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Actualizado: 22 nov 2021 / 12:52 h.
  • Foto: Cajasol
    Foto: Cajasol

El recurrente debate ‘toros sí, toros no’ que centraba la programación de la V edición de ‘Letras en Sevilla’ había provocado reacciones encontradas entre la grey taurina, que desconfía de este tipo de vis a vis que no suelen llevar a buen puerto. Pero había que estar. La calidad y cualidad de la mayoría de ponentes y el prestigio de los muñidores del encuentro –Jesús Vigorra y Arturo Pérez Reverte- hacía pensar que aquello no sería el ‘pim, pam, pum’ habitual. Una de las premisas que habían marcado los convocantes era dejar en la puerta vísceras y emociones para centrarse en la argumentación y la razón. La verdad es que el objetivo pudo cumplirse gracias a una cualidad que se echa tanto de menos en la sociedad y especialmente en el espectro político, nutrido de medianías que cacarean al dictado de sus partidos. Hablamos del respeto. Pero eso es otra historia...

El caso es que en dos jornadas repartidas en cuatro sesiones hubo de todo, sin abdicar de ese clima de cordialidad al que no dejaron de apelar los moderadores. Hablaremos más de los nuestros que los de enfrente, que ya tienen suficientes altavoces. Gustó –y mucho- la intervención del escritor y columnista Rubén Amón, que tuvo en la esquina opuesta del ring a una Rosa Montero de debilísimos argumentos que a pesar de militar en el bando ‘anti’ deleitó, paradójicamente, con sus propios recuerdos taurinos familiares. La Montero trazó una bella estampa costumbrista en torno a la salida para la plaza de su padre, el célebre banderillero Pascual Montero.

Hubo otras intervenciones de un lado y otro y, en general, escasa radicalidad. Sorprende escuchar a algunos detractores de la fiesta que no abogan, ni de lejos, por su abolición política. Un mundo así es mejor para todos y un paso previo a una tolerancia que es del todo imposible en ese escenario, soñados por otros (u otras), en los que unos españoles pueden decidir sobre los gustos de otros con un referéndum envenenado que es la antítesis de la libertad. Así no...

De Espartaco, Paula y el eterno debate entre ‘pros’ y ‘antis’
El veterano diestro sevillano realizó un hermoso canto de amor al toro y al campo. Foto: Cajasol

El buen gusto de Espartaco

Pero si hay que rescatar un momento hermoso del programa –también figuraban los nombres de Antonio Lucas, Eduardo Galán, Espido Freire, Joaquín Moeckel, Juan Ignacio Codina, Beatriz Badorrey y Nuria Menéndez de Llano- fue el sencillo y bellísimo alegato de Espartaco, viejo conocido de Arturo Pérez-Reverte que lo acompañó durante dos intensas semanas de hoteles, ventas, carreteras y plazas de toros en los años de reinado absoluto del diestro de Espartinas para escribir un recordado reportaje titulado ‘Los toreros creen en Dios’. Juan Antonio Ruiz Román, reconvertido en ganadero de reses bravas, habló de sus toros y sus vacas con el amor sencillo, desprovisto de ternurismos que sólo saben mostrar las gentes del campo: “Para que salga un toro a la plaza tienes que mantener a la abuela, al abuelo, al padre, a la madre, a la hermana de un año, la de dos años, al hermano de un año... Cuando vuelves de la plaza de ver la lidia de un toro estás en contacto con su familia y gracias a eso la ganadería sigue hacia adelante...” No hay más preguntas, señoría. Pero el programa preparado por Jesús Vigorra y Pérez-Reverte incluía una apuesta llena de riesgo...

¿Genio u ocaso?

La puesta en escena paulista tiene precedentes. La actuación estelar del torero en el Parador de Ronda ya pertenece a la memoria doméstica de este país. “Yo me voy a Jerez de la Frontera, donde se comen las papas enteras”, espetó a la alcaldesa de la ciudad del Tajo después de boicotear el acto de presentación de un libro de su propio hijo. Después llegaron algunas embestidas –sin venir a cuento- contra personas que habían estado muy pendientes de su situación, como el ganadero y rejoneador Álvaro Domecq Romero. No se libró de aquella quema el mismísimo Curro Romero –Paula le llamó “ratero”- que hizo honor a su fama de hombre bueno olvidando la cuestión. El camero aceptó sentarse en la misma mesa que el jerezano para presentar otro libro de Jesús Soto, el hijo de Paula. Lo hizo por el hijo; sólo por él. Fue en la Caja Rural, en febrero de 2017. Entonces quedó claro que era mejor quedarse con el mito que con la realidad de un torero que había llegado a inspirar al mismísimo Bergamín.

El largo introito viene a cuenta de la participación de Rafael de Paula en la primera jornada de ese programa de ‘Letras en Sevilla’. Paula contó con un público predispuesto a vivir un baño de genialidad –le aplaudían hasta lo más chusco o zafio- que podríamos dejar en un nuevo ejercicio de dadaísmo. Los que ya andaban en el paño, andaban –andábamos- agarrados a la silla, esperando el desenlace de un discurso incoherente y desordenado en el que llegó a proclamar su primacía sobre el mismísimo Juan Belmonte. ¿Merece la pena volver a exponer las ruinas de este torero de culto? Que cada uno saque sus propias conclusiones...

Otras cosas para concluir

Nos vamos, haciéndonos eco de los últimos cambios de apoderamiento. Ya sabíamos que Paco Ureña había reseteado su relación con Juan Diego después de partir peras con los Lozano pero mucho más llamativa es la elección de Antonio Ferrera que había enviado un motorista a Simón Casas y ha deshojado la margarita en favor de Cristina Sánchez. ¿Y por qué no? Sobra el ridículo alegato feminista con el que ha querido justificar la decisión. No se trata de que sea una mujer o un hombre sino de que tenga la solvencia necesaria para ejercer la función que se le encomienda. Se le supone de sobra. Lo demás son pamplinas y sobreactuaciones. Por cierto, aquí no se para. Este mismo lunes se presenta en Cajasol el documental sobre Joselito que ha dirigido Sonia Vega con la producción de Ilustrágora. Se solapa prácticamente con la entrega de los premios correspondientes a la temporada 2019 del Hotel Colón, que recupera el tiempo perdido por culpa del covid. Que siga la marcha.