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Actualizado: 31 may 2020 / 08:30 h.
  • Guillem Colom es experto en políticas de defensa y en innovación de estrategias militares. / EL CORREO
    Guillem Colom es experto en políticas de defensa y en innovación de estrategias militares. / EL CORREO

Está dedicado a investigaciones sobre temas como los intentos internacionales de establecer una norma para favorecer la atribución de la autoría de los ciberataques; los planes de futuro de la política militar española; la evolución de la OTAN a tenor del nuevo orden mundial,... Materias de suma importancia de las que casi nunca se hablaba en público, ni antes de la pandemia del coronavirus. Guillem Colom hace gala de su discreción. Lleva diez años en Sevilla como profesor de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Pablo de Olavide, y en España ha impulsado el 'think tank' Thiber con la vocación de convertirlo en el centro de pensamiento y análisis en lengua castellana sobre seguridad y defensa en el ciberespacio. Asunto reservado y a la vez cotidiano porque en la opinión pública sí se debate cada vez más sobre usar o no aplicaciones móviles para controlar a toda la población, o sobre quiénes son los fabricantes de falsas noticias que llegan a la población a través de múltiples redes y pantallas.

¿Cuáles son sus orígenes?

Nací hace 41 años en Vic (Barcelona). Mi padre ha trabajado en oficinas bancarias y mi madre en una empresa de diseño y decoración de cocinas. Soy el mayor de dos hermanos. Mi interés por los temas de historia militar y de estrategia militar no es por antecedentes familiares, en mi familia no ha habido militares. Elegí hacer la carrera de Sociología y Ciencias Políticas porque era lo más cercano a reforzar mi interés por esa materia, desde muy joven he leído muchísimo. Y me especialicé en lo que me gustaba: las estrategias de innovación militar.

¿Su primera investigación?

Mi tesis doctoral fue sobre la política de defensa estadounidense vinculada con el revolucionario proceso de cambio de las tecnologías de la información y comunicación. En los años 70, la Unión Soviética llegó a tener de modo cuantitativo superioridad militar en armas convencionales respecto a los países de la OTAN. Y EEUU se planteó un gran cambio estratégico para avanzar en el desarrollo de ordenadores y de sistemas de interconexión y de control, que además le permitiera concebir de otra manera las operaciones militares. Cuando a comienzos de los años 90 terminó la 'guerra fría', esto se consolidó y se empieza a conocer poco a poco por la opinión pública la ciberinteligencia, las operaciones de 'guerra informativa', los aparatos aéreos no tripulados e invisibles a los radares, etc. Ahora la ciudadanía ya habla de ciberseguridad, pero en los ámbitos militares se trabaja en eso desde hace décadas.

Andalucía es importante en la geoestrategia militar nacional e internacional. Las bases de Rota y Morón, en Sevilla está la sede de la Fuerza Terrestre española, la presencia británica en Gibraltar, las alianzas o amenazas en el Norte de África,... ¿Percibe interés por potenciar nodos de formación e investigación en estos temas, que además de dimensión global tienen una vertiente tan claramente local?

Todavía queda mucho por hacer. En los temas de defensa, todo tiende a concentrarse en Madrid, tanto la formación como los foros, porque están las sedes centrales de los ministerios y otros organismos e instituciones. Se está avanzando en Andalucía sobre todo desde el Grupo de Estudios de Seguridad Internacional que hay en la Universidad de Granada, y también en Sevilla desde la Olavide. Todos afrontamos una carencia que es usual en España: la escasez de especialistas profundos en estrategias e innovaciones de defensa. Porque sí han proliferado quienes se dedican de modo genérico a las relaciones internacionales. Pero hay que abundar en la importancia estratégica que sigue teniendo para España el eje Canarias-Estrecho de Gibraltar-Baleares, siendo el centro de gravedad el Estrecho. Y la correlación de fuerzas tanto en la cuenca mediterránea como en África, en ambos casos China y Rusia también están intentando incrementar su influencia económica y política a través de alianzas, de inversiones, de asesoramientos.

¿Qué es lo más importante para la innovación militar?

Cambiar la organización. Porque la tecnología por sí sola es poco. La innovación militar ha de ser siempre integral. Es cambiar la organización para dar respuesta a una necesidad, es integrar la tecnología en su empleo, en la capacitación de su personal, en tener infraestructuras y recursos para sostenerlo todo. Por eso a lo largo de la historia uno de los problemas de las políticas y de las estrategias ha sido la resistencia al cambio, porque implica alterar las relaciones de poder y superar el inmovilismo.

¿Qué preocupa más en la política española de defensa?

Planificar lo que se necesita dentro de 15 o 20 años. Porque los procesos de adquisición son muy largos. A la vez hay que pagar las últimas compras de material, garantizar su sostenimiento y pensar en los modelos del futuro. Donde los sistemas tecnológicos serán aún más un cerebro que tendrá interconectados entre sí al tanque, al avión, etc. Ya hoy en día es menos relevante el arma, por ejemplo un tanque. Lo importante es el sistema que hay detrás.

¿Habrá mayor participación de la industria española, tanto la dedicada tradicionalmente a lo militar como la emergente de las nuevas tecnologías?

Creo que se tendría que mejorar bastante en este sentido. Y ese problema no solo lo tiene España. En muchísimos asuntos de innovación hay empresas nacionales que no están integradas en el ámbito tradicional de la defensa, pese a que son punteras y deben ser fundamentales para el futuro. Hay que articular a la vez la estrategia de defensa y la industrial, con la participación no solo de empresas muy grandes sino también de las pequeñas.

La lucha antiterrorista dentro y fuera del territorio nacional, ¿cómo forma parte de las estrategias militares?

Hay que analizar previamente qué es insurgencia y qué es terrorismo. En condiciones normales, en un país como España, tal como marca la legislación, quienes se encargan del terrorismo son las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Pueden apoyarlas desde las Fuerzas Armadas siempre y cuando no pudieran por sí solas. En las misiones de militares españoles en el extranjero, como las que llevan a cabo en países con estados muy débiles, como Mali, para dotarles de capacidades en sus sistemas de seguridad, en ocasiones tienen que hacer frente a grupos insurgentes. Algunos de ellos pueden utilizar tácticas terroristas para sus fines de controlar el país y su Administración. Pero la respuesta que dan nuestras unidades militares para defenderse es la de operaciones contra insurgentes.

¿En la OTAN sigue imperando la unidad de acción entre Estados Unidos y Europa? Porque la canciller alemana Merkel, ante las políticas que esgrime Trump, ha alertado para que Europa empiece a defenderse por sí sola porque EEUU puede dejar de ser un aliado fiable.

La OTAN funciona muy bien a nivel técnico entre militares. Otra cosa es que la coyuntura política cambie. Pero también hemos de preguntarnos si Europa es un aliado fiable para EEUU. Desde que acabó la 'guerra fría' hace más de 30 años, todos los presidentes norteamericanos, no solo Trump, también lo decía Obama, le han pedido a Europa que invierta más en defensa, que reduzca la brecha de sus capacidades militares. Quedó en evidencia en los años 90 durante las primeras operaciones de la OTAN en la guerra de los Balcanes. Los europeos estábamos en pañales en comparación con la capacidad operativa de EEUU. Si Europa quiere autonomía estratégica, con los discursos no basta. Eso implica voluntad de convencer a los ciudadanos sobre la necesidad de invertir mucho más dinero en defensa y alcanzar la capacidad en un tren tecnológico que perdimos: el liderazgo en las tecnologías de la información. Y, por mucho que a Trump le pierden las formas, está invirtiendo en la OTAN más que su predecesor.

¿Qué le impulsó a fundar Thiber?

Es una iniciativa que pusimos en marcha en el año 2013 personas a las que nos interesa la ciberprotección, que hacíamos ver su importancia, y que procedemos de temáticas distintas: estudios sobre defensa, o sobre sector bancario, o sector empresarial, o desarrollos informáticos. Lo pusimos en marcha como un foro para concienciar sobre la necesidad de incluir estos asuntos con mucha más prioridad en la agenda pública. Y comenzamos poco antes de que estallara el 'caso Snowden', a nosotros no nos extrañó que fuera verdad lo que él desveló porque ya leíamos artículos sobre la posibilidad de que existieran operaciones secretas de Estados Unidos para controlar masivamente las comunicaciones. Hay gente que se cree que la inteligencia de puertas abiertas surge con lo 'ciber', cuando siempre ha habido inteligencia de puertas abiertas. Igual que la desinformación y la propaganda existen desde siempre y no se han inventado con las redes sociales y las 'fake news'.

Tras la revelación de Edward Snowden, ¿las democracias europeas han podido frenar el control político-militar de las comunicaciones por parte de las superpotencias, o la tendencia ha ido a más?

Se suscitó algo de conciencia sobre cómo pueden ser monitorizadas las comunicaciones, pero como prima la inmediatez sobre la seguridad de la información... Antes de la era digital también se espiaba. Ahora es más fácil. Y la privacidad para las nuevas generaciones está sobrevalorada. De todos modos, el grueso de la información que se transforma en inteligencia y que puede ser utilizada por otros países está en fuentes abiertas. Lo relevante es conectar esos informes e informaciones y establecer relaciones causales.

En esta temática, ¿cuál ha sido la evolución de Rusia, desde la época de la Unión Soviética al régimen de Putin?

Durante la 'guerra fría', la Unión Soviética conseguía poco con desinformación producida y dirigida directamente a los países occidentales. Si no parecían fuentes serias, no lo publicaban. En cambio, sí colaba mucho más desde el Tercer Mundo, donde los estándares periodísticos eran mucho más laxos. Pagaba a personas que podían ser influyentes en la opinión pública internacional, ya fueran periodistas, académicos, dirigentes de movimientos pacifistas, etc. El gran cambio ocurrió en los años 90 para Rusia y China, la transformación de sus regímenes comunistas coincide con la constatación de que el desarrollo de internet, inventado desde EEUU, lo consideran una amenaza para perder el control sobre su soberanía y sobre su población. Y decidieron proteger al máximo su capacidad de dominar la comunicación de sus ciudadanos. Cada uno a su estilo.

Explíquelo.

En Rusia, los primeros años 90 fueron una época de descontrol. Ya no valían los métodos de la vieja guardia comunista, que, por ejemplo, controlaban las fotocopiadoras porque podían ser un foco de distribuir propaganda subversiva. Y muy rápidamente internet se había convertido en el espacio donde la juventud rusa se relacionaba con libertad y podía hacer aflorar sus inquietudes políticas. Con la toma de poder por parte de Putin, se potenció a 'hackers' nacionalistas que empezaban a emerger. Y el control de la información se intensificó para acallar las protestas por la guerra de Chechenia, pues había periodistas independientes que desvelaban a través de internet el desastre, y las familias descubrían cómo estaban muriendo sus hijos. Decisión: controlar internet, potenciar la propaganda y reducir la disidencia. Y cuando surgieron las redes sociales se empezó a multiplicar la creación de identidades falsas para ese objetivo. En China, donde Estado y Partido Comunista siguen siendo una misma cosa, el control de la información y de internet es clave para garantizar la legitimidad y supremacía del partido, que a su vez es la legitimidad de un régimen tan autoritario. Eso se ha evidenciado con la crisis del coronavirus.

Con la implantación de la tecnología 5G en las telecomunicaciones, ¿se va a multiplicar el número de países que tengan departamentos de 'hackers' para hacer ciberataques que, desde el anonimato, pongan a prueba infraestructuras e intereses cruciales de otros?

El escenario 'ciber' es solo uno de los vectores dentro de las estrategias, junto a, entre otros, el vector de operaciones de información, desinformación o propaganda. La geopolítica real está implantada en el espacio digital. Muchísimas fuerzas armadas ya tienen capacidades de ciberinteligencia para apoyar con medios informáticos acciones que exploren debilitar capacidades de mando y control, gestión de infraestructuras críticas,... Y preparar operaciones militares manteniéndose en la 'zona gris' del conflicto. Porque no se puede ocultar desde dónde se ha lanzado un misil, es fácil analizar su trayectoria. Pero uno de los grandes problemas en el escenario 'ciber' es la atribución de responsabilidades políticas.

Ponga un ejemplo.

El masivo ciberataque que sufrió Estonia en sus sistemas digitales en 2007. Se pudo averiguar que procedía de redes rusas, pero no se podía demostrar que los 'hackers' estuvieran a las órdenes del Kremlin. A lo más que se llegaba, después de investigaciones que son lentas, es argumentarle a Rusia que no actuaba con la diligencia debida para controlar lo que se hace en su país. Por eso, para dificultad la atribución y evitar represalias en la geopolítica internacional, hay potencias que montan esas unidades con personas que no son militares ni funcionarios. Les contratan para ello desde ámbitos que no son el Gobierno, y que parezcan ser ciberdelincuentes. Son quienes realizan las maniobras 'ciber' en entornos cerrados y las operaciones encubiertas para probar los sistemas de otros países sin cruzar el umbral del conflicto entre estados. Y si te pillan, dices: 'No volverá a pasar...' o te haces el tonto. Así ha ocurrido con los ataques a infraestructuras básicas de Irán o de Arabia Saudí. Así sucede con el pulso entre EEUU y China. El ciberespionaje chino para estrategias militares también es enorme.

Holanda, que es un país avanzado, y de la OTAN, decidió que en las elecciones generales del 2017 todo el recuento de votos se hiciera de modo manual, para evitar una posible manipulación del resultado desde otro país 'hackeando' sus redes y servidores. ¿Hasta ese nivel de peligro alcanza ya la defensa de la democracia y de la soberanía?

La hipótesis de una manipulación tecnológica del recuento de lo que se ha votado puede tener más necesidad de prevención si los ciudadanos utilizan un sistema de voto electrónico. Pero lo que se está haciendo más desde la ciberinteligencia militar para atacar a otro país es influir por vía indirecta: alterar el proceso de toma de decisión por parte de los votantes intentando condicionarles con operaciones de desinformación, con las 'fake news', etc. Alterar las percepciones con falacias es muchísimo más fácil que entrar dentro de un sistema informático que cada vez está más protegido. Y la autoría de alterar las percepciones cada vez es más difícil de atribuir.

¿Va a ser aprovechada la crisis del coronavirus en el pulso entre superpotencias?

Es pronto para establecer conclusiones. De momento, China a nivel propagandístico está vendiendo muy bien la ayuda de material de protección sanitaria que entrega a otros países. Cuando la valoración sobre su propia gestión de la epidemia está condicionada por la falta de acceso a la información sobre cómo se gobierna China. Por eso no se puede comparar con los problemas de falta de coordinación que vemos en países democráticos como España. No lleguemos a conclusiones tan simples como pensar que China lo ha hecho todo perfecto.

¿Cómo están soportando países como Japón, Corea del Sur, Taiwan, el crecimiento constante de la capacidad china de influencia y poderío económico, tecnológico, político,...?

Están preocupados y a la expectativa de una ofensiva china en la geopolítica asiática y mundial. Los dilemas sobre la seguridad no solo los origina el desarrollo militar chino. También el japonés preocupa en los países limítrofes. Aunque el de Japón está sometido a limitaciones constitucionales, aún pesa el recuerdo del imperialismo nipón de la Segunda Guerra Mundial.

Cada persona que compra o contrata equipos y servicios tecnológicos como móviles, ordenadores, módems, sistemas operativos, almacenamiento 'cloud', etc, ¿tiene que sospechar que hay connivencia entre las empresas que se los venden y el país de origen de esas empresas, para el uso ilícito que pueda hacerse de sus datos y de sus comunicaciones?

La colaboración público-privada en desarrollos industriales y militares es un asunto de alta política. El desarrollo del 5G abre la puerta a la gran consolidación del internet de las cosas, con miles de millones de sensores y dispositivos interconectados. Eso es un colosal festival de datos sobre los que establecer seguridad. Y ya me gustaría que en Europa tuviéramos empresas potentísimas con las que fortalecer junto a los gobiernos nuestra soberanía tecnológica. Porque las superpotencias van a moverse. Las empresas chinas, como Huawei, están participadas por el Estado. Y ya sabemos cómo es el sistema chino. Pero tampoco pensemos que las privadas de Estados Unidos son unas hermanitas de la caridad. El caso Snowden desveló cómo las agencias de seguridad del Gobierno norteamericano podían tener acceso a las comunicaciones digitales de cualquier persona. Eso provocó que se tomaran algunas medidas para preservar derechos y libertades. Pero hay que dar por segura la connivencia para fines militares de muchas empresas tecnológicas. La gran diferencia para marcar límites al poder ilimitado es que EEUU es una democracia y China no.

Como catalán, ¿cómo ve el presente y el futuro del conflicto político y de convivencia que hay dentro de la sociedad catalana?

Este conflicto ha erosionado completamente la sociedad. Será muy difícil volver a la normalidad. Se ha avivado desde las instituciones políticas y tiene difícil solución.

En Vic, donde usted nació, incluso se utiliza la megafonía del Ayuntamiento con espíritu muy poco integrador.

Conozco bien lo que sucede en Vic. Hay un problema de convivencia entre la población, por mucho que las instituciones catalanas digan que no. Y está pasando factura a todos los niveles. Cuando políticamente avivas un problema y sacas a la gente a la calle, lo difícil es volver a meterla en sus casas. Se han desencadenado dinámicas muy complejas. No hay violencia física, pero sí hay violencia simbólica.