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Actualizado: 25 ene 2021 / 13:05 h.
  • Exhibición de toreo de salón organizada por la empresa Pagés en los jardines de la Buhaira en enero de 2016. Foto: Pepo Herrera
    Exhibición de toreo de salón organizada por la empresa Pagés en los jardines de la Buhaira en enero de 2016. Foto: Pepo Herrera

Malos presagios...

La cosa pinta fea. Una semana más tenemos que redundar en el asunto sin perder de vista las cifras y las letras de esta pandemia que sigue en apogeo. El fantasma del colapso empieza a rondar a los hospitales; la cifra de contagios es un desmadre y el goteo de muertes –números que esconden dramas y mucho dolor- sigue certificando que queda mucho, muchísimo camino que recorrer antes de enarbolar la bandera de la victoria y adivinar una tímida normalización de la vida cotidiana. Y ahí también entra el toreo. Enero ya está amortizado y el mes de febrero –pendientes de una inminente reunión de los pesos pesados del empresariado taurino- se antoja vital para reunificar estrategias y hasta recuperar parte de la paz perdida en esas miserables luchas intestinas que no merece la pena remover más.

Ésa es una de las intenciones, dicen, del presidente de ANOET. No es otro que el inefable y muy locuaz Simón Casas, que ahora habla de lanzar pelillos a la mar. El ‘productor’ predica ahora el regreso de hijos pródigos como José María Garzón, Alberto García y Juan Bautista para “remar en una única dirección”. Pues a buenas horas, mangas verdes.

Y hablando de Garzón... a nadie se le escapa que el empresario sevillano tiene el punto de mira puesto en la gestión de la Plaza Real del Puerto de Santa María. El vetusto coso saldrá a concurso en pocas fechas con un pliego más o menos elástico y realista que favorezca la celebración de festejos en función de los huecos que deje la pandemia. El canon –se habla de 5.000 a 10.000 euros- no va a ser un problema. El lío llegará con esas más que previsibles maniobras orquestales en la oscuridad que tratarán que la plaza caiga en manos de quién ustedes saben, con o sin la barca de sentido único que proclama Casas. En El Puerto, en cualquier caso, parecen tener claras las cosas. Mejor así.

Pero mientras se habla de estas y otras cosas, se siguen moviendo los hilos del toreo aunque algunas noticias, más allá de sus claves informativas, parecen invitaciones a la melancolía. Es el caso de esos apoderamientos que van y vienen mientras hablamos de una temporada fantasmal que –suspendidas Olivenza y Valdemorillo; seguramente Valencia y Castellón y muy pronto Sevilla- difícilmente podrá levantar el vuelo en la situación actual. En cualquier caso, ahí está la nueva alianza Casas-Ferrera o el acento femenino que aporta Cristina Sánchez, que debuta en los despachos para guiar la carrera de la joven novillera charra Raquel Martín, que aún tiene todo por hacer.

De Córdoba a Sevilla

Hay más cosas que contar, como la victoria del planeta de los toros en un reciente pleno del Ayuntamiento de Córdoba, que ha aprobado una obviedad. No es otra que el reconocimiento de la Tauromaquia como “manifestación cultural de importante calado” en la ciudad de los Califas. En la práctica se trataba de dejar atrás el clima de manifiesta hostilidad que creó la anterior y muy olvidable alcaldesa, mujer sectaria y tacticista que despreció abiertamente una de las aristas culturales más importantes de la capital de la Mezquita. El asunto fue aprobado con los votos del PP, Vox y Ciudadanos. IU y Podemos no decepcionaron a nadie con su negativa y el PSOE, ¡ay el PSOE!, encendió las habituales velas a Dios y el diablo y se puso se perfil. Pero el éxito de la iniciativa tiene nombre y apellidos y está vinculado a la voluntad y la solvencia de unas pocas, poquísimas, personas al frente de una entidad: la Fundación del Toro de Lidia. Ya lo dijo Churchill: “nunca le debieron tanto a tan pocos”.

Hablando del PSOE: se trata del mismo partido que, 138 kilómetros río abajo, aprobó la declaración del toreo como ‘Fiesta Mayor’ de Sevilla hace casi 17 años. Cómo hemos cambiado... Fue bajo la alcaldía de Alfredo Sánchez Monteseirín. Después llegó el popular Zoido y puso en pie aquel premio taurino que estrenó Pepe Luis Vázquez a título póstumo. Lastrado por otros condicionantes, hubo que reinventarlo en la era Espadas para no herir las “nuevas sensibilidades”. Pero el galardón también ha modificado su desarrollo por efectos de la pandemia. Su última edición se falló en septiembre de 2019 en favor del filósofo Fernando Savater y el programa Tendido Cero pero no pudo ser entregado en aquel abril de 2020 de temores y confinamientos. Tampoco se ha podido volver a convocar. Habrá que esperar tiempos mejores. Para todo.

Tauromaquia de salón
Todos los Rivera toreros –José Antonio, José, Antonio, Cayetano y Francisco- y el recuerdo de Paquirri en 2003.

En la muerte de Riverita

Pero en la semana que se fue también fue noticia la muerte de José Rivera, Riverita, el hermano mayor de Paquiri y de toda esa saga de Zahara de los Atunes que, enredada con otros apellidos de fama, sigue acaparando la atención mediática de cierto público. Pero nos interesa mucho más la hermosa historia taurina y humana que eclipsan los dimes y diretes de la prensa rosa. Riverita era un verso suelto, un torero maldito y seguramente una promesa frustrada. Pero tenía el encanto, el irresistible atractivo del perdedor. José Rivera se fabricó con su fracaso taurino un mundo propio, un universo personal maravillosamente descrito por su sobrino Cayetano. “Su vida en un folio sería trazos de colores, flores, estrellas, la luna...”

Riverita era un hombre querido. ¿Quién lo duda? Su nombre, inevitablemente, evoca el de su hermano Paquirri, la ascensión a la cima del toreo y esa horrenda muerte en la carretera de Pozoblanco. Aquel ocaso marcó a fuego a toda la familia. José se había desarrollado como torero, sin renunciar a su alma de artista, oculto en la poderosa sombra de su hermano Paco, que en sus últimas horas de vida fue capaz de estremecer a todo el país mostrando como se mueren los hombres. Más de veinte años antes había escrito una historia de grisallas, tan de aquella España agridulce de los 60, con su hermano José. Juntos querían vengar la frustración taurina de su padre, que fue el forjador de sus sueños. Descansa en paz, Riverita.