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Actualizado: 21 nov 2020 / 11:19 h.
  • Imagen de la boda de Rafael El Gallo y Pastora Imperio en la iglesia de San Sebastián de Madrid. Foto: archivo A.R.M.
    Imagen de la boda de Rafael El Gallo y Pastora Imperio en la iglesia de San Sebastián de Madrid. Foto: archivo A.R.M.

Rafael Gómez Ortega, que aún se anunciaba como Gallito en los carteles, era un diestro de fama en los albores del siglo XX. Había tomado la alternativa el 28 de septiembre de 1902 en la plaza de la Maestranza de manos de Emilio ‘El Bomba’ y era una figura más que consagrada en los albores de la temporada de 1911, la única en la que ejerció –brevísimamente- como hombre casado después de su matrimonio con la célebre artista Pastora Imperio. El enlace se verificó el 20 de febrero de aquel año en un relativo secreto pero, sobre todo, venciendo la férrea oposición familiar de ambas familias. Ojo: Rafael era hijo del matador de toros Fernando Gómez ‘El Gallo’; Pastora, de la celebérrima bailaora gaditana Rosario Monge ‘La Mejorana’. Se trataba de dos personajes de indudable atractivo personal -más allá de sus respectivas carreras artísticas- que habían cruzado sus existencias algunos años antes...

Un reciente –y excelente- artículo escrito por Manolo Bohórquez dentro de la serie ‘Oro’ de la web www.expoflamenco.com ha refrescado la memoria de esa historia apasionante que suma amores y personalidades irrepetibles en un tiempo –seguramente más libre, creativo y desenfadado que este primer cuarto del siglo XXI- que no siempre fue como nos han contado. Pero merece la pena ahondar aún más en las circunstancias que rodearon aquella boda convertida en un secreto a voces y la inmediatez de su disolución que, quién sabe, quizá tuvo mucho que ver en la forja de la extraña y definitiva personalidad de Rafael, un personaje fuera de catálogo que nada tiene que ver con la caricaturización de su figura que ha llegado hasta nuestros tiempos.

La huida

Dicen que el flechazo entre Rafael y Pastora –que en aquel momento tenía 19 años y una belleza arrebatadora- se produjo en el café Novedades de Sevilla, en la que era artista de plantel. Los dos –el torero y la jovencísima bailaora- tenían la edad en la boca y nada en el mundo podía parar aquella pasión que se unía a sus respectivas auras de artistas. De alguna manera, estaban repitiendo la propia historia de Fernando El Gallo, padre de Rafael, que se fugó a los Madriles con la Gabriela –otra excelente bailaora del vivero flamenco de Cádiz y más que conocida de La Mejorana- para consumar un amor que encontraba tantos impedimentos en la Sevilla decimonónica. Libertad pura y dura. ¿No?

¿Qué más podían desear en el mundo aquellos dos jóvenes? Posiblemente no esperaban la reacción hostil que se operó en ambas familias a la vez que se consolidaba el idilio. Hubo demasiados gestos torcidos cuando se supo que la cosa se estaba embalando. Doña Rosario Monge, la gran Mejorana, no podía digerir aquellos amores. La gran bailaora gaditana había sido amante del padre del torero, Fernando El Gallo, antes de decantarse y emparejarse con el sastre taurino Víctor Rojas, padre legal de Pastora y un auténtico guaperas de la época. Pero las lenguas más afiladas y los cuchicheos de las esquinas iban más lejos...

El Gallo, Pastora Imperio y la sombra inquietante de la Mejorana (I)
Fernando Gómez ‘El Gallo’, padre de Rafael, en los tiempos en que pudo conquistar a La Mejorana. Foto: Academia de Historia

La historia se repetía. Pastora y Rafael acordaron burlar esa hostilidad familiar marchándose a Madrid para consumar su amor. Pero aquel secreto no podía ser tal. El asunto había empezado a trascender a la prensa, que hace más de un siglo ya reservaba espacio para estos asuntos del corazón. Para evitar miradas indiscretas, los inminentes esposos subieron al Expreso de Madrid en la antigua estación del Empalme de San Jerónimo y, llegados al Foro, no tuvieron más remedio que alojarse en habitaciones separadas del Hotel Inglés ante las crecientes habladurías y la presión mediática.

La familia se puso en marcha. Rosario la Mejorana no dudó en coger el siguiente tren para plantarse en Madrid. Quería llevarse de vuelta a su hija de vuelta a Sevilla. Pero los acontecimientos iban a acabar dando la vuelta... La boda, de alguna manera, casi se improvisó. En la mañana del enlace se recibió un telegrama en el que se detallaba el derrumbe del estado de salud de Víctor Rojas, padre de Pastora, que resolvió volver a Sevilla. Sólo quedaba una salida para resolver el entuerto sin romper la pareja: casarse...

Y se casaron, aquel 20 de febrero del lejano año de 1911. El Gallo vestía un traje negro y se tocaba con un fieltro cordobés de alas muy cortas. Negro también era el traje nupcial de Pastora, que dejó el blanco para el velo que le cubría la cabeza y caía sobre sus hombros. El enlace se celebró en la madrileña iglesia de San Sebastián, la misma en la que había sido bautizado el propio Rafael 29 años antes. La Mejorana, que había llegado de Sevilla con otras intenciones, acabó convertida en madrina improvisada del enlace junto al diestro Minuto. Pero algo fatal gravitaba sobre aquella unión que se celebró, de tapadillo, en una de las capillas laterales del templo de la calle Atocha.

El Gallo, Pastora Imperio y la sombra inquietante de la Mejorana (I)
La Mejorana, ya en su madurez, junto a sus hijos Pastora y el guitarrista Víctor Rojas. Foto tomada del libro ‘Arte y artistas flamencos’.

En voz baja...

Eso sí, no faltó la fotografía de rigor, aireada en la prensa. A partir de ahí se eleva un velo de misterio en torno a un brevísimo matrimonio que ya estaba roto al poco de celebrarse y se dio por concluido antes de las navidades de aquel mismo año. Hablan de presuntos malos tratos, del choque de dos personalidades contrapuestas, del férreo control marital de Rafael sobre una persona con un concepto de libertad que ahora nos parecería moderno, de las incipientes rarezas del torero... Pero hay quién susurra, siempre en voz baja, que aquel matrimonio ni siquiera llegó a consumarse.

Lejos de afligirse, el extraño y trepidante final del matrimonio fue un acicate taurino para Rafael, que en la temporada de 1912 –la de la alternativa de su hermano José- alcanzaría la cifra de 74 corridas toreadas. No faltó un fracaso estrepitoso en Madrid que el mayor de los Gallo resolvió triunfando por todo lo alto el día de San Isidro con un toro de Aleas delante de Bombita y Vicente Pastor. Pero el año de 1912 iba a ser pródigo en acontecimientos que, de una u otra forma, seguían vinculados con el célebre torero y, posiblemente, con la disolución de su enlace con Pastora Imperio. La Mejorana, genio y figura, acordó contraer un demorado matrimonio con su compañero –entre idas y venidas- de más de tres décadas: el sastre taurino Víctor Rojas que, a sus sesenta años, tenía de cara a la parca y quería poner orden en esa unión llena de dientes de sierra. (CONTINUARÁ ESTE DOMINGO).