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Actualizado: 03 abr 2020 / 19:02 h.
  • Curro Romero. / Paco Cazalla
    Curro Romero. / Paco Cazalla

No era un secreto pero tampoco habían trascendido demasiados detalles. Desde hace meses se sabía que Curro Romero andaba peleando con algunas dolencias de esa garganta castigada a golpe de Malboro y cargada de más de ocho décadas de vida. Pero su última aparición pública, sin poder pronunciar una sola palabra, había constituido un baño de tranquilidad. Curro recogió el nombramiento de ‘Hijo Predilecto’ de Andalucía en el teatro de la Maestranza. Ya ha pasado más de un mes y entonces no se sabía: lo peor había pasado.

El presidente de la Junta nos había llamado el viernes anterior”, relata Carmen Tello que acompaña a su marido en su domicilio sevillano saliendo lo justo y sin recibir visitas. “En ese momento ni siquiera sabía si iba a poder recoger el nombramiento; había terminado la radioterapia el lunes anterior y lo ha pasado muy mal con los efectos secundarios de esas sesiones, más que con el tumor en sí”, precisa.

El proceso ha sido doloroso pero, afortunadamente, ha podido rematarse con éxito. Pero la dolencia tenía antecedentes: “En diciembre ya le habían quitado un tumor malo que le había salido en la cuerda vocal derecha” relata Carmen Tello. “Después de Reyes fuimos a pasar la revisión de ese nódulo maligno, iba todo perfecto, pero el doctor Esteban encontró algo nuevo”, añade la esposa del Faraón de Camas. Era un cáncer de laringe, aún incipiente y superficial. Romero fue ingresado en Viamed y fue sometido a una biopsia que arrojó el resultado más temido. “Era un tumor maligno pero no había traspasado aún ni se había expandido. La operación era muy agresiva y podía suponer la pérdida de voz así que se decidió hacer este tratamiento”, precisa su mujer.

Recuperación

Los médicos habían advertido a Curro Romero que el tiempo era oro. Había que ponerse manos a la obra lo antes posible. “Empezó en enero y le han dado 38 sesiones de radioterapia”, añade su esposa. “Lo ha pasado mal; los efectos secundarios le han agotado. Llegó a tener que interrumpir las sesiones y así llegamos hasta ese lunes en el que recibió la llamada de Juanma Moreno” recuerda Carmen. “Le tuve que transmitir que él pensaba que podía asistir pero todo dependería como se encontrara en el momento. El tumor ya había desaparecido y avisamos que estaba mucho mejor. Apareció en el teatro pero no pudo hablar ni siquiera quedarse a la copa”.

Ya lo hemos dicho. Lo peor había pasado y el veterano diestro camero ya encaraba su definitiva recuperación. “El día 11 (de marzo) estuvimos en el médico y está recuperado por completo. Ha empezado a recuperar la voz y ahora se encuentra confinado en casa, con un poco de miedo por lo que está pasando”, señala su esposa sin separarse de su lado. “La edad es un factor de riesgo pero se encuentra muy bien; es super fuerte y aunque ha perdido algunos quilos le vienen muy bien para sus pies. El tumor en la garganta ha desaparecido. Lo cogimos a tiempo...”, concluye.

Algunos datos biográficos

Francisco Romero López nació en Camas el 1 de diciembre de 1933. No fue un torero precoz. Antes de decidirse a tomar la espada y la muleta trabajó como jornalero en el cortijo Gambogaz, de Gonzalo Queipo de Llano, y en la farmacia de Camas. El boticario fue, precisamente, uno de sus primeros valedores. Tenía casi 19 años –una edad muy tardía para le época- cuando debutó en público en la placita de la Pañoleta, una edad tardía para la época.

Tomó la alternativa en Valencia 18 de marzo de 1959 de manos de Gregorio Sánchez y en presencia de Jaime Ostos con toros del Conde de la Corte. Confirmó el 19 de mayo de ese mismo año. Su padrino fue el mismísimo Pepe Luis Vázquez. Completaba el cartel su hermano Manolo.

Curro ha sido torero de abismos y cimas, de largas travesías del desierto y luminosas resurrecciones, tan odiado –de boquilla- como amado, la trascendencia de su paso por los ruedos desborda ampliamente lo estrictamente taurino, para convertirse en un auténtico acontecimiento, un hito más del calendario festivo de Sevilla, una figura más de la mitología del ser más íntimo de esta ciudad.

Paradójicamente, su leyenda comenzó a forjarse cuando ganó la irregularidad; espaciando hasta la quimera el famoso tarrito, materializado las más de las veces en un solitario lance, en un fogonazo fugaz que devolvía la ilusión a sus partidarios. En la fase final de su larga andadura por los ruedos hubieron de llegar los noventa para que la demostración de su arte se hiciera más frecuente, siendo su última gran apoteosis la vivida en Sevilla, la temporada del 99 al cortar dos orejas a un gran toro de Juan Pedro, al que toreó de manera excepcional con capote y muleta.

Su leyenda permanecerá siempre en la historia sentimental de la ciudad de la Giralda, especialmente desde que, inesperadamente, concluida la temporada del 2000 y al término de un festival benéfico celebrado en La Algaba anunció su retirada del toreo activo en los micrófonos de Radio Nacional. Convertido en un personaje popular, vive la actualidad entre un reconocimiento generalizado, que ya se vio materializado en una estatua junto a la plaza de la Maestranza.