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Actualizado: 11 feb 2022 / 04:00 h.
  • ¿Conoces la Sevilla mágica de Bécquer?

Aunque apellidados Bastierra los hermanos –Valeriano y Gustavo Adolfo- adoptan el de Bécquer -de origen flamenco- debido a su familia de origen flamenco adoptado de su abuela paterna y madrina, doña Mencía de Tejada Bécquer, por el cariño que esta sentía por esas raíces.

Lugares relacionados o “becqueríanos”

Tiene un componente nostálgico importante así como evocador los lugares que recorrió en vida o a los que estuvo ligado Gustavo Adolfo y su hermano. El primer lugar que destaca es su casa natal en la calle Conde de Barajas, antigua calle Ancha donde hay una placa que nos recuerda el hecho. El poeta sevillanos Rafael Montesinos escribió una carta al rey para que este edificio fuera declarado monumento histórico-artístico, concedido el 24 de mayo de 1979.

Otro punto importante es la iglesia de San Lorenzo donde se bautizó Gustavo Adolfo Bécquer diez días después de nacer. José Bécquer, su padre, les pone los nombres de reyes y emperadores, al escritor el nombre del rey de Suecia siendo bautizado el 25 de febrero de 1836 y su madrina doña Manuela Monnehay, una niña de 10 años, alumna de José Bécquer, fallecida por cólera en 1855.

En la calle Potro –con muchos recuerdos de mi infancia- encontramos otra de las casas relacionada con los Bécquer pues a la muerte del padre se trasladan al número 27 de la misma, era el año 1841; tras la muerte de su madre los hermanos se domiciliaron en el número 37 de la Alameda de Hércules, ambos vivieron con sus dos tías maternas María y Amparo.

También hay una vía que nos dice que pudieron vivir -a la muerte del padre- en el número 12 de la calle del Espejo, hoy Pascual de Gayangos.

En el Colegio San Francisco de Paula comienza a estudiar, en 1842, en plena calle Jesús del Gran Poder; en 1846 pasaría al Real Colegio de Humanidades de San Telmo. donde conoce Narciso Campillo compañero de escritura en el drama “Los conjurados” y la novela “El bujarrón en el desierto” así como muchos versos. En 1847, 7 de julio, pasaría a estudiar con el poeta Francisco Rodríguez Zapata, que era discípulo de Alberto Lista.

En la calle Mendoza Ríos viven ambos hermanos Bécquer desde 1852, de aquí Gustavo Adolfo partiría a Madrid en otoño de 1854.

Sevilla tiene la segunda pinacoteca pública más importante de España, es el Museo de Bellas Artes, y allí se puede ver una obra insigne de Valeriano Bécquer a su hermano, quizás la más conocida que hay del mismo y que sirvió de inspiración para el viejo billete de 100 pesetas, la antigua moneda española.

Un sitio que no puede faltar es el escenario de una de las leyendas más conocidas de Bécquer, “Maese Pérez el Organista“, ese sitio es el Convento de Santa Inés en la calle Doña María Coronel. Allí está el órgano tocado por manos espectrales que tanto ha alimentado la imaginación popular y tanto simbolismo tiene en la obra del autor. ¡¿Cuántas veces no he visitado este lugar buscando el vestigio de su viejo fantasma!?

Otro edificio importante es la Catedral de Sevilla, en el altar de las Santas Justa y Rufina están los restos de los antepasados de los Bécquer en 1622.

Nos detenemos ahora en la Venta de los Gatos en la avenida Sánchez Pizjuán (antiguo camino del cementerio) pues es el marco de la leyenda de amor trágico del hijo del ventero y una joven. Muy lamentable el estado en el que se encuentra tan emblemático edificio en el que nada recuerda lo que fue; hay un guiño a la obra del poeta pues el barrio donde está el edificio es el barrio de Las Golondrinas, pocos metros más adelante hay un monumento a Bécquer que es muy desconocido para el sevillano.

La Iglesia de San Vicente también tiene un papel destacado pues en 1884 José Gestoso, con la Sociedad Económica de Amigos del País, pidió a las autoridades el traslado de los restos de Gustavo Adolfo a Sevilla. Habría que esperar a 1912 cuando la Real Academia optan por el regreso de los restos de ambos hermanos (Valeriano y Gustavo Adolfo) a la ciudad.

Sería el 9 de abril de 1913 cuando se trasladan los restos de la Sacramental de San Lorenzo de Madrid a Sevilla, en un solemne acto donde fueron conducidos en una carroza de tiro de cuatro caballos a la Estación de Atocha. Un día más tarde llegan a la sevillana estación de Córdoba siendo el alcalde Antonio Halcón el que los recibe.

Las inclemencias de la lluvia imposibilitan el traslado al Panteón de la Universidad y los restos son llevados a la capilla de las Siete Palabras, la iglesia de San Vicente. Un lugar donde merece la pena perderse e investigar...

Aunque es bajo la iglesia de la Anunciación, en la Facultad de Bellas Artes, donde descansaron los restos de los Bécquer desde el 11 de abril de 1913 hasta el año 1972 cuando son trasladados al Panteón de los Sevillanos Ilustres.

En este recorrido es vital finalizar en la Glorieta de Bécquer en el Parque de María Luisa, un monumento financiado, en 1910, por los hermanos Álvarez Quintero, obra del escultor Lorenzo Coullaut Valera, al sombra de un taxodium y en perfecta armonía con la desbordante naturaleza del lugar. Los Álvarez Quintero escribieron “La rima eterna” a fin se costear económicamente el proyecto así como con una suscripción pública en los periódicos. El bellísimo monumento, un canto al amor, fue inaugurado el 9 de diciembre de 1911.

Su simbología eriza los vellos de todo el que la conoce pues está presente el busto del poeta Gustavo Adolfo Bécquer y a su izquierda tres mujeres sentadas en un banco que, realmente, son los tres estados del amor: la joven embelesada es la representación del “amor ilusionado”; la mujer cariacontecida es el “amor poseído” y el “amor perdido” es la última de ellas; además hay dos figuras de bronce -rompiendo la armonía del mármol- que simbolizan el amor herido y el amor que hiere (un joven Cupido). Es, igualmente un tributo a la obra titulada como el “Amor que pasa”.

RIMA X:

Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman,
el cielo se deshace en rayos de oro,
la tierra se estremece alborozada.

Oigo flotando en olas de armonías,
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran... ?¿Qué sucede?
¿Dime?
¡Silencio! ¡Es el amor que pasa!

Gustavo Adolfo Bécquer tenía el deseo que sus restos descansaran a orillas del Betis, en Sevilla: “Cuando la muerte pusiese un término a mi existencia, me colocasen para dormir el sueño de oro de la inmortalidad, a la orilla del Betis, al que yo habría cantado en odas magníficas” y ese deseo se vio cumplido.