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Actualizado: 04 ago 2020 / 09:54 h.
  • El diestro David de Miranda durante la corrida mixta celebrada esta tarde en la plaza de toros La Merced, en Huelva. / Efe
    El diestro David de Miranda durante la corrida mixta celebrada esta tarde en la plaza de toros La Merced, en Huelva. / Efe

En los comentarios previos pesaban los comentarios improcedentes de cierta autoridad que perdió la oportunidad de obrar y hablar a la altura de las circunstancias. El asunto se notó en el celo de la policía y el propio personal de la plaza para que el público ocupara las localidades acotadas. En el Congreso de los Diputados, por cierto, no lo hacen. Todo sea por aplaudir al jefe. Pero había otros asuntos para entretener la espera como la nefasta e improcedente salida del país del mejor Rey que ha tenido España. No deja de ser una derrota colectiva de un orden y unos valores en los que, ojo, también entran los toros...

Pero hay que descender a terrenos más prosaicos. Cierto personal también oteaba los tendidos para buscar –y encontrar- la belleza fragante de la tal Ana Soria que, con Enrique Ponce, se ha convertido en el perejil de todas las salsas veraniegas de este infausto bisiesto. ¿Escribiría el valenciano su inicial en el albero choquero? Pues qué más nos da... Enrique, que vestía el inquietante terno azabache del percance de Valencia, sorteó en primer lugar un precioso 'juampedro' al que recibió con estupendos lances a pies juntos. El toro mantuvo un excelente tranco en banderillas pero después del brindis se puso en reserva. Con esos mimbres, el valenciano construyó una faena en la media altura, compuesta en las formas y de gran fondo técnico, que careció de lo esencial: la gasolina del toro. Tuvo que esperar dos horas y cuarto a que saliera el sexto, un toro basto al que volvió a cuajar de capote antes del grandioso puyazo de Palomares. En el segundo tercio confirmó que no iba a ser gran cosa -topaba más que embestía- por más que se esforzó su matador, que se acabó pasando tela de rosca.

El segundo infante de la interminable tarde era Sebastián Castella, frío con el percal. La cosa sí se calentó, y de qué manera, en un fulgurante inicio de faena marcado en un palmo de terreno enroscándose al toro por completo. El cuerpo central de la faena no mantuvo un tono tan explosivo aunque pudimos la mejor versión del francés que tuvo delante un toro sobrado de sosería al que cortó una oreja sin mayor historia. Le quedaba el séptimo, otro petardo de animal, que se acabó después del péndulo y los alardes de ordenanza.

Llegaba, con casi hora y media de corrida en la talega, el turno de David de Miranda, valentísimo en un quite de frente por detrás en el que aguantó un angustioso parón de su enemigo. El bicho, como el resto de la tropa, llegó con las fuerzas justas al último tercio. Hubo sincera entrega en los estatuarios iniciales antes de torear sobre la cintura, siempre muy cruzado, y comprobar que el toro -otro más- había echado el ancla. Poco se podía esperar del último de la noche que, como toda la piara, sólo sirvió para filetes y para pegar puñetazos en la muleta de su matador. El de Trigueros se la jugó de verdad sabiendo que no iba obtener ningún rédito. Tampoco nos libramos de los inevitables fandangos.

No, no nos olvidamos del rejoneador Andrés Romero, que despachó sendos ejemplares de San Pelayo. El primero, una preciosa pintura de su casta murubeña, tuvo tanta calidad como pocas fuerzas aunque permitió lucir la pureza del rejoneo del jinete de Escacena del Campo que equilibró clasicismo, heterodoxia y una indeclinable voluntad de triunfo. Eso sí, se pasó de metraje. El quinto se lo brindó a Perera, grandioso triunfador de la jornada anterior, para repetir punto por punto los mismos argumentos sin refrendo con el acero. Eso sí, en esos momentos la corrida pesaba como una losa. Aún quedaban tres...

FICHA DEL FESTEJO, 2ª DE COLOMBINAS

Ganado: A pie se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domecq, algo justos de presentación y muy descastados. El primero resultó noble y blando; soso el segundo; aplomado el tercero; basto y descompuesto el cuarto; nulos quinto y sexto. En la lidia ecuestre saltaron dos toros de San Pelayo, manejables.

Actuantes: El rejoneador Andrés Romero, con guayabera de terciopelo azul, oreja y ovación

Enrique Ponce, de blanco y azabache, ovación tras aviso y ovación

Sebastián Castella, de aguamarina y oro, oreja y ovación

David de Miranda, de verde hoja y oro, oreja y oreja-

Incidencias: La plaza aparentaba dos tercios de entrada atendiendo a la reducción obligada de un 50 % del aforo. Chacón saludó tras banderillear al séptimo. Destacó Palomares a caballo.