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Actualizado: 22 oct 2021 / 19:11 h.
  • Foto: Asociación Searus
    Foto: Asociación Searus

Manuel Cabeza García nació en los felices años 20 del pasado siglo, pero su edad se quedó congelada en aquella felicidad de 1926 y ya siempre vivió con la inocencia de un niño. Como trabajó mucho tiempo limpiando los autobuses de la célebre empresa de transporte Los Amarillos, se le quedó aquel apodo con el que lo conocía y reconocía todo el mundo en su pueblo, Los Palacios y Villafranca.

La candidez de su mirada incluso cuando ya era un anciano, el porte siempre presto junto a los faldones de cualquier paso y su buena disposición para entregar una estampita del titular que fuera a quien se la pidiera lo convirtió en un auténtico icono irrepetible de la Semana Santa de este municipio del Bajo Guadalquivir a lo largo de tantas décadas...

Esta mañana, al alba, Manuel se ha despedido de este mundo como solía en los últimos años, sin hacer ruido, aunque seguramente habrá chirriado la cancela del Paraíso porque su sobrino, Enrique González El Plancho, llevaría años entornándola y volviéndola a abrir, impaciente. No en vano, Manuel de los Amarillos solía preguntar por su “Enriquito”, como él lo llamaba tan cariñosamente, sin ser consciente de que el célebre capataz de Los Palacios lo había adelantado a él en la autopista hacia el Cielo.

Todas las hermandades palaciegas han lamentado hoy el fallecimiento de Manuel, porque su inocencia al lado de cualquiera de los pasos, ahora recordada con esa emoción doble que siempre produce la nostalgia, compensaba esa dosis de soberbia que suelen ostentar las cofradías por ser también cosas de aquí abajo. Manuel no hacía distinciones y su sentido de la responsabilidad infantil lo fijaba junto al misterio que tocara cada día. En su persona se encarnaban aquellas palabras de Cristo que tanto oímos en la Iglesia sin darles la verdadera dimensión de su valor: “En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”. A Manuel no le hizo falta entenderla. La cumplió toda su vida al pie de la letra sin tener que pensarla.

Bético hasta la médula, Manuel conservó toda su vida ese aire de raigambre popular e invencible que representaba también a su equipo. Mañana sábado le darán sepultura después de una misa por su alma en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús a partir de las 10.00 horas. Descanse en paz.