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Actualizado: 29 dic 2020 / 11:07 h.
  • Reportaje gráfico de Lyana Radionova.
    Reportaje gráfico de Lyana Radionova.

«Patri, ¿cantas conmigo?», pregunta la pedagoga Mayte. «¡Sí! Vamos para la playa, para curarte el alma...», canta Patricia entre risas mientras está montada en el caballo. Patricia es una joven de 18 años que acude a las terapias ecuestres desde que tenía cuatro años. En concreto, realiza hipoterapia para tener más equilibrio y fortaleza en su espalda. Junto a su fisioterapeuta, Fernando, hace zigzag, paradas y arranques, círculos más cerrados y otros ejercicios con el caballo para que, de forma involuntaria, desarrolle las estrategias motoras que necesita para no caerse. Fernando explica que lo que pretende es estimular la musculatura para que su tono aumente y mejore la postura y el equilibrio estático. Así, Patricia mejora su marcha a pie y va consiguiendo más hitos e independencia de forma progresiva. Su padre, Alberto, cuenta que la vida de Patricia es un «duelo constante» y, con esta terapia, su calidad de vida ha mejorado. «Es la mejor terapia que ha hecho a lo largo de su vida. Cuando empezó con cuatro años, Patricia hizo cosas que yo pensaba que no podría hacer en la vida. Era impensable que ella pudiese sentarse de espalda al caballo y levantase los brazos para coger aceitunas de un olivo», añade su padre.

Montar a caballo, una terapia que cambia vidas
Foto: Lyana Radionova.

Las personas que acuden a la Asociación Hispalense de Terapias Ecuestres llegan por turnos y de forma individual para no cruzarse con demasiadas personas debido a la situación actual provocada por el coronavirus. Una situación que ha provocado que de 120 personas que acudían a estas terapias, ahora solo lo hagan 16 por distintas circunstancias. La mayoría llegan en coche y los traen sus familiares desde distintas zonas de Sevilla. Además, todos los que acuden lo hacen con doble mascarilla, gel hidroalcohólico y controlando la temperatura.

A Eli, le trae su marido. Una mujer que tiene esclerosis múltiple primaria progresiva, un tipo de esclerosis múltiple que no tiene tratamiento, pero si mejora a través de la fisioterapia. Ella empezó hace cinco años con estas terapias ecuestres. Al principio estaba tan débil que aguantaba solo quince minutos montada en el caballo por el cansancio que le producía, pero, poco a poco, la hipoterapia le ha ayudado a recuperar la masa muscular que ya no tenía. El deporte es vital para esta enfermedad neurológica y, para Eli, es vida. El caballo le ha evitado «las consecuencias negativas que puede tener la enfermedad, como no poder moverte, no andar bien, perder masa muscular...», cuenta Eli.

Montar a caballo, una terapia que cambia vidas
Foto: Lyana Radionova.

En silla de ruedas, Eli se dirige a una rampa por la que subir y montar al caballo. Mueve los brazos en círculo, coge una pelota o los pone en cruz mientras está montada en el caballo. «Esto es fácil, ¿no?», le preguntan. «Bueno», responde Eli. Lleva cinco años acudiendo a estas terapias ecuestres que, para ella, además de ser una terapia, es una forma de cumplir un sueño: montar a caballo, porque, como ponen las camisetas de la pedagoga y el fisioterapeuta, «a caballo todos tenemos cuatro patas sanas».

Montar a caballo, una terapia que cambia vidas
Foto: Lyana Radionova.

«Cuando yo me monto en mi yegua, me olvidó de toda la semana. Confío en ella y ella confía en mí. El miedo no existe. Solo pienso en cuando empecé, que me caía por todos lados, me dolía todo y solo podía estar quince minutos. Ahora, puedo estar 45 minutos encima del caballo y lo llevo yo. Voy a estas terapias como si fuese a aprender a montar a caballo, como cualquier otra persona. No tengo la conciencia de ir a terapia, aunque la esté haciendo de forma indirecta», concluye.

Montar a caballo, una terapia que cambia vidas
Foto: Lyana Radionova.

Lo que se trabaja con la hipoterapia -una terapia que emplea las capacidades motoras del caballo en beneficio de la persona- no se puede trabajar de otra manera, cuenta Eli. El calor y el movimiento que le transmite el caballo a la persona son dos combinaciones que ayudan a la rigidez y al movimiento de la espalda. Y que ningún otro tratamiento lo consigue de forma tan eficaz.

Fernando, fisioterapeuta, explica: «El caballo tiene tres principios terapéuticos en la hipoterapia que son esenciales: el propio calor del caballo, que disminuye el tono de la musculatura y el dolor; los impulsos rítmicos, que provocan un mayor equilibrio y enderezamiento del tronco; y el patrón de locomoción tridimensional, que sería la transmisión del patrón de la marcha del caballo a la columna del paciente, de tal manera que la espalda de la persona se comporta como si estuviera andando, aunque no pueda andar».

Cuatro tipos de terapias diferentes

Sin embargo, la hipoterapia solo es una de las terapias que realizan en este centro, en el que también hay terapias psicopedagógicas, volteo psicopedagógico y equitación adaptada. Dependiendo de las circunstancias de la persona que acude, el fisioterapeuta y la pedagoga adaptan tanto el caballo como la terapia y los ejercicios en sesiones de 45 minutos. Un equipo multidisciplinar que va unido de la mano para ayudar a las personas de esta asociación.

Pedro, un niño con TDAH -Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad- y conducta disocial, viene acompañado de su padre. Es una tarde de invierno en Sevilla y Pedro tiene más ganas de venir que nunca. Él acude a esta terapia como un complemento a sus otras consultas de especialistas, al igual que el resto de las personas de esta asociación. Es una terapia muy distinta a la que realiza en un ambiente clínico y así lo cuenta su padre: «La naturaleza de este lugar le ayuda a reducir el umbral de estrés. Mi hijo fue diagnosticado siendo muy pequeño, por lo que los tratamientos clínicos ya le agotan. No es lo mismo decirle que tiene que ir al psicólogo que ir a montar a caballo. Con estas terapias ecuestres, mi hijo mejora poco a poco».

Montar a caballo, una terapia que cambia vidas
Foto: Lyana Radionova.

Pedro nunca había montado a caballo antes de acudir a esta asociación y ahora ya coge las riendas y lleva al caballo. «Tiene que estar concentrado y no puede estar pensando en nada más. Eso le transmite templanza y paciencia, además de enseñarle a cuidar a un ser vivo y tratarle correctamente», dice el padre. Pedro habla con ternura desde el caballo, ríe y galopa con alegría. No parece estar en terapia. Su padre tiene los ojos brillantes al ver a su hijo así: «Escuchar la risa de mi hijo encima del caballo... no tiene precio». «Ha estado súper bien», dice Pedro con timidez al bajar del caballo.

Montar a caballo, una terapia que cambia vidas
Foto: Lyana Radionova.

Abrazos, ilusión y risas en cada rincón de este lugar que se fundó hace 14 años. Las personas que acuden son «bichitos de luz» para su pedagoga, Mayte. Una profesional que les trata con cercanía, empatía y alegría. Fernando, un niño de 10 años diagnosticado de POCS -un tipo de epilepsia con punta onda continua en sueño lento-, llega a la asociación. Su madre está muy feliz porque puede ver a su hijo reír. Su sonrisa es indescriptible. Tiene un brillo especial en la mirada. «Ver a mi hijo feliz y escuchar su risa mezclada con el canto de los pájaros y el trote el caballo, me llena de paz, alegría y fuerza para luchar por él. La conexión entre el caballo y él es maravillosa. Parece que se conocen de toda la vida. Su primer contacto con el caballo, con ayuda de su terapeuta, fue abrazarlo. Desde ese momento, mi marido y yo supimos que habíamos acertado con este tratamiento», expresa la madre de Fernando.

Montar a caballo, una terapia que cambia vidas
Foto: Lyana Radionova.

En este sentido, Carmen, la presidenta de la Asociación Hispalense de Terapias Ecuestres, explica: «Cuando el caballo ve a una persona con discapacidad, el animal la siente y se adapta a ella a la perfección. Yo he hecho la prueba. Si dejo a los caballos sueltos y entro yo con uno de los pacientes, los caballos no se acercan a mí». También cuenta que para generar ese vínculo es muy importante que los caballos estén «domados con una doma natural, sin someterlos a la fuerza».

El aire, el olor a tierra mojada, los árboles y el sonido de los pájaros hacen que estas terapias dejen de ser una terapia y sea un espacio para desconectar, olvidar y disfrutar al mismo tiempo que mejora la salud de las personas. Un lugar en el que poder conectar con los caballos, animales que se convierten en amigos que respetan y dan amor sin ningún tipo de prejuicio. Aquí las etiquetas no existen. Los obstáculos tampoco. Por eso, en este rincón sumergido en la naturaleza, todo el mundo es capaz de todo. Da igual la edad que tengas, ya que, en esta asociación, hay personas desde los cuatro años hasta los 86. Y de distintas enfermedades: el síndrome de West, de Dravet, Down, ELA, esclerosis múltiple, enfermedades degenerativas, epilepsia... así hasta 80 patologías diferentes.

Montar a caballo, una terapia que cambia vidas
Foto: Lyana Radionova.

Según cuenta la presidenta de la asociación, Carmen: «Nosotros no vemos la discapacidad, sino el potencial que tiene cada persona. Nos educamos en no juzgar, no obstaculizar y no poner barreras. Aquí todos pueden y son capaces». Y las personas que acuden a esta asociación se han dado aún más cuenta cuando no han podido acudir por el confinamiento. Ahora, todos acuden a sus terapias con más ganas, se sienten más fuertes y capaces.

Una terapia que, sin parecer que es una terapia, trata, mejora y cambia las vidas de las personas que la realizan.

Montar a caballo, una terapia que cambia vidas
Foto: Lyana Radionova.