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Actualizado: 14 ene 2021 / 04:00 h.
  • José Antonio Galiani, en la presentación de Sebital .
    José Antonio Galiani, en la presentación de Sebital .

“Nacemos en este mundo, cariño, con unos pocos días y los problemas nunca andan lejos”, canta Bruce Springsteen en Happy. Sus conciertos se prolongan hasta las cuatro horas, en las que él y su banda no dejan de brincar y bailar. Son oasis de euforia y felicidad. Sin embargo, Bruce Springsteen ha luchado durante toda su vida contra la depresión. Cuando cumplió los sesenta años, y tras perder a su amigo y colega Clarence Clemons, visitó a un médico. ¿Qué le pasa?, le preguntó este. Él abrió la boca y, antes de pronunciar siquiera una palabra, se echó a llorar. El hombre de las canciones alegres escribe, en sus memorias, que “la tristeza no se abalanza sobre ti, llega arrastrándote”. Bruce Springsteen es una de las 300 millones de personas que han atravesado una depresión. También, según las estadísticas, es una de las tres de cada diez personas que han buscado ayuda. Las siete restantes nunca lo harán.

La pandemia posiblemente acentúe estas cifras. Algunos especialistas aseguran que nos aguarda una cuarta ola: La de la depresión. A finales de 2019, el psicólogo sanitario y forense José Antonio Galiani comenzó a fraguar una idea, la de crear una asociación específica para concienciar a la sociedad sobre la importancia y el cuidado de la salud emocional y mental. Se llamó Sebital. Gracias al apoyo del centro psicosanitario Galiani, en Sevilla, la fundación López Mariscal o La Obra Social de la Caixa, entre otras organizaciones como la Fundación Cajasol, Sebital se presentó en el verano de 2020, aunque llevaba funcionando a pleno rendimiento desde marzo. “Yo, como presidente”, dice José Antonio Galiani, “pongo el mismo 13 de marzo un teléfono de ayuda y asistencia a la ciudadanía para aquellas cuestiones que estén surgiendo y que estén impactando como consecuencia del confinamiento, y que inciden en la salud emocional y bienestar mental de las personas”. Además, a través de Instagram, Sebital organizó charlas con diversas personalidades, desde el humorista Manu Sánchez hasta el director de orquesta Pedro Vázquez, con el propósito de “generar ideas que puedan ayudar a las personas en la gestión de su salud mental”.

“Durante este último año”, explica José Antonio, “hemos tenido que variar nuestra relación con el medio de una manera brutal. Nos hemos visto obligados a adaptarnos de una forma acelerada y muy compleja. Y los cambios emprendidos generan estrés. Por eso, esta pandemia es lo que se llama un Acontecimiento Vital Estresante (AVE). Para algunos, en cambio, irá más lejos, y se transformará en una situación traumática”. Sólo dos trastornos mentales pueden causar la muerte: uno es la anorexia. El otro es la depresión.

Una tristeza infinita

“Estoy depre. No me apetece salir”, “María, desde que lo dejó con el novio, está depresiva”. “Este equipo va a hacer que coja una depresión”. Es habitual escuchar o decir las frases anteriores: Cualquier malestar, por ligero que sea, se asocia a la depresión. “Patologizamos cualquier alteración del estado de ánimo”, señala José Antonio Galiani. “Es como decir “Estoy tieso” cuando, en realidad, comemos todos los días, tenemos una casa y nos vamos de vacaciones a la playa cada verano”. Clara García- Sandoval, directora del centro Cribecca Psicología, comparte esta opinión: “La depresión es un problema del estado de ánimo grave que va mucho más allá de la tristeza. Conlleva otras alteraciones: falta de apetito, alteraciones del sueño, falta de concentración y memoria, la persona no disfruta como antes de las actividades que realizaba, pérdida de energía, cansancio intenso... Eso va mucho más allá de pasar una mala racha o de estar triste”.

Uno, como dice José Antonio, puede toser sin que esto indique que padece una pulmonía. No todas las tristezas enmascaran una depresión, pero cuando se prolongan en el tiempo e interfieren en nuestro día a día conviene tomar medidas. “Todas las depresiones tienen un desencadenante”, dice Clara, “y es esencial identificarlo para poder tratarlas”. En algunos casos, el motivo de una depresión es biológico; en otros, se debe a factores sociales. “La depresión”, escribió el premio Pulitzer William Styron, autor, entre otros libros, de La decisión de Sophie, “presenta tantas variaciones que lo que para una persona es una panacea para otra puede ser una trampa”. “Lo mismo ocurre en otros ámbitos de la medicina”, apunta José Antonio Galiani: “Las bajadas de azúcar, por ejemplo, suelen solventarse dándole al paciente un caramelo. Pero hay personas que son diabéticas”.

Para cada tipo de persona habrá un tratamiento: Aquellas extrovertidas y predispuestas a colaborar tienden a beneficiarse más de la terapia psicológica. Las introvertidas y huidizas, del tratamiento farmacológico. “Todas las depresiones pueden tratarse”, dice Clara García-Sandoval, “ pero requieren tiempo. No es lo mismo enfrentarse a una depresión de semanas que a una de años, como no es lo mismo curar una pierna que acaba de romperse que una que lleva meses rota”.

El problema, en muchos casos, es precisamente este: El tiempo. “No es necesario llegar a la obesidad mórbida para acudir al nutricionista”, recuerda José Antonio. Los pacientes esperan demasiado; algunos ni siquiera llegan a pedir ayuda profesional. Y, mientras tanto, la depresión sigue creciendo, y haciéndose más fuerte.

El círculo vicioso

«El analfabetismo emocional es una epidemia en nuestra sociedad»
Clara García-Sandoval, directora de Cribecca Psicología.

Ante una depresión, cada individuo reacciona de una forma diferente. Los hay que cambian de pareja o de trabajo; otros buscan refugio en el alcohol y las drogas; algunos se marchan de viaje a La India para encontrarse a sí mismos. Según los datos, siete de cada diez personas nunca irán a un psicólogo a pesar de necesitarlo. “La depresión origina comportamientos negativos, tales como renunciar a actividades que antes nos hacían felices pero que ahora no nos satisfacen”, explica Clara. “Esto desencadena pensamientos intrusivos del tipo “soy una inútil”, “no sirvo para nada”, “nada me sale bien”. Nos alejamos de nuestros amigos y nuestra apatía aumenta. Y la fuerza con la que nos repetimos a nosotros mismos que no servimos para nada también. Así, entramos en un círculo vicioso del que es muy difícil salir solo”.

En cualquier librería, hay una estantería en la que se exponen los libros más vendidos. Los best-sellers. Y, entre estos, siempre hay, al menos, uno de autoayuda. “La literatura de autoayuda es útil en ocasiones”, dice José Antonio”, pero sólo como complemento. Muchos abordajes psicoterapéuticos incluyen lecturas de calidad en sus procesos. Las personas prefieren leer un panfleto a los clásicos, como Aristóteles o Platón, que es lo que deberían leer. A las personas les gusta decir que si tienen una gestión inteligente de sus emociones tendrán una mejor salud emocional, pero no somos conscientes de la frecuencia con la que hacemos justo lo contrario”.

La psicología se asimila, en ocasiones, con conceptos vagos, producto de las películas y la ficción: Un diván en el que el paciente describe minuciosamente un sueño. Junto a él, un hombre entrado en años lo escucha, distraído, para acabar aludiendo a cierta teoría de Freud. “No vamos al psicólogo”, dice José Antonio, “porque ignoramos de forma supina lo que es la psicología. Somos una sociedad muy ignorante; analfabeta emocionalmente hablando. El analfabetismo emocional es una epidemia en nuestra sociedad. Somos una sociedad infantilizada, en la que nos creemos Superman y Superwoman y nos cuesta trabajo solicitar ayuda porque parece un síntoma de debilidad y tememos que se nos estigmatice”. Aunque cada vez es más habitual frecuentar la consulta de un psicólogo y hablar, abiertamente, de ello con nuestras amistades, para muchas personas este aún es un tabú que no están dispuestas a conjurar. “Durante la pandemia”, dice Clara, “hemos sido más conscientes de nuestra salud mental, y de la necesidad de cuidarla adecuadamente. En mi experiencia, esto se ha traducido en que cada vez más pacientes visitan mi consulta y creo que, en el fondo, es una buena noticia”.

Cela escribió que todas las vidas son breves aunque algunas parecen durar demasiado. “ Sólo se vive una vez”, dice José Antonio, “ y ya que estamos aquí y tenemos el don y la dicha de vivir, podemos hacerlo en las condiciones de mayor libertad, de mayor conciencia y bienestar posible, y para eso existe una profesión, que es la psicología, y unos profesionales, que son los psicólogos y psicólogas, que llevan preparándose muchos años de su vida para ayudar en estas cuestiones”. Recordando el verso de Bruce Springsteen, los problemas nunca andan muy lejos. Las consultas de los psicólogos, por suerte, tampoco.