierne a mis propios gustos personales, le diré que, en el arte, busco personalidades muy especiales. Busco una ética, una hipersensibilidad, una abnegación en detrimento de la propia vida cotidiana, en detrimento del propio ego. Y debo decir que encuentro todas estas características más en pintores y poetas que en compositores, a excepción de algunos casos bien conocidos.–Usted mismo ha desarrollado una importante carrera como poeta. ¿Es debido a esta sensibilidad quizá que su música esté en las antípodas del ruido y la saturación que hoy contagia a buena parte de la música de creación?
–Mi patrimonio personal es mi vida interior. Está herido y maltratado, pero trato de otorgarle todavía pequeños rincones de paz o, mejor aún, de ilusión, para que de él pueda salir algo que ofrecer al prójimo. Le confiero una enorme importancia a mis ocho libros de poesía. Pero son muy pocos los que los conocen porque la mayoría de ellos todavía no se han publicado. Dejé de ser un poeta de las palabras en 2003. –¿Cuáles son sus próximos proyectos?
–El próximo concierto en el que se escuchará mi música será el 9 de septiembre en el Festival de Royaumont, cerca de París, con una actuación del excelente Exaudi Vocal Ensemble de Londres dirigido por James Weeks. Y en breve debe aparecer un disco para flauta, interpretado por el admirable Roberto Fabbriciani. Otro álbum, grabado hace años, está a punto de salir, quizás a principios de 2019. –¿Cómo es su relación con los grandes festivales de música actual como la Bienal de Venecia, Milano Musica, Donaueschingen, Wien Modern, Darmstadt...?
–En los años 2007 y 2008 recibí encargos de la Bienal de Venecia y Milano Musica. Desde entonces, las nuevas direcciones artísticas no han vuelto a mostrar interés en mi obra. Y ojalá certámenes como Donaueschinger Musiktage y Wien Modern puedan ver mi contribución en el futuro. Yo dedico mi existencia a la creación artística, trabajo aislado y cabeza abajo... y presento el resultado de mi trabajo. Por el momento no tengo apoyo ni moral ni material de asociaciones, fundaciones, editoriales, mecenas, patrocinadores... Hago lo que puedo mientras resista. En este sentido, no tengo ninguna relación.Puede leer más sobre Osvaldo Coluccino en castellano en el blog forgotten memories.