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Actualizado: 30 dic 2019 / 11:18 h.
  • Plaza de Toros de la Maestranza. / El Correo
    Plaza de Toros de la Maestranza. / El Correo

Con este Observatorio despedimos el año y, de alguna manera, damos la primera bienvenida al que vendrá. 2019 no fue un año más en el toreo: los movimientos en la primera fila del frente han hecho patente que nada es eterno. Los grandes han aguantado los envites y han defendido –a veces contra toda lógica empresarial- su altísima cotización, forjada en aquellos años de vino y rosas en las que los billetes no eran problema. Pero hay una nueva baraja de matadores, con Roca Rey y Pablo Aguado a la cabeza, que ya han obligado o terminarán de obligar a la patronal a marcar otras rayas en ese escaso pastel que es la actual economía del toreo. Ése es el problema de fondo: la tarta es la que es y cualquier comensal nuevo con verdadera autoridad obliga a un complejo ejercicio contable que enseña algunas vergüenzas del negocio. Ahí está el ejemplo del torero que, a la postre, podemos considerar verdadero triunfador de la temporada. En una recentísima entrevista concedida al semanario Aplausos, Paco Ureña mostraba algunos condicionantes de su ruptura con los anteriores mentores y su nueva etapa en manos de un empresario emergente como José María Garzón, que también ha asumido el reto de sacar a flote el Coso de Los Califas de Córdoba. El caso es que Ureña se duele de que, a pesar de los premios y reconocimientos a su gran temporada, sigue sin entrar en según qué carteles. El murciano querría haber toreado más de lo que lo ha hecho y habla de ese “respeto” que invocan los toreros cuando saben que han pasado una raya invisible. “Es surrealista que con la temporada que he hecho y la de percances que ha habido solo haya toreado dos sustituciones y matado veintinueve corridas de toros” insiste el triunfador de la temporada. Llegados a este punto hay que hablar de apuestas. Urge una modificación del argumento de ciertos carteles para dar sitio a estos toreros que necesitan asentar su plaza en las ferias. La baraja es amplia aunque el gusto del aficionado no siempre va unido al tintineo de las monedas en las taquillas. Ése será el principal reto de las empresas –si están dispuestas a asumirlo- para el año 2020.

Observatorio taurino: Un año que va y otro que viene

Más cosas del año Gallito

Pero hay otros temas que contar, como la ebullición que ya rodea a ese año ‘Gallito’ que estamos a punto de estrenar. A la comisión de actos creada en Sevilla por la Hermandad de la Macarena y la Cátedra Sánchez Mejías hay que unir la que ya funciona en Madrid, catalizadora de los actos paralelos que se celebrarán en la capital del Reino. Al hilo de este renacimiento ‘gallista’ hay que recoger un interesante dato que refrescaba el periodista valenciano José Luis Benlloch. El boceto del gran monumento que se está cociendo en los talleres de Manuel Martín Nieto bajo el patrocinio de la cofradía de San Gil está basado en una conocida fotografía del coloso de Gelves. Menos conocidas eran las circunstancias en las que se inmortalizó esa histórica imagen, tomada por Martín Vidal Romero –cabeza de una conocida dinastía de reporteros gráficos valencianos- la tarde del 26 de octubre de 1913 en la plaza de toros de la capital del Turia. La fotografía retrata a un Joselito juvenil y sonriente, montera en mano, que encabeza el paseíllo para estoquear en solitario seis toros de Guadalest. Era el cierre de su temporada, la primera completa como matador, y el certificado de su ascensión a la cumbre.

De la Edad de Oro a la Edad de Plata

Diez días antes se había producido el doctorado de Juan Belmonte en Madrid. Algo estaba a punto de cambiar. La simbiosis de ambos monstruos fue el hilo conductor de la llamada Edad de Oro del toreo, sentenciada en Talavera de la Reina el 16 de mayo de 1920. Un siglo después nos disponemos a hacer memoria viva de aquel tiempo apasionante que no se puede deslindar de la efervescencia cultural y artística que se vivió en España entre la Gran Guerra europea y la Guerra Civil. El toreo navegó como una vanguardia más, marcando los caminos por los que iba a transitar el oficio en las décadas siguientes. La alternativa y la muerte de José marcan simbólicamente el primer capítulo de ese fecundo periodo que también tuvo sus epígonos en la llamada Edad de Plata, fulminada en otro hecho de resonancias simbólicas: es otra muerte trágica, la de Ignacio Sánchez Mejías después de la tremenda cogida de Manzanares. Es tan curioso como aterrador. Ignacio quiso emular a José en todo pero sólo le quedaba morir en una plaza. El año 2020 será una buena oportunidad para profundizar en todo ello reivindicando el hondo significado cultural, histórico –y por supuesto taurino- de la efeméride. Estamos preparados. Feliz año 2020.