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Actualizado: 03 feb 2020 / 12:27 h.
  • Resurrección: los efectos colaterales

Resumen de los hechos...

Fue la comidilla taurina de la pasada semana y lo seguirá siendo algún tiempo más: el pulso entre Roca Rey y Pablo Aguado en torno a la confección del cartel del Domingo de Resurrección acabó decantándose del lado del peruano. Ya saben de sobra la película: la corrida de Garcigrande se había convertido en una estaca inamovible desde el comienzo de la negociación. La había impuesto Roca y Aguado no la quería lidiar. A partir de ahí –sin olvidar que el gerente de la empresa Pagés es el apoderado del diestro limeño- se sucedieron los acontecimientos a cuentagotas aunque todo se precipitó después de saber que El Juli evitaba entrar en el fregado y que Morante –apoderado por el astuto y silente Toño Matilla- aceptaba la fecha pero, sobre todo, los toros. Los ‘gracigrandes’ se quedaban donde estaban y Pablo Aguado, fuera de ese cartel para el que había contado desde el segundo uno en las quinielas de los aficionados. Paralelamente se gestaba la entrada de Alejandro Talavante que, a priori, no estaba –tampoco se le esperaba- en tan emblemática fecha después de ese año en barbecho forzado por su fracasado final de la temporada 2018. El caso es que el asunto había atrancado la gestación habitual de la feria sin que se produjeran las habituales filtraciones y el clásico chorreo de ternas y ganaderías. Se sigue sabiendo poco, más allá del probable encaje del propio Aguado en las corridas de Jandilla y Victoriano del Río; las posibles cuatro tardes que se ajustarán a lo largo del abono Roca y Morante y algún cartel suelto ajeno al verdadero espinazo del esperado ciclo abrileño. Los carteles, en cualquier caso, ya no pueden tardar. El calendario litúrgico y los plazos administrativos apremian.

... y sus consecuencias

Los aficionados pueden sacar sus propias conclusones pero a nadie se le escapa que Roca Rey y la propia empresa pueden echarse a la gente encima con una maniobra que sólo sirve para confirmar una certeza: el limeño no puede ver a Pablo Aguado ni en pintura. El baño oceánico del 10 de mayo sigue pesando como una losa; más que aquella clamorosa petición de rabo que quedó diluida por el gran acontecimiento de aquel inolvidable Viernes de Farolillos. Las cosas son así. La gente quería verlos juntos y con Morante por delante el próximo Domingo de Resurrección pero Roca –que no ha vuelto a cruzarse con su rival- ha disparado un tiro innecesario en el pie de su popularidad poniendo todos los palos posibles en la rueda para evitar la coincidencia. ¿El cartel resultante es bueno? Es excelente, qué duda cabe, pero no tiene nada que ver con el argumento interior de la fecha. La negociación, incidimos en el dato, estaba mediatizada por la doble condición de empresario y apoderado de Ramón Valencia. La verdad sea dicha: no era fácil ordenar los planetas. El gerente de Pagés tenía que equilibrar la presión del público y los aficionados con la de su propio poderdante que, no se olvide tampoco, es que detenta mayor tirón en las taquillas. ¿A quién contentar? ¿Esperar a que pasara el chaparrón y calmar la trastienda del peruano? Son preguntas que tienen fácil respuesta.

Talavante entra en escena

La compañera Rosario Pérez había sido la primera en advertir en ABC del hipotético acercamiento entre Roca Rey y Talavante en una información –publicada el 30 de agosto- a la que, ésa es la verdad, no se le terminó de dar demasiado pábulo. Pero los hechos recobran ahora una verosimilitud que podría apuntar a una estrategia mucho más alambicada para dejar en la orilla al nuevo paladín de la afición sevillana. Pérez hablaba entonces y lo vuelve a hacer ahora de la enigmática cita entre ambos toreros en la finca oliventina del torero extremeño. En esa hipotética simbiosis pesarían otros condicionantes: Talavante no es un torero taquillero; Roca sí lo es. Todos ganan algo en la presunta simbiosis que los va a juntar, por ahora, en Sevilla y Mont de Marsan. Una cosa sí está clara: el bandazo del diestro de Badajoz ha dejado en paños menores la cacareada reaparición del Sábado Santo en Arlés, sólo 24 horas antes de hacer el paseíllo en la plaza de la Maestranza. Juan Bautista presumía de haberse llevado el gato al agua pero no contaba con los que maullaban en las barrigas de algunos... Y hablando de gatos, sólo había uno encerrado: ¿entre todas las corridas reseñadas por la empresa Pagés –algunas en doble sesión- sólo había sitio para la de Garcigrande en Resurrección? Ahí ha estado maullando el minino. Un mes entero.