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Actualizado: 31 ago 2018 / 07:00 h.
  • Rivera Ordóñez ‘Paquirri’ se retiró del toreo el pasado año en Ronda. / Arjona
    Rivera Ordóñez ‘Paquirri’ se retiró del toreo el pasado año en Ronda. / Arjona

Todo está listo. La plaza de la Real Maestranza de Ronda ya luce sus mejores galas para acoger la LXII Corrida Goyesca. Será la primera que organice Francisco Rivera Ordóñez después de retirarse en este mismo ruedo el pasado año. Pero el último Paquirri ya había asumido la responsabilidad de organizar este festejo inimitable hace 20 años a la muerte de su abuelo, el gran Antonio Ordóñez. Fue el maestro de Ronda el que otorgó definitivo carácter a este acontecimiento que constituye un homenaje a su dinastía.

Francisco Rivera ha juntado en el mismo cartel a Morante de la Puebla, su hermano Cayetano y la gran sensación del momento, ese vendaval peruano que se llama Andrés Roca Rey, que debuta en la Maestranza de piedra. Delante tendrán un encierro de Juan Pedro Domecq y Parladé. Eso sí, habrá que esperar hasta el último momento para saber si Cayetano, que arrastra las secuelas de la dolorosa fractura de dos costillas, está listo para enfundarse el traje de majo en el solar de sus mayores. La Feria de Pedro Romero se abrirá hoy mismo con una novillada coral con picadores en la que se anuncian Javier Orozco, David Bolsico, Alfonso Cadaval, Toñete, Ángel Téllez y Alfonso Ortiz. Los utreros pertenecen a la divisa de Río Grande. El ciclo rondeño se cerrará el domingo con la XXXVII Corrida de Rejones. Rui Fernandes, Diego Ventura y Leonardo Hernández lidiarán una corrida de Benítez Cubero.

Hablar de la goyesca es, al fin y al cabo, hacer un repaso a más de seis décadas de toreo y fidelidad a un apellido: el de los Ordóñez. La primera Goyesca se celebró, sin vocación de continuidad, para conmemorar el segundo centenario del nacimiento del mítico diestro rondeño Pedro Romero. Fue en 1954, acartelando al Niño de la Palma (hijo), César Girón y Antonio Bienvenida. La idea reverdecería en 1957, consagrando su continuidad, en manos de Antonio Ordóñez. Desde entonces sólo se ha interrumpido, por obras en la plaza, en 1963 y en coincidencia con la primera retirada del maestro. Ordóñez llegó vestirse de majo -casi siempre de blanco con pasamanería negra- hasta dieciocho veces. Las primeras goyescas reeditaron el formato de corrida concurso y Antonio Ordóñez alternó con toreros como Rafael Ortega, Aparicio o Bienvenida. Sólo falló a la cita en 1961. El año anterior había sido testigo de la alternativa de Paula de manos de Julio Aparicio

1964 marca el nacimiento de una nueva etapa: Antonio vuelve a ser fijo en los carteles en el lustro prodigioso que finaliza en 1969. Ha cambiado la baraja: repiten Bienvenida o Aparicio pero ya aparecen los nombres de Miguelín o Palomo Linares. El maestro de Ronda no compareció en 1970. Tampoco lo hizo en 1971, año de su auténtica retirada en San Sebastián. Pero Ordóñez volvió a prepararse a fondo para volver a su festejo más querido en 1972, mano a mano con Bienvenida. Llegó a matar más de 50 toros a puerta cerrada antes de volver a enfundarse el traje goyesco. Retirado de la guerra de la temporada, su comparecencia anual en Ronda se convirtió en una auténtica peregrinación de aficionados de todo el mundo que lo vieron alternar con matadores de la talla de Paquirri o Camino -bases de este periodo- además de Curro Romero o Manzanares, que se convertiría en el torero más recurrente de las goyescas de la década siguiente.

Pero Ordóñez volvió a tomar distancia en 1978 y 1979. Los carteles experimentaron un extraño bajón de calidad que se recuperó por completo en 1980, año del recordado mano a mano entre el mismísimo maestro y su yerno Paquirri. Ésa fue la última Goyesca del genio de Ronda, que también tenía previsto actuar en la de 1981 -año de su frustrada reaparición- aunque se hizo sustituir por El Cordobés. Ordóñez se consagró a la organización de un evento al que le costó recuperar su ausencia. Francisco Rivera Ordóñez actuó por primera vez en la Goyesca en 1996. Su abuelo organizó la última dos años después. El último Paquirri es, desde entonces, el alma del evento.