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Actualizado: 04 ago 2022 / 10:38 h.
  • Triunfo de color local para cerrar las Colombinas
    Miranda a hombros. / Fotos: Arjona
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Nada que objetar al cariñoso apoyo del admirable público onubense que abrió de par en par la puerta grande del coso de la Vega Larga al diestro local David de Miranda. El joven matador necesita un espaldarazo para volver a saltar de órbita. De acuerdo. Pero más allá de todo eso hay que resaltar como merecen las posibilidades que brindaron al menos dos ejemplares del encierro de El Parralejo, que deberían haber propiciado otra lectura de un festejo más largo que ancho -los toreros han perdido definitivamente el sentido de la medida- que sirvió para cerrar las Colombinas en uno de los días grandes de Huelva.

El primero de la tarde empañó su nobleza y fijeza inicial con un punto de flojedad por más que derribara al caballo y pusiera en algunos apuros a Curro Javier con los palos. Perera, que cuando torea en Huelva anda por el patio de su casa, brindó a la concurrencia. El toro se le vino como un obús en el primer muletazo y mantuvo una guasa sorda por el lado derecho sin que el diestro extremeño se animara a cambiar de lado mientras se empeñaba en un largo sobo. El bueno era el izquierdo, pitón por el que rompió la faena antes de emplearse en su más genuina versión, calcada del guión habitual: la del arrimón metido entre los pitones. Medio espadazo precedió a la estocada definitiva, refrendada con un descabello. En medio sonó un aviso: el trasteo había sido larguísimo. No hubo oreja...

El cuarto fue un jabonero sucio y patilargo que se movió a su aire en la lidia. Perera quitó por cordobinas y Ambel se lució con los palos, especialmente en un segundo par citando de raya para dentro, con el toro paralelo a las tablas. El extremeño tiró de repertorio -un fandango metido en escena- para cambiarse el toro por la espalda en la primera fase de su faena. El toro iba a tener mejor principio que final en su embestida. Con esos mimbres, Perera trazó una faena de largo sobo y tibio eco que tampoco tuvo refrendo con la espada.

Alejandro Talavante ya se había estrenado en la orilla atlántica abriendo la puerta grande de la Plaza Real del Puerto de Santa María. Era el primer despertar rotundo de una temporada mortecina en la que los sueños no siempre han coincidido con las realidades. Para él fue un segundo protestón en el primer tercio que se desplazó sin clase en la muleta del torero pacense. La embestida tenía otro color por el lado derecho pero al animal le costaba ir hacia delante. Fue una faena limpia pero sin nervio ni tensión, con la gente muda. El bicho no daba para más. El quinto, de fachada más fuerte, iba a resultar manejable en la muleta de Talavante, templado y pulcro en otra labor intrascendente, de trazo desvaído, escaso temblor y exceso de metraje. Para qué quieren que les cuente más...

La pandemia y las mezquindades del oficio habían impedido a David de Miranda rentabilizar su salida a hombros en San Isidro de 2019 después de romper el cerco local. De una forma u otra, había vuelto a quedar confinado entre el Tinto y el Odiel. El tercero salió con pies y acabó derribando con estrépito al piquero. La cosa se calentó en el quite, el capote cogido de frente y por detrás, antes de emplearse en una faena -brindada a los suyos- que inició en los medios con una versión personal del célebre litrazo. Sea como fuere, el toro rompió con alegre y pronta franqueza en la muleta del diestro choquero que lo pasó por aquí y por allí en una faena en la que hubo más ánimo que pulso. El animal era excelente, completo, de fondo noble y bravo; posiblemente no era la mejor opción para quien torea tan poco por más que lo tapara todo con su indeclinable entrega y el apoyo de sus paisanos, que le pidieron las orejas que paseó. Con el sexto, de bastas hechuras, tampoco nos libramos del fandango de ordenanza -réplica incluida- en una faena que comenzó por estatuarios y siguió por redondos antes de que el funo echara el freno. Miranda se metió entre los pitones para intentar demostrar que el camino sigue. La corrida ya alcanzaba las dos horas y media.

Ficha del festejo

Ganado: se lidiaron seis toros de El Parralejo, bien presentados. El primero tuvo un gran pitón izquierdo; soso, flojo y sin clase el segundo; excelente por bravo, pronto y repetidor el tercero; remiso el cuarto; manejable el quinto y

Matadores: Miguel Ángel Perera, de azul de Prusia y oro, ovación tras aviso y ovación tras aviso.

Alejandro Talavante, de verde Fidel y oro, silencio tras aviso y silencio tras dos avisos.

David de Miranda, de estameña y oro, dos orejas tras aviso y silencio

Incidencias: La plaza registró tres cuartos de entrada en tarde calurosa. Saludaron en banderillas Curro Javier y Javier Ambel.