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Actualizado: 22 dic 2020 / 11:05 h.
  • José María Aguilar Diosdado es Doctor en Medicina y Cirugía y especialista en Pediatría. / Fotografía cortesía del Doctor Aguilar
    José María Aguilar Diosdado es Doctor en Medicina y Cirugía y especialista en Pediatría. / Fotografía cortesía del Doctor Aguilar

José María Aguilar Diosdado es Doctor en Medicina y Cirugía y especialista en Pediatría. Trabaja en el ‘Hospital Universitario Virgen Macarena’, en la Unidad de Urgencias y Críticos Pediátricos. Además es director gerente de la ‘Clínica Pediátrica Dr. Aguilar’.

Decía José Martí (escritor y político cubano) que ‘el niño que juega será el adulto que pensará’. ¿Está relacionada la salud del niño con su inteligencia y con su felicidad?

Totalmente de acuerdo con Martí. Son el futuro de la sociedad y tenemos que cuidar de ellos. Desgraciadamente, hoy en día, la sociedad es muy mercantilista y no se duda en incluir, incluso, a los niños en los anuncios de seguros o ventas de coches. Ya que el niño es tan querido, se comercializa mucho su imagen. Se están perdiendo muchos valores que intervienen directamente en la formación de los niños. Y ellos son el futuro de la sociedad, de la civilización. Deberían jugar mucho y deberíamos cuidar mucho más de ellos para que puedan ser felices.

¿Los pediatras desarrollan un sexto sentido por tener que entender qué le pasa a un bebé que no dice una palabra?

La experiencia es fundamental. Yo llevo treinta años ejerciendo como pediatra. Al estar trabajando en urgencias y críticos del ‘Hospital Universitario Virgen Macarena’ veo treinta niños cada mañana; y por la tarde, en la clínica, veo a otros tantos. Eso multiplicado por treinta años, por once meses cada año, hace un total de más de trescientos mil niños. Esta experiencia es esencial.

Los niños, desde los primeros momentos de vida, ya van mostrando sus características personales y debe comenzar su educación. Los hay irritables, los hay más demandadores... Si a un niño que demanda más, desde que nace, se le coge y se le mece y se termina acostumbrando, se va a convertir en alguien más irritable, más asustadizo, porque el día que no lo hagas o tardes un minuto ya se va a poner nervioso. Es fundamental el ambiente en que el niño se va a criar. Ha de ser tranquilo, hay que mantener unas rutinas diarias en la comida o en el baño, mantener un ruido estable, y todo esto influirá en su personalidad. En los últimos diez años, se ha observado que los niños hasta los diez o doce meses son un encanto, mantienen la empatía y lo que quieren es jugar; pero del año a los dos años son imposibles de explorar; se muestran irritables, no toleran la frustración. Posiblemente, sea la consecuencia de la vida que tienen que soportar los padres, con mucho trabajo, sin apenas tiempo, que les impide dedicar más tiempo a la educación de los hijos.

Y eso se sabe ya en las primeras semanas de vida. Los niños comprenden las prohibiciones a los diez o doce meses de vida. Por tanto con la experiencia somos capaces de entender muchas cosas.

¿Es mucho peor tener que explicar a los padres la patología de un niño que el propio tratamiento de la enfermedad?

En la consulta de pediatría existe mucho sesgo que hay que tratar de corregir. A los padres lo que hay que darles es directrices muy claras para educar a los niños desde que nacen. Hay un problema en la educación infantil muy serio: los padres quieren incondicionalmente a sus hijos, más que a ellos mismos. Y esto es lógico. Cualquier padre entenderá esto que digo. Pero hay padres que, al tener poco tiempo y contacto, solo piensan en que les quieran (que es, por otra parte, lo que desea cualquier ser humano). La búsqueda de ese amor del hijo infantiliza, en algunos casos, a los padres. De ese modo, se hacen cosas para que el niño nos quiera y eso se termina volviendo contra nosotros. Lo que hay que buscar es que el niño sea feliz y no solo complacerlo. Los padres están en el mundo para procurar que sus hijos sean felices. Y para ello tendrán que tener una vida sana, tendrán que comer sano, tendrán que ser buena persona o estudiar para tener una carrera profesional. Si solo complacemos es muy difícil que esto ocurra. No podemos tratar de que nos quieran complaciéndolos sino que debemos buscar su felicidad que no es lo mismo.

¿Hasta qué edad tratan los pediatras a los chicos y chicas?

La edad pediátrica llega a los catorce años. Lo que pasa es que queda un espacio sin atender bien que va de los catorce a los dieciocho años, una edad en las que no existen especialistas que puedan atender a los adolescentes. Los pediatras llevamos mucho tiempo luchando por esa parcela porque los que entienden a los adolescentes somos nosotros. De hecho, cuando tenemos a un chico de quince o dieciséis años que tiene que ingresar en el hospital nos piden que le ingresemos nosotros. Ni la sanidad pública ni la privada están preparadas para ingresar a chicos y chicas de esas edades. Ten en cuenta que se pueden ver junto a una persona de ochenta años. Debería alargarse, la edad pediátrica, a los dieciocho años.

¿Cómo cambia un pediatra el chip al tener que atender a un bebé con cólicos o a una joven con dolores a causa de su primera menstruación?

El avance de la medicina han sido las especialidades y, más recientemente, las subespecialidades. En pediatría tenemos, por ejemplo, la neonatología, neurología pediátrica, aparato digestivo pediátrico, nefrología pediátrica o cuidados intensivos pediátricos. Conocemos muy bien los códigos en cualquier caso que se nos presenta y, cada día, tenemos que cambiar menos veces de chip por esa especialización tan enorme. En cualquier caso, la experiencia vuelva a ser fundamental.

¿Son los niños más disciplinados que los padres?

Depende del nivel socio económico de la familia. En niveles altos los sesgos son enormes por lo que te decía antes de ser queridos, de la felicidad y de complacer a cualquier precio.

La Covid-19 ha afectado muy poco a los niños. ¿Ya sabemos por qué? ¿Son vectores de contagio tan poderosos como se creía en un principio?

La afectación de los niños, por fortuna, ha sido muy baja. Todo lo que sabemos, de momento, nos llega a través de estadísticas. Lo que está más claro es que muchos de los niños contagiados han sido asintomáticos. De hecho, un número considerable de los niños que tenemos ingresados por causas diversas (una apendicitis o alguna patología de diversa índole) han dado positivo al hacerles la PCR. Sin ninguna sintomatología. Ingresos en UCI o muertes ni uno solo. A pesar de tener una enorme carga viral eso es lo que estamos viendo. Y parece ser que no son tan buenos vectores como se creía en principio.

¿Con qué patologías se encuentran los pediatras de hoy en las consultas? ¿Qué es lo más preocupante?

Ahora nos encontramos en un momento extraño. Los pediatras bromeamos con ello diciendo que estamos en plena ‘epidemia de salud’ porque a estas alturas del curso, en la unidad de observación y urgencias que es la que llevo, tengo tres niños. Sin embargo, en esta época otros años en observación estábamos llenos con un porcentaje muy elevado de bronquiolitis que afectan a niños más pequeños y produce una insuficiencia respiratoria que colapsaba la UCI y la hospitalización. Es un descenso del 90 por ciento. Y es lógico porque los niños usan mascarillas y mantienen las distancias de seguridad y cuidan su higiene con disciplina. Además, van menos a las guarderías por el temor de los padres a la Covid-19. No esperábamos este descenso en la patología respiratoria. Las urgencias pediátricas están relajadas. Por supuesto, siguen pasando las cosas de siempre, pero el descenso de patologías respiratorias ha sido sorprendente.

¿Un proceso viral es una especie de licencia que quiere decir ‘no sabemos exactamente qué es lo que tiene, pero en tres o cuatro días estará como nuevo?

El pediatra sabe exactamente qué es lo que tiene el niño. Con seguridad absoluta. Los procesos virales son, en su mayoría, respiratorios. Y siendo respiratorios tenemos catarros de vías altas, bronquitis, broquiolitis, faringitis o laringitis, por ejemplo. Toda esa inflamación se puede diagnosticar con cierta facilidad. Esos virus suelen ser influenza o parainflueza. Es decir, sabemos exactamente qué tienen los niños cuando llegan a consulta porque está todo perfectamente etiquetado. Por supuesto, hay otros procesos virales como la gastroenteritis que también es muy frecuente y que también podemos diagnosticar sin problemas. Los padres pueden estar tranquilos si visitan a su pediatra.