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Actualizado: 29 nov 2022 / 04:19 h.
  • El coreógrafo sueco Johan Inger, de primer nivel internacional, y su esposa, Carolina Armenta, gaditana, cofundadores y codirectores del programa formativo Take Off Dance. Se conocieron cuando ingresaron como bailarines en Amsterdam en el Nederlands Dans Theatre. Desde 2009 residen en Sevilla y son padres de dos hijos. Foto: Marina Testino
    El coreógrafo sueco Johan Inger, de primer nivel internacional, y su esposa, Carolina Armenta, gaditana, cofundadores y codirectores del programa formativo Take Off Dance. Se conocieron cuando ingresaron como bailarines en Amsterdam en el Nederlands Dans Theatre. Desde 2009 residen en Sevilla y son padres de dos hijos. Foto: Marina Testino

Lo suyo es un paso a dos dentro y fuera del escenario. Johan Inger, sueco, y Carolina Armenta, gaditana nacida en la ciudad canadiense de Montreal, se conocieron como bailarines que, como otros jóvenes, habían logrado ser contratados por el Nederlands Dans Theater, de Amsterdam, una de las instituciones emblemáticas de la danza contemporánea. La continuidad de la trayectoria artística de Johan Inger en su transición de intérprete a coreógrafo es extraordinaria. Con más de 30 creaciones en su haber, recibiendo encargos de ballets de primer nivel, y con premios tan importantes como el Benois, comparable al Oscar en el mundo de la danza, que le fue concedido por su espectacular coreografía moderna del mito de 'Carmen'. Residen en el Aljarafe sevillano desde el año 2009, son padres de dos hijos, y están aunando su abundante agenda de viajes y estancias en otros países (para llevar a cabo más estrenos o reposiciones, en los que ella dirige los ensayos), con su deseo de fundar un proyecto propio que aporte valor añadido en el territorio donde se han enraizado y donde no solo son artistas sino también habitantes, vecinos, amigos, colegas.

El Take Off Dance, también denominado Johan Inger Youth Project, está en marcha a toda máquina desde que comenzaron las clases el 3 de octubre. La Fundación Funddatec les ha dado cabida en su sede, en San Juan de Aznalfarache, y es una iniciativa formativa sin parangón en nuestro entorno. No solo enseñan a partir del repertorio de Inger, sino que han llegado a acuerdos para enseñar técnicas y estilos mediante la interpretación de coreografías de otras figuras como Jiri Kylian, su gran maestro; Crystal Pite, Marco Goecke o Emanuel Gat. Y teniendo como profesores invitados a personalidades de primer nivel como el sueco Anders Hellström, que sido bailarín principal del Ballet de Hamburgo y director artístico del Nederslands; o el israelí Amos Ben-Tal, director artístico de OFFprojects. Además, en el equipo pedagógico han integrado a profesionales de referencia del panorama escénico sevillano como Pilar Pérez Calvete, Isabel Vázquez, Raúl Heras, Gregor Acuña y Javier Pérez.

De todo ello conversamos con Johan Inger, en compañía de Carolina Armenta. Se le nota ilusionado por ser útil a los jóvenes a través de un programa ambicioso en calidad y muy barato en coste, porque el precio de la matrícula es de solo 4.500 euros, a pagar en dos plazos.

¿Cuáles son sus raíces?

Nací en Estocolmo en 1967. Mi padre fue diseñador de muebles de interiorismo, mi madre ha trabajado en el departamento de impresión de un periódico. Soy el mayor de sus hijos, todos mis hermanos están relacionados con el mundo del arte: pintor, bailarín, productor de cine.

¿Qué le impulsó en su infancia hacia la danza?

A mi madre no le gustaba que cuando fue niña sus padres no la encaminaron a aprender y experimentar en alguna faceta artística. Ella quiso que ese error no se repitiera con sus hijos, y desde niños cantamos en un coro, toqué el violín, me apuntó a clases de baile. Lo que más me gustó fue bailar y en eso continué. De niño, para mí era como hacer deporte. Muchos niños nos hicimos amigos, y disfrutábamos intentando saltar más alto que los demás, o hacer más giros y más piruetas. La mayoría de mis mejores amigos siguen siendo ellos.

¿Alguna experiencia iniciática?

Estábamos en la escuela infantil de danza del Teatro Real de la Ópera de Estocolmo. Con 11 años de edad, empezamos a intervenir en espectáculos que requerían la intervención de niños. El primero fue 'El lago de los cisnes'. Era para mí fascinante ese mundo de los ensayos, los regidores, los técnicos de iluminación, el maquillaje, los camerinos, la orquesta, el público,... Hasta los 16 años, la escuela fue para mí como un 'hobby', y a esa edad ya decidí dedicarme al 100% al baile.

En su carrera como bailarín profesional, ¿cuándo se planteó ser también coreógrafo?

En mi etapa en el Nederlands Dans Theater. Tuvimos la suerte de vivir su etapa de más nivel, con Jiri Kylian como director, que, además de su talento, fue capaz de abrir sus puertas a todos los demás grandes creadores del momento. En cada temporada, se realizaba un taller en el que se daba la oportunidad a los bailarines de crear alguna pieza breve. Con un máximo de 8 minutos de duración. Decidí probarme, me daba miedo, hice una muy corta, de 2 minutos y 20 segundos. Nunca he estado tan nervioso como el día en que se presentó en público. Me sentí desnudo. Y que perdía el control sobre lo que hacía, porque en el escenario, cuando yo bailaba, sentía que controlaba lo que hacía, dirigido por otra persona. Pero, de repente, aquel día, vi que tenía que ceder el control a los dos intérpretes que bailaban lo que yo había creado y ensayado con ellos. Fue un cúmulo de sensaciones contrapuestas pero en mí se fue abriendo paso la semilla de la creación. Así, el siguiente año me atreví a plantear una pieza de 4 minutos, y después hice otra de 7 minutos, y poco a poco fui ganando seguridad, con el apoyo del Nederlands, primero su compañía joven y después la senior.

Para quien lea esta entrevista y no le conozca previamente, recomiende una selección de sus coreografías para que busquen de ellas imágenes en internet y las vean, a modo de antología de Johan Inger.

Mi primer éxito, 'Walking Mad', de 2001, con música de Ravel (el 'Bolero') y de Arvo Pärt, que estrenó el Nederlands. 'Rain Dogs', sobre música de Tom Waits, que estrenó en 2011 el Ballet de Basilea. Y 'Carmen', que me encargó José Carlos Martínez para la Compañía Nacional de Danza y se estrenó en 2015, para mí fue una revolución porque era la primera vez que creaba una coreografía basada en una obra que ya tiene su narrativa. Ahora me siento muy cómodo en esos retos.

¿Cómo deciden Carolina y usted atreverse a crear en Sevilla una escuela internacional de danza?

Carolina ya tenía mucho más contacto con la docencia cuando dejó de bailar. Compaginaba remontar coreografías mías trabajando con bailarines profesionales de compañías que decidían interpretarlas, a la vez que daba clases en cursos de verano en diversos países, o en el Centro Andaluz de Danza. Cuando la Junta de Andalucía decidió suprimir el Centro Andaluz de Danza, y sobre todo estando en casa en el periodo de pandemia, reflexionamos sobre qué hacer. Y ella tenía un gran deseo de desarrollar un proyecto formativo en Sevilla, donde ha crecido, donde residimos, y donde hace falta. Crear la cantera desde donde residimos y no dando continuamente vueltas por el mundo. Para eso, era primordial disponer de un espacio con buenas condiciones. Y cuando descubrimos el antiguo cine de San Juan de Aznalfarache, en la barriada del Monumento, sentimos la inspiración de obligarnos a ponerlo en marcha.

«En Sevilla es posible crear la cantera internacional de la danza»

Johan Inger durante una de las clases de danza contemporánea a los 23 alumnos de 10 países que ha seleccionado, de un total de 147 aspirantes de los cinco continentes, para la primera edición de su programa formativo Take Off Dance, que se imparte en la sede de la Fundación Funddatec, en el antiguo Cine Loreto de San Juan de Aznalfarache, rehabilitado para usos educativos y culturales por el Ayuntamiento sanjuanero. Foto: Marina Testino

¿Cuál es el acuerdo para poder utilizarlo?

El Ayuntamiento de San Juan de Aznalfarache había rehabilitado hace varios años el Cine Loreto para convertirlo en centro de formación, pero no había llegado a reabrirse para ese uso. La Fundación Funddatec llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento para que se lo cediera a cambio de convertirlo en su sede corporativa y llenarlo de actividades educativas y culturales. Se enteró de nuestro proyecto Take Off Dance, nos ofrecieron que pudiéramos llevarlo a cabo en su espacio más grande y diáfano, y se habilitó para que sirviera como gran sala de ensayo.

¿Qué demanda cubre en el sector profesional de la danza?

Ayudar a los jóvenes de cualquier país, de entre 18 y 24 años de edad, que ya han concluido su periodo de conservatorio a dominar toda la gama de técnicas y repertorios coreográficos que les exigen cuando concurren a una audición para una plaza en una compañía de danza. Y poder acreditar que han estado trabajando varios meses conmigo, con Carolina, y con los coreógrafos y directores de ensayos que hemos incorporado como profesores invitados. Porque incluir todo eso en sus currículos les da más opciones de ser elegidos, al tenerse en cuenta como una buena experiencia. Take Off Dance está concebido para darles ese empujón que necesitan para integrarse en el circuito profesional. Iniciativas como ésta son muy demandadas a nivel internacional.

¿Cuántos han seleccionado en la primera promoción?

A 23, el máximo de los que podíamos acoger. Hemos tenido muchísimas solicitudes, 147, desde todo el mundo, y gracias al acuerdo con el Consejo Internacional de la Danza en la Unesco, del que somos miembros, podemos expedir un certificado internacional de estudios y así aspirar también jóvenes de países ajenos a la Unión Europea que, de ese modo, han obtenido sin problema el visado de estudiante para estar en Sevilla durante diez meses. Para concurrir, además de enviarnos documentación, cada aspirante tenía que mandarnos la grabación en video de su interpretación de un fragmento de coreografía mía que elegí para esta prueba. Sé que no es lo ideal, pero cada vez se está usando más este recurso para que muchos chicos y chicas no tengan que gastarse miles de euros en viajes y estancias a miles de kilómetros de su hogar para competir por una plaza en una escuela, y que finalmente no sean elegidos. De hecho, en Take Off Dance también les estamos enseñando a cómo interpretar ante la cámara de video del mejor modo posible.

¿Qué duración tiene el programa y cuál es su matrícula?

Comenzamos la primera semana del pasado mes de octubre y concluirá en julio, cada semana tienen 30 horas de curso en horario matinal, de lunes a viernes, de 9:30 a 15:30. Es intenso, porque las compañías actuales, tanto las de danza clásica como las de contemporánea, cada vez quieren bailarines más versátiles, capaces de interpretar todo tipo de técnicas y estilos. Por eso hemos llegado a acuerdos con coreógrafos importantes para que aprendan con ellos en nuestra escuela a interpretar obras que son muy demandadas. Tenemos alumnos de 10 países: China, México, Canadá, Japón, Chile, Italia, Bélgica, Suecia, Francia, España. De Sevilla ha entrado una chica que ya concluyó sus estudios en el Conservatorio. Como hay una parada de Metro en San Juan de Aznalfarache al lado de nuestra sede, todos han buscado alojamientos cercanos a la línea de Metro.

¿Ha previsto alguna actividad abierta al público?

Carolina está en contacto con profesores de danza de Sevilla y entorno para que asistan a algunas clases. Me gustaría montar alguna actividad que sirviera de puente para que muchos jóvenes acudan a los teatros y vean actuar a estos jóvenes, y conecten con las artes escénicas. Y para el final del curso, en junio y julio de 2023, queremos que los 23 bailarines actúen ante el público en un espectáculo denominado 'OLA!', con tres coreografías mías: 'I New Then', con música de Van Morrison, que creé en 2012; 'Entredos', que será un estreno, e 'Impasse', con música de Ibrahim Maalouf, estrenada en 2020. Estamos en conversaciones con el Festival de Itálica, y también para hacerlo en otras provincias andaluzas.

No sé si es consciente de que, a pequeña escala, está creando en el área metropolitana de Sevilla un nodo de actividad que fomenta la cultura y la economía.

Lo importante es que Take Off Dance crezca y podamos establecer más conexiones con la sociedad sevillana y andaluza. Respecto a la actividad de los alumnos fuera del curso, hay algunos que se están buscando trabajos, aunque sean de corta duración, para así ser autosuficientes y que su estancia no dependa solo del presupuesto familiar.

En el proceso creativo como coreógrafo, ¿en qué medida le influyen los grandes asuntos de la actualidad? Ya sean las guerras, o el cambio climático, o la violencia machista, o las migraciones, o la otra cara de la vida cotidiana de los jóvenes, de los ancianos,...

Me inspiran más las vicisitudes de la gente, lo que parecen pequeñeces y en realidad son temas grandes e importantes. La verdad grande que hay en esos problemas 'normales'. Por supuesto, me afecta la crisis climática, y no puedo crear algo bonito sobre ese tema. Ahora estoy en un periodo frenético de trabajo porque la pandemia paralizó la realización de muchos proyectos que estaban firmados, y después ha habido que acometerlos todos a la vez. En los últimos meses he estado montando coreografías en Amsterdam, Nueva York, Vancouver, Bélgica, Australia. Ahora voy a Atenas, en febrero de 2023 estreno en Göteborg una pieza que he creado para una compañía de esa ciudad. Antes de la pandemia, yo procuraba no afrontar más de una creación y estreno al año. Como hice cuando creé mi 'Carmen'. En 2022 he tenido que afrontar cuatro estrenos.

¿Qué ha cambiado en la relación entre los artistas escénicos y el público tras el retorno a los teatros y compartir la experiencia de la cultura en vivo una vez concluidos los periodos de confinamiento?

Se nota una energía especial por ambas partes. A mí me preocupa cómo seducir a los jóvenes para que entren en los teatros y se consoliden poco a poco como el público del futuro. Porque son consumidores de contenidos en sus móviles, en sus ordenadores. Pero creen que los teatros no son lo suyo. El baile es un género que puede ayudar a afrontar ese reto más que los conciertos o que las óperas. Por ejemplo, para que entren en el Teatro de la Maestranza y entiendan que también es un espacio de ellos.

Andalucía es una sociedad donde el baile y el sentido del ritmo tienen predicamento. ¿Por qué, teniendo esa base, son muy débiles las estructuras de la danza?

Probablemente porque mucha gente, por la influencia del flamenco como cultura popular, y de las fiestas populares en las que se baila, pues tiene nociones de baile, y de cantar, y de tocar la guitarra. Es algo que se hace en la calle, o en casa de amigos, o en familia, tomando algo de beber y de comer. Y les cuesta dar el paso a comprar entradas para ver un espectáculo. En cambio, en países como Suecia, no tenemos esa cultura popular, y nos interesa mucho más ir al teatro para ver y sentir lo que no es tan espontáneo para nosotros.

Vive en Sevilla desde hace más de diez años. ¿Cuál es su perspectiva sobre la evolución de la ciudad?

En el desarrollo del sector cultural hay mucho trabajo por hacer. Percibo que la mayoría de los políticos y de los gestores culturales tiene una visión muy corta, no ven más allá de ir haciendo cosas a corto plazo, con poca amplitud de miras, con poca visión estratégica. Y esa falta de visión causa que se desaproveche mucho potencial. Entre todos podemos contribuir a mejorarlo.