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Actualizado: 12 jun 2021 / 18:01 h.
  • La ‘Corrida Mundial del Siglo’, 50 años después

En 1971 se vivían tiempos de cambios: en lo social y lo político y también en lo taurino. El toreo estaba despidiéndose de toda una época mientras se preparaba la llegada del llamado toro del guarismo y, con él, de una nueva hornada de toreros que no lo tuvieron nada fácil, acosados por una prensa pretendidamente integrista que sólo quería ver fraude en todos lados. 1971 también fue el año de la retirada de Antonio Ordóñez, la reaparición de Antonio Bienvenida y también la Luis Miguel Dominguín, vestido con aquellos trajes abocetados por Picasso que abrigaron su última etapa en los ruedos. Pero en aquel año que estrenaba década también hay que anotar el polémico rabo cortado por Palomo Linares –y el último concedido hasta ahora- en la plaza de Las Ventas...

Hay un acontecimiento más, que de alguna manera, sigue encastrado en la memoria de un país que entonces tenía mucho menos complejos y, seguramente, una mayor libertad de pensamiento. Había concluido la década prodigiosa y aquella España empezaba a mirar de reojo la inminente transición política mientras contemplaba los últimos años de vida del general Franco. Este domingo, día 13 de junio, se cumplen 50 años exactos de la llamada ‘Corrida Mundial del Siglo’ un festejo taurino organizado en la plaza de toros de Jaén para ser retransmitido por primera vez a todo el mundo por vía satélite apoyándose en la estrella rutilante de Manuel Benítez ‘El Cordobés’ que estaba a punto de cerrar su primera etapa profesional en los ruedos después de pulverizar todos las marcas conocidas.

Del Santo Reino a Nueva York

“Fecha histórica en Jaén”, tituló el no menos histórico semanario taurino ‘El Ruedo’ en su edición del 15 de junio de aquel lejano 1971 certificando que el alma organizativa del evento había sido el mismísimo Cordobés, que había escogido personalmente el escenario para el acontecimiento además de sus dos compañeros de terna, Santiago Martín ‘El Viti’ y José Fuentes, y los toros de Carlos Núñez, hierro fetiche de Benítez. ¿Qué tuvo de singular aquel festejo? Se trataba de la primera corrida de toros preparada exclusivamente para su retransmisión televisiva –vía satélite- a todos los rincones del planeta. Pero aquella emisión pionera tuvo encontró un eco especial en Estados Unidos, especialmente en la ciudad de Nueva York donde cobró carácter de acontecimiento ciudadano la emisión de la corrida en cuatro grandes pantallas instaladas en el Madison Square Garden.

De hecho, en las vísperas del festejo se llegó a rebautizar la plaza neoyorquina de Pensylvania, ubicada frente al Madison Square Garden, como ‘Plaza de Toros’ en conmemoración de esa retransmisión televisiva, absolutamente pionera. El cambio de nombre se verificó en medio de una ceremonia presidida por un tal Bud Palmer, relaciones públicas de la ciudad de los rascacielos, en la que no faltaron trajes regionales y hasta una degustación de sangría. Paralelamente, una funcionaria del Ayuntamiento de Nueva York llamada Margarita Martínez iba a viajar hasta Jaén para presidir honoríficamente el festejo atendiendo a la invitación del alcalde de la capital andaluza, Ramón Calatayud, que antes de su inicio hizo entrega a El Cordobés de una placa de oro en agradecimiento por haber escogido la capital del Santo Reino como escenario de aquel acontecimiento sin precedentes. La tal Margarita Martínez, que era de origen puertoriqueño, había sido escogida por la empresa promotora del evento –Management System Corp- “para representar simbólicamente a los millones de televidentes de Nueva York y del resto del país que presenciaron, en distintas salas cinematográficas, la proyección de la corrida, televisada en pantalla gigante, en color” destacaba la crónica publicada en ‘El Ruedo’.

El resultado artístico del evento, que fue nocturno, respondió a la expectación levantada dentro y fuera del coso de Jaén, que abarrotó por completo sus localidades. Los toros de Núñez se prestaron al lucimiento y El Viti, que ya había toreado otra corrida de toros ese mismo día en Granada, se marcharía de la plaza con dos orejas y el rabo. El Cordobés cortó cuatro y un rabo y tres fueron las que lucró Fuentes en medio de una auténtica apoteosis. En la crónica de ‘El Ruedo’ se llegaba a afirmar que el festejo había abierto “la era espacial de las corridas de toros” e incluso se llegaba a aventurar que “que en lo sucesivo se podrá hablar del toreo antes y después de su primera retransmisión mundial, vía satélite, desde la plaza de de Jaén”.

Vísperas de una retirada

¿Por qué había escogido El Cordobés la plaza de Jaén para ese acontecimiento? Seguramente tuvo que pesar su gran éxito del año anterior. Manuel Benítez había clausurado la temporada de 1970 en el mismo escenario, encerrándose en solitario con otros siete toros de Carlos Núñez a los que cortó once orejas y un rabo protagonizando la famosa y polémica anécdota de subirse a los lomos del sexto durante la faena de muleta. Fue el colofón de un año en el que El Cordobés pulverizó todos los records taurinos habidos hasta ese momento al vestirse de luces en 121 ocasiones. Ya había alcanzado la cifra de 111 corridas en 1965 superando la marca de 109 funciones taurinas que había fijado Juan Belmonte en el lejano año de 1919. Aún quedaban algunos años para Jesulín de Ubrique alcanzara la cifra desorbitada de 153 y 161 corridas en las temporadas de 1994 y 1995.

El evento, más allá de su dudosa continuidad, marcó un antes y un después en la historia taurina e incluso en la propia vida social de la capital jienense, que se vio desbordada por la gran cantidad de corresponsales –nacionales y extranjeros- que se desplazaron para cubrir el evento pero su trascendencia iba a ser mucho mayor gracias a las cámaras de televisión. Lo que nadie podía atisbar en ese momento es que Manuel Benítez dejaría de torear al final de la temporada de 1971 sin anuncio previo de retirada. El Cordobés se vistió por última vez de luces el 21 de septiembre en la plaza de toros de Oviedo –hoy abandonada y en espera de rehabilitación- junto a los diestros aragoneses Fermín Murillo y Raúl Aranda. Iniciaba un largo eclipse que sólo culminaría ocho años después con su reaparición en Benidorm. La década prodigiosa, entonces sí, ya sólo era un recuerdo.