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Actualizado: 14 mar 2021 / 09:58 h.
  • Teresa Herrera, señalando información sobre la Asociación por el Derecho a Estudiar, fundada por ella en Sevilla para ayudar a resolver el fracaso escolar. / EL CORREO
    Teresa Herrera, señalando información sobre la Asociación por el Derecho a Estudiar, fundada por ella en Sevilla para ayudar a resolver el fracaso escolar. / EL CORREO

“Para todos los niños y niñas sin etiquetas. En ADAE, son despojados de sus etiquetas y se les ayuda a alcanzar sus sueños”. Es una de las claves con las que Teresa Herrera define su batalla contra el fracaso escolar, sus causas y sus consecuencias. “ADAE es complicidad, es unión, es amistad, es familia”. La fundadora en Sevilla de la Asociación por el Derecho a Estudiar vive en el barrio de Santa Aurelia, en la zona de Amate; es profesora en el Instituto de Educación Secundaria Torreblanca; es madre de dos hijos (la mayor tiene 25 años y es licenciada en Bellas Artes, el varón está a punto de cumplir 18 y estudia el último curso de Bachillerato); y puede hablar con enorme conocimiento de causa sobre lo que se vive y sufre en muchos hogares desde que hace un año, el 14 de marzo de 2020, se decretó el estado de alarma y el confinamiento domiciliario por el terrible aumento de contagios y fallecimientos por coronavirus. En Torreblanca, uno de los barrios más pobres de España, fue providencial su empuje para vertebrar una red de apoyos. Y siempre se quita importancia. “Son otros los que deberían salir en la foto más que yo. Lo que hago es empujar, movilizar, y muy pronto salen manos para ayudar”.

¿Cuáles son sus orígenes?

Nací hace 52 años en Sevilla. Mi padre trabajaba vendiendo dentro de Mercasevilla embalajes industriales. Mi madre lo hacía como ama de casa criándonos a los tres hijos. En mi infancia vivimos en diversos barrios hasta que, cuando yo tenía 11 años de edad, nos mudamos al barrio de Santa Aurelia y en él sigo residiendo desde entonces, me gusta. Siempre he estudiado en la enseñanza pública. El Colegio Jorge Juan y Antonio de Ulloa, el Instituto Luis Cernuda, y la Universidad de Sevilla, donde hice la carrera de Filología francesa para ser profesora, que es lo que desde niña quería ser. Yo jugaba con mis muñecos a darles clase como si fuera un colegio.

¿Consiguió pronto su objetivo?

Sí, como maestra de francés empecé en Huelva. Tras ocho años de interina por varios pueblos, y diversos destinos, con mis hijos pequeños de acá para allá, el definitivo es en el IES Torreblanca. En él quiero seguir hasta que me llegue la edad de jubilación. En el actual curso doy clase de francés a alumnos de Primero, Segundo y Tercero de Secundaria, y a los de Segundo de Bachillerato.

¿Qué le motivó a embarcarse en crear una asociación con fines sociales?

He tenido una vida azarosa, por circunstancias familiares y personales. Fui madre soltera y mis dos matrimonios acabaron mal. Soy una persona positiva y considero que todo lo negativo hay que revertirlo. Hay que entender la vida como un aprendizaje, y darle la vuelta a lo malo que te suceda. Me alegro mucho hoy en día de haber dado pasos adelante cuando padecí dificultades, y buscaba ingresos extra trabajando en bares y dando clases particulares.

¿Y los primeros pasos de la asociación?

Detecté que mi hijo tiene déficit de atención, notaba que se distraía mucho, en comparación con mi hija, que era muy buena estudiante. Diagnosticaron a mi hijo, y empecé a trabajar con él. Hoy está en Segundo de Bachillerato, nunca ha repetido un curso, va estupendamente en los estudios. Cuando yo fui cogiendo cada vez más clases particulares, en algunos casos eran a niños o niñas con déficit de atención. Como estaba tan familiarizada a ello, los padres y madres empezaron a propagar a otros que me los mandaran a mí. El boca-oído fue creciendo, cogí un piso pequeño para esas clases, pero llegué a tener 40 niños en lista de espera. La necesidad era evidente. Muchas familias rogaban que los atendiera, aunque no tenían dinero para pagarme. Y en 2013 decidí crear la Asociación por el Derecho a Estudiar (ADAE), para institucionalizar la ayuda a niños y niñas con dificultades de aprendizaje.

¿Cuál es su radio de acción?

Tenemos nuestra sede en un local en el barrio de Rochelambert. La mayor parte del alumnado procede del entorno, incluido Su Eminencia, Amate,... Algunos han llegado desde Nervión. Tenemos un horario amplio, como si fuera una biblioteca. Y las familias que pueden pagar lo hacen como si fuera una 'tarifa plana', sus hijos están todo el tiempo que necesiten, se les dan clases y se les atiende de modo muy personalizado. Y ahora, con todas las medidas de prevención del covid, limpiando continuamente cada cosa que se toca. Tengo tres personas involucradas de modo permanente, más el tiempo que estoy yo, y más la gran cantidad de colaboraciones que consigo. Estamos sacando adelante a muchos niños. Y siguen en contacto conmigo años después. Con las aportaciones de las familias 'normalizadas' podemos trabajar también con alumnos cuyos padres no pueden pagar ni una merienda. Además, hemos evolucionado para realizar también una intervención integral en la familia.

Explíquelo.

Fue a raíz de mi llegada en 2017 al IES Torreblanca, en un barrio que no conocía. En poco tiempo fui descubriendo los graves problemas que se padecen en Torreblanca, donde hay tanta gente buena. En el instituto se me ocurrió montar La Patrulla Verde, para que un grupo de niños se ocuparan de limpiar el entorno y cuidad su centro educativo. Sirvió, y sirve, como proyecto inclusivo, con niños que tenían muchas dificultades en las habilidades sociales, y que no tenían amigos cuando empezaban a ser alumnos de este instituto. Conseguí que se les recompense por sus colaboraciones, los llevamos a excursiones, y con su implicación en muchas actividades pude conectar con sus familias, con las que hacemos talleres, todos gratuitos. Y hemos montado un economato solidario con comida gratuita para quien la necesita. En todo ello colaboran vecinos de Torreblanca y profesores del instituto.

¿Alguna vivencia especial fuera del barrio?

En 2019 nos dieron un reconocimiento en un congreso nacional de educación que se celebró en el Palacio de Congresos de Sevilla, donde expuse lo que estábamos haciendo. Nos cedieron un expositor y los chavales estaban tan emocionados como si hubiéramos estado en la ceremonia de los Oscar.

¿Cómo repercutió hace un año el confinamiento a sus actividades?

El impacto económico en Torreblanca fue tremendo, porque muchas personas sobreviven en la economía sumergida: venta en mercadillos, recogida de chatarra, trabajos puntuales en lugares donde no se hacen contratos, mujeres que limpian en casas sin estar dadas de alta... Cuando se decreta el encierro en casa, ya no entra un euro. Estando en contacto telefónico con vecinos, a las pocas semanas del confinamiento una madre de alumno me cuenta que una vecina se ha desmayado en la calle, y han descubierto que llevaba tres días sin comer. No tenía ingresos, al estar cerrado el bar en el que trabajaba, y lo poco que conseguía era para que comieran sus hijas. No tenía ni gel de baño, y se estaban duchando con un poco de lavavajillas. Siendo todo esto durísimo, lo que más me alarmó es que la vecina me lo contaba con tono normal, no para pedir auxilio. Pobreza extrema normalizada. Y a partir de ahí me movilicé.

¿Qué hizo, estando confinada?

Llamé a todos mis contactos en la zona: profesores, amigos del instituto,... Y rápidamente conseguimos que esa joven madre tuviera lleno su frigorífico, que estaba literalmente vacío, y que periódicamente recibiera apoyo. Empecé a indagar, y descubrí otras seis familias en situación apuradísima. Va saliendo a la luz el problema general, y terminamos ayudando a 350 familias. Se implicó todo el barrio. Y mis compañeros del instituto, que son para comérselos.

¿De qué manera se convirtieron en servicios esenciales?

Porque era una emergencia aunque estuviera prohibido moverse. No quiero que volvamos a tener un confinamiento ni vivir este drama, aunque jamás había experimentado esas sensaciones tan hermosas con un grupo amplio de personas que daba lo que tenía. A través de la madre de una alumna del instituto, la asociación de comerciantes del barrio nos dejó la cochera de una ferretería. Poco después nos facilitaron otro local más grande, de una panadería. A través del boca-oído descubríamos las familias que lo estaban pasando muy mal. Hicimos un listado, en el que colaboraron los centros educativos, las hermandades, etc. Nombres, número de integrantes de cada familia, direcciones, teléfonos. Las llamadas eran incesantes para ayudar, unas personas llevando productos alimenticios, otras dedicando su tiempo a ordenar y hacer lotes, otras para repartir a los domicilios.

¿Cómo acreditaban quién necesitaba más que otros?

La mayoría de la gente es muy honesta. Algún caso hubo en el que nos confundimos y llevamos a alguna casa un envío doble, y al rato nos lo devolvían, y nos decían: “Dárselo a otra familia, que nosotros con lo que tenemos ya estamos bien”.

¿Han convertida esa experiencia en lecciones aplicadas para educar a los alumnos, tras el retorno a las aulas?

Se ha generado una enorme confianza. Yo no manejaba dinero. Todas las personas implicadas veían y sabían adónde iban los lotes, qué se hacía con las facturas. Cuando se ha reanudado la actividad educativa presencial, realizamos una escuela de verano para niños en un local cedido por una hermandad. Conseguimos que La Caixa comprara zapatos para los niños y se repartieron a través de las asociaciones de padres y madres en los colegios. En este curso, las clases de apoyo se están dando en las hermandades, y en el centro cívico municipal del barrio estamos desarrollando un programa de atención a los niños de Secundaria que son expulsados del instituto por acumulación de partes o por comportamientos tremendos. Porque es mucho peor que estén en la calle. Les ofrecemos a las familias que nos los manden durante el periodo de la sanción. Le llamamos Segunda Oportunidad.

¿Quiénes trabajan con ellos?

Tenemos un convenio con la Universidad Olavide para que estudiantes suyos hagan las prácticas con nosotros. Una persona del barrio ejerce de responsable, también se implica el director del centro cívico, y docentes jubilados que viven en el barrio. Hay un gran caudal de energía positiva que va fluyendo para fortalecer esta intervención educadora y social. Por eso digo que quiero seguir muchos años destinada en Torreblanca.

¿Está solucionada la brecha digital para garantizar la impartición de clases a través de internet?

No, es de los barrios de Sevilla donde se evidencia más que esa brecha de desigualdad es enorme. Y no es verdad que la generación actual de niños sean nativos digitales. Los de allí y los de cualquier otro barrio. Juegan muy bien al Fortnite y a cosas similares, pero no saben manejar la tecnología. Si han tenido problemas los hijos de familias con una situación económica más estable, imagine lo que es relacionarse como profesores con tres hermanos que en casa comparten un solo móvil con la pantalla rota, con la tarjeta de datos pagada por los propios profesores. Ahora, la única ventaja es que pueden ir al centro cívico y usar wifi. Estos y otros muchos problemas de la pandemia no han desaparecido aún. Cada caso requiere una solución específica. Por ejemplo, minutos antes de hacer esta entrevista, he encauzado que un estupendo alumno de Torreblanca que está en Segundo de Bachillerato, y que no tiene medios para estudiar en su casa, vaya por las tardes al centro cívico, y los sábados acuda a nuestra sede en Rochelambert para estudiar allí junto a mi hija, que está muy implicada conmigo. Como ese chaval, hay muchos con grandes cualidades y con enormes ganas de formarse.

¿Colaboran entre los profesores de los diversos centros educativos de Torreblanca?

Sí, nos conocemos entre todos y apagamos muchos fuegos. Por ejemplo, hacer yo varias llamadas alertando sobre el problema grave en la familia de un alumno. “Necesitamos reunir en pocas horas 200 euros”. Y esa misma tarde decir: “No mandéis más dinero, ya lo hemos cubierto”. La implicación es enorme. Porque son nuestros alumnos. Es muy frecuente que los profesores lleguen al instituto llevando bolsas con libros, con ropa, con comida, para que yo disponga de todo eso y organice su reparto en el barrio.

Cuando usted cuenta estas experiencias a personas de otros ámbitos, ¿qué les subraya?

Que entiendan la enorme diferencia de lo que es el periodo de confinamiento en una casa de dos habitaciones con el frigorífico vacío y sin agua caliente, al que se queja porque estaba aburrido de pasar el tiempo en casa haciendo pan o dulces, o dando paseos en su jardín. Y lo peor es que mucha gente que solicitó el ingreso mínimo vital no lo ha cobrado aún o se lo han denegado. Conozco casos. Gente muy trabajadora, que en su juventud no tuvo opciones de enseñanza reglada ni de formación. Sus opciones laborales son muy escasas y llevan toda la vida trabajando en economía sumergida, sacando así a su familia adelante. Son invisibles para el mercado laboral. Cuando llega un reparto de ayudas, no tienen derecho a nada. Y ahora están sin trabajo y sin otro tipo de recursos. Es el bucle de la pobreza.

¿Qué logros exhibe cuando se reúne con alguna persona o entidad a la que pide apoyar la Asociación por el Derecho a Estudiar?

Los padres y madres son quienes mejor hablan sobre lo que hacemos con sus hijos. Después de ocho años, hay muchos alumnos que han logrado titulación, que han mejorado muchísimo su rendimiento, y algunos están estudiando en universidades gracias a nuestro empujón. También preparamos el acceso a la universidad para adultos que no tuvieron antes la opción de prepararlo. Y vamos a lanzar pronto cursos de formación online para docentes, porque hemos detectado que les faltan fundamentos en educar a los alumnos con dificultades de aprendizaje. Los ingresos que obtenemos con algunas actividades los reinvertimos en proyectos sociales. Y le dijo algo que no ponemos en ningún documento, y de lo que no quiero presumir, porque lo hacemos de corazón. No lo saben ni mis vecinos. Lo cuento porque me lo pregunta: muchas familias han logrado gracias a nosotros que sus hijos tengan garantizado desayuno y merienda. Han tenido lleno el frigorífico, y han recibido ropa, y regalos en Navidad.

Además de quienes consiguen entrar en las universidades, ¿no hay también mayor interés por acceder a los ciclos de Formación Profesional?

Sí, muchísimo, la FP ha mejorado bastante, pero las plazas son muy limitadas. El Bachillerato se está convirtiendo en la opción de muchos alumnos que no entran en el ciclo formativo que quieren. Es común escucharles: “Mientras tanto, hago el Bachilllerato”. Hay más opciones de encontrar un buen trabajo para quienes estudian FP que para quienes cursan una carrera universitaria. Por ejemplo, en el IES Torreblanca, hay una enorme e insatisfecha demanda de plazas para los ciclos formativos de automoción, de hostelería, de chapa y pintura, de imagen personal... Con el covid se ha complicado mucho que los estudiantes consigan hacer prácticas en empresas.

¿Van a extender su actividad a más barrios?

En la zona de la Macarena ya teníamos acordado con la Hermandad de la Macarena el apoyo para crear El Club de los Deberes, sobre todo para barrios como El Cerezo. Se ha retrasado por la dificultad de encontrar un local más grande que permita durante el periodo covid tener a los alumnos más separados. La Hermandad de la Macarena nos ayuda muchísimo para el economato solidario. Por otro lado, he hablado con el Ayuntamiento de Sevilla para sacar adelante un taller ocupacional de asistencia sociosanitaria para atender a personas dependientes, sean ancianos o discapacitados. Porque hay muchas chicas que se dedican a estos cuidados pero no tienen titulación alguna. No somos enseñanza reglada, pero si certificamos horas de formación y de prácticas, tienen más fácil acceder al mercado laboral. El otro taller ocupacional que queremos iniciar es de confección industrial y estampación, manejando maquinaria que nos cede una propietaria.

Cuando pide a alguien que le ayude y le responde con una negativa, ¿cómo lo encaja?

No me vengo abajo. Cuando comencé a partir de cero, fueron muchos los 'noes'. Más que los 'síes' de quienes me dijeron: “Adelante, yo te apoyo”. Arrancar costó mucho, porque estaba todo por demostrar. El dinero de la fianza para el primer local me lo prestó una amiga. Se lo devolví rápidamente. Había confiado en mí. Mi sueño es encontrar cada vez más personas dispuestas a invertir en educación sabiendo que no les puedo ofrecer una vía de desgravación fiscal. No soy quién para juzgar las circunstancias y los problemas de quienes dan una negativa aunque están en condiciones de ayudar. Pero me revienta que haya gente cuya queja es decir que ya no sabe qué ver más en Netflix cuando hay niños de dos o tres años de edad que en veinte horas solo se han llevado a la boca un flan, y si no les llevamos alimentos no comen esa noche. Qué frívolos son algunos aburrimientos. Hay quienes se sienten felices con TikTok. Yo lo soy ayudando a quien menos tiene y a quien dispone de menos oportunidades.