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Actualizado: 07 nov 2020 / 11:25 h.
  • Juan Ortega brinda uno de sus toros a Morante en el festejo del pasado 12 de octubre en Córdoba. / Joaquín Arjona.
    Juan Ortega brinda uno de sus toros a Morante en el festejo del pasado 12 de octubre en Córdoba. / Joaquín Arjona.

La campaña se había fundido a negro sin apenas empezar. La triunfal encerrona goyesca de Esaú Fernández, que había cuidado todos los detalles de ese trascendental compromiso sin poder atisbar el frenazo que se avecinaba, fue el único capítulo taurino de relevancia en la provincia de Sevilla antes de que el estado de alarma pulverizase todos los resortes de la cotidianidad. En el anochecer del 29 de febrero de este infausto año bisiesto, en la placita portátil de Camas, se había acabado todo...

A partir de ahí se desataron los acontecimientos. Sólo una semana después se celebraron en toda España aquellas absurdas e improcedentes manifestaciones feministas que terminaron de prender la mecha de la propagación del coronavirus. Y desde ese punto, no hubo vuelta atrás. La continuidad de la temporada había quedado sentenciada. El día 14 de marzo, un mes después de la presentación de los carteles del abono de Sevilla, se decretaba el estado de alarma que fulminaba todos los planes y como en un efecto dominó, la cancelación sucesiva de todas las ferias, empezando por las Fallas y siguiendo por la de Abril. Sevilla se quedaba sin toros... En esa tesitura, los primeros espadas se retiraron a sus cuarteles en espera de tiempos mejores. Pasaron marzo, abril, mayo, junio, julio... La reactivación taurina, espoleada por la llamada “nueva normalidad” no comenzaría hasta el primero de agosto en Osuna y Estepona.

2020: La extraña temporada de los toreros sevillanos (I)
Maravillosa media de Morante en la corrida del día de la Hispanidad. / Joaquín Arjona

Morante, un veterano en sazón

Antes de que comenzara el fregado, el diestro de La Puebla ya había encadenado los compromisos de Illescas y Olivenza para abrir la temporada y despedir el invierno. A partir de ahí, tocó esperar a tiempos mejores: la temporada taurina se había esfumado. Con la llegada del verano comenzaron los primeros movimientos de trastienda, animados por el espejismo de la ‘desescalada’ y las efímeras medidas de la Junta de Andalucía que permitían abrir las plazas de toros a la mitad de su aforo. Pero ese tímido reseteo tuvo un corto recorrido y quedó prácticamente cortado a raíz de la polémica corrida del Puerto en la que, con Ponce por delante, se anunciaban las dos estrellas más rutilantes del universo taurino hispalense...

José María Garzón, precisamente, había logrado amarrar el nombre de Morante a esa tarde reconvertida –era el estreno de agosto- en el acontecimiento más rutilante de la era pos-covid. Morante fue, precisamente, el autor de la faena de mayor fondo torero a un áspero ejemplar de Juan Pedro Domecq. Pero el lleno aparente en los tendidos –que no era tal- acabaría espoleando los insólitos ataques de ANOET hasta revocar las normas de aforo que había arbitrado la propia Junta de Andalucía para favorecer la reactivación del negocio taurino.

Pero esa restrictiva normativa no ha regido en Extremadura que ha podido abrir las puertas de sus plazas de toros –las pocas que lo han hecho- al 75% de su capacidad. Y Morante estuvo en la miniferia de Mérida cuando agonizaba el mes de agosto. El ciclo había sido organizado por sus apoderados, los hermanos Matilla, e incluía una corrida de Jandilla en homenaje a la memoria de Borja Domecq, uno de los primeros rostros conocidos engullidos por el coronavirus. Fue la misma noche en la que Manzanares indultó al bravísimo ‘Palangrero’ aunque Morante pintó los cuadros más recordados del festejo.

Nuevo frenazo

En esos días ya habían empezado a caerse los carteles montados a caballo de la breve y frustrada reanimación taurina andaluza. El propio Morante estaba anunciado con Roca Rey en Linares y Ronda. El diestro peruano pretendía reaparecer en España después de más de un año de forzada ausencia. Pero el cartel de la Goyesca también ofrecía la demorada revancha con Pablo Aguado, con el que no había vuelto a torear desde su irrupción en la primera fila del toreo el 10 de mayo de 2019. Todo se desmoronó con el nuevo decreto que fijaba la separación de metro y medio de espectador a espectador que, en la práctica, devolvía la temporada al primer estante del congelador.

La suspensión de la Feria de San Miguel se aventó sin que la resurrección del ciclo hubiera llegado a ser anunciada. Algo parecido había pasado en Almería a la vez que se frustraban los planes de Ronda. Pero hubo algún empresario que se resistió a entregar la cuchara. Fue el caso –una vez más- de Garzón, definitivamente rehabilitado en base al informe de la Policía Autonómica que determinaba que se habían tomado todas las medidas preventivas habidas y por haber en la plaza de El Puerto.

2020: La extraña temporada de los toreros sevillanos (I)
El diestro de La Puebla animó la espera de la corrida del 12 de octubre creando esta estampa costumbrista delante del Cristo de los Faroles.

Córdoba: la corrida del año

Pero Garzón no había podido estrenarse aún al frente de la plaza de toros de Córdoba, de la que era flamante empresario. La pandemia también se había llevado por delante la tradicional Feria de la Salud pero el emergente empresario sevillano, asumiendo las estrictas restricciones de aforo, se puso manos a la obra para montar la que, antes de celebrarse, ya era la corrida del año. Ya contamos en su momento la gestación de un evento destinado a conmemorar taurinamente la emblemática fecha del 12 de octubre, día de la Hispanidad, apostando por un cartel inédito y oportuno: Morante y Juan Ortega, mano a mano.

Morante animó el cotarro montando una ‘performance’ de las suyas al hacerse fotografiar montado a caballo y vestido de corto delante del impresionante Cristo de los Faroles, íntimo vértice geográfico, devocional y sentimental de la ciudad de Córdoba. No podía haber más ganas de toros: se vendieron todas las entradas disponibles –algo menos de 3.000 localidades- y se rodeó al evento de una atmósfera de gran acontecimiento en la que sólo fallaron en parte los ‘jandillas’ reseñados por la ocasión. La corrida, en cualquier caso, tuvo un hondo significado taurino. Morante, una vez más, iba a dictar la lección más valiosa de aquella tarde que también implicaba el colofón de su particular campaña.

2020: La extraña temporada de los toreros sevillanos (I)
El diestro sevillano logró unir su nombre al de Morante en la corrida de Córdoba. / Joaquín Arjona.

El caso Juan Ortega: la definitiva faena del año

El emergente diestro Juan Ortega había logrado ‘colarse’ en el mano a mano de Córdoba gracias a las buenas sensaciones que ya había prodigado entre el aficionado pero, sobre todo, después del resonante triunfo logrado en la corrida de oportunidades que se había logrado salvar de la quema en la feria de Linares.

Pero conviene rebobinar ligeramente. Ortega había estrenado el 2020 colocado –por fin- en los carteles de la Feria de Abril. Pero la pandemia dejó todo en papel mojado. Sólo unos días antes de la presentación de esas combinaciones abrileñas había pasado sin demasiado relieve por el ciclo invernal de Valdemorillo. En ese momento quedaban pocas semanas para que la temporada volara por los aires... El contador había vuelto a ponerse a cero para el prometedor diestro sevillano pero, mientras pasaban los meses, el empresario Juan Reverte tuvo el acierto de salvar una de las corridas de la feria de San Agustín, defenestrada inicialmente por las nuevas restricciones de la Junta de Andalucía.

Los anteriores toques de atención del torero sevillano en la plaza de Las Ventas desde el verano de 2018 se vieron confirmados ese 30 de agosto gracias añ faenón al toro de Parladé en Linares. La escasez de festejos y las peculiaridades de esta temporada fuera de guión sirvieron para amplificar y otorgar carácter de acontecimiento a esa actuación que –con las cámaras de Canal Toros por testigo- situaron al joven diestro sevillano en la primera línea de actualidad taurina de un definitivo.

El caso es que Ortega ha convertido este 2020 –tan aciago para casi todos- en el definitivo trampolín de su contrastada calidad. Tenía el don; su nombre se repetía en las conversaciones de los verdaderos aficionados; pero necesitaba de ese empujón definitivo. Ortega hizo el paseo en Córdoba reconvertido en torero de aficionados. La cosa no resolvió en triunfo pero quedaron las sensaciones y, ojo, otra bala en la recámara. La disparó en Jaén el pasado 17 de octubre cuajando la que, a la postre es la definitiva gran faena de 2020. Juan Ortega hizo un monumento al tronco más clásico del toreo con un toro de Victoriano del Río. Ya no hay dudas.