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Actualizado: 14 ene 2021 / 13:53 h.
  • El puente de la Barqueta: Territorio Nutria
    Nutria en el puente de la Barqueta/ Joaquín Peña y Nuria Gálvez

Aunque no hace más de cuatro grados, una mujer, abrigada apenas con un finísimo chaleco, permanece, impertérrita, junto a la orilla del Guadalquivir. La sombra que proyecta el puente de la Barqueta la mantiene ajena al sol que, débilmente, desentumece los músculos. Nadie más frecuenta el paseo a esa hora de la mañana. A la mujer no parece importarle: Escruta, con atención, los laberintos crujientes del cañaveral que bordea la ribera. Es posible que ella también haya visto el vídeo que, desde hace unos días, circula por las redes: El de una nutria que parece haber escogido el puente de la Barqueta como su cazadero. Una nutria en plena ciudad de Sevilla.

El pasado sábado, un grupo de pescadores lo grabaron en las proximidades del puente. En el vídeo, el animal se zambulle en las aguas oscuras del río para emerger, después, ante el pasmo de varias personas. “No me lo puedo creer”, dice una mientras la nutria, segundos antes de huir, les devuelve la mirada, quizás igualmente atónita. La dama del río, como la llamaba Félix Rodríguez de la Fuente, es un mamífero emparentado con el hurón y la comadreja que vive en las corrientes de agua dulce. Algunas especies de nutria, como la nutria marina, prefieren el mar y rara vez frecuentan la tierra firme. No es el caso de la nutria europea. Un ejemplar de nutria europea, de hecho, parece bastante convencido con las placas de hormigón que jalonan la ribera del Guadalquivir.

“La nutria”, dice José Prenda, profesor de Zoología de la Universidad de Huelva, “sufrió a final del siglo pasado un fuerte declive que provocó su desaparición de extensas áreas como consecuencia de la contaminación industrial”. De manera directa o indirecta, el hombre provocó la rarificación del mustélido hasta el punto de que, en 1984, cuando se buscaron indicios de este animal en los que habían sido sus territorios, sólo los encontraron en un 35% del total. A partir de la década de los ochenta, la moneda cambia de cara: La nutria regresa a algunas zonas que había abandonado. Desde hace algunos años, las nutrias se han asentado en la ciudad de Córdoba y ha comenzado a vérselas en las inmediaciones de la esclusa del Guadalquivir. Pero nunca, hasta ahora, en el corazón de la ciudad de Sevilla, a medio kilómetro de la Alameda de Hércules, y en una zona de paso habitual.

Más glotona que melindrosa

Al contrario de lo dictado por la creencia popular de que la nutria necesita aguas prístinas para vivir, el profesor José Prenda afirma que lo único que requiere es de “alimento, refugio y pareja, como cualquier animal. Nada más. Así que el Guadalquivir en Sevilla, con aguas de pobre calidad por la enorme cantidad de materia en suspensión que porta, debe tener alimento apropiado para la nutria (peces y cangrejos, fundamentalmente) y lugares donde pueda ésta cobijarse, sobre todo de los humanos”.

La lámina verdinosa del Guadalquivir, de vez en cuando, se rompe, y se escucha un chapoteo. La mujer que, desde hace rato, observa los cañaverales levanta la cabeza y mira en esa dirección: Una carpa va, progresivamente, perdiéndose en las tinieblas del fondo. El río Guadalquivir, bien provisto de carpas y barbos, es el hogar ideal, por tanto, para una nutria. “Es maravilloso que haya nutrias en el Guadalquivir”, recuerda José. “Es un síntoma inequívoco de que estamos aprendiendo a compartir nuestro hábitat con el resto de la biodiversidad. Una gran mayoría de la gente aprecia la recuperación del lince y que vuelva a reintroducirse en territorios de los que desapareció. La nutria está haciendo lo mismo, pero de manera espontánea. Es un síntoma de que algo estamos haciendo bien, en nuestro territorio, en nuestros ecosistemas. Que haya nutrias en el Guadalquivir, casi a los pies de la Giralda, debe ser motivo de orgullo para los sevillanos y para los andaluces en general”.

En Singapur, dos especies de nutria han transformado la ciudad en su residencia fija: Abundan los videos de nutrias que, inmutables, cruzan pasos de cebra, como estrellas de cine, bajo el resplandor del flash de decenas de cámaras de fotos, o de graciosos rifirrafes entre un perro que, atado, se escabulle entre las piernas de su amo y una curiosa nutria que se niega a retroceder. ¿Podría pasar esto en Sevilla? José Prenda cree que sí. “Ahora mismo son numerosas las grabaciones de nutrias en el Guadalquivir a su paso por la ciudad de Córdoba que se pueden ver en internet”, señala, “así que quién dice que no sea posible ver con asiduidad a nutrias pescar por los alrededores del Paseo Colón. Para ello, no obstante, haría falta garantizar la presencia de refugio adecuado para ella en las orillas, en este caso de la Dársena”.

El principio de algo

Durante el confinamiento, cientos de imágenes insólitas desfilaron por nuestras pantallas: Cabras montesas cabrioleando entre coches en un pueblo de Albacete; Hileras de jabalíes que patrullaban las calles desiertas de Barcelona; y hasta una foca que retozaba, satisfecha, en la ribera del Urumea a su paso por San Sebastián. Algunos quisieron ir más lejos, y avistaron cocodrilos en Valladolid y una pantera en la serranía de Granada. Aunque estos acontecimientos se relacionaron directamente con el confinamiento, lo cierto es que responden a un proceso que viene de más lejos. El encierro sólo ha despejado las calles, facilitando el que ciertos urbanitas que ya llevaban un tiempo instalados en la ciudad se decidiesen a frecuentarlas. La nutria sevillana es otro ejemplo más de esta lógica.

“El que esta nutria se haya establecido en la ciudad”, explica José Prenda, “significa claramente que les estamos devolviendo a las nutrias el espacio en sus hábitats que de alguna forma les hemos usurpado. Desde luego, en mi opinión y seguro que en la de muchísimos más, la presencia de nutrias en el Guadalquivir a su paso por Sevilla es una noticia maravillosa. Pero tampoco debemos regodearnos en ello en exceso, ya que aún queda muchísimo por hacer, en la calidad de las aguas del río, de las de más carga en suspensión del mundo, en la relación de éste con Doñana a través del puerto, en sus márgenes, sobre la grave presencia de especies invasoras, etc. Más no olvidemos la imagen extraordinaria de la nutria sumergiéndose en las aguas del río, algo casi tan impensable hace unas décadas como la pandemia que nos asola”.

Las nutrias son animales esquivos, que cazan al amanecer y al crepúsculo. “No es demasiado probable que tengas oportunidad de ver alguna en su hábitat natural”, advierte el naturalista inglés Gerald Durrell. La mujer de los cañaverales, por su expresión mohína- puede intuírsela frustrada tras su mascarilla; el frío y la humedad, junto al río, crecen a cada minuto que pasa-, pudiera estar pensando en esto, y justo cuando se decide a capitular, algo cruza a toda prisa por entre la vegetación y se lanza al agua. Durante unos segundos, hay motivos para la ilusión: Después se desvanecen. A unos metros de la orilla, ufana, navega una rata de gran tamaño. La mujer, finalmente, y cabizbaja, se marcha.