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Actualizado: 04 oct 2021 / 06:44 h.
  • El diestro Manuel Escribano da la vuelta al ruedo con las dos orejas de su primer toro. EFE/ Julio Muñoz
    El diestro Manuel Escribano da la vuelta al ruedo con las dos orejas de su primer toro. EFE/ Julio Muñoz

Se ha acabado la Feria de San Miguel. Ha sido un largo ciclo forzado por las circunstancias que quedará en los anales del propio coso maestrante por su propia excepcionalidad. No es el momento de ponerse a hacer resúmenes o a sacar conclusiones de un extenso serial que será desmenuzado en la web de El Correo este mismo lunes, fecha en la que también se reúne el jurado de los premios de la Real Maestranza para otorgar unos galardones que cambian de fecha pero no de categoría. Ya se lo contaremos. El caso es que la ‘miurada’ de cierre había despertado una inusitada expectación gracias al momento excepcional que atraviesa Morante de la Puebla, que había escogido los temidos toros de Zahariche para cerrar la aplazadad Feria de Abril primero –ya sabemos cómo acabó aquello- y para clausurar este inédito abono otoñal finalmente.

Una faena de Morante, dos orejas de Escribano y una miurada declinante
El diestro Manuel Escribano en la faena con la muleta a su primer toro. EFE/ Julio Muñoz

Y Morante volvió a agotar el papel. El dato es importante: el diestro de La Puebla, en el mejor momento de su vida, ha sido el definitivo responsable de colgar el ansiado cartelito de ‘no hay billetes’ en sus cuatro comparecencias. El matador cigarrero, además, volvía a pisar el ruedo maestrante después de la enorme conmoción del pasado viernes, auténtica cima de esta sanmiguelada en la que hay que anotar otras cumbres.

Una faena de Morante, dos orejas de Escribano y una miurada declinante
Morante en la faena con el capote al primer toro. EFE/ Julio Muñoz

Pues vamos al turrón: Morante, vestido con un traje de golpes añejos y aire decimonónico, había hecho el paseíllo visiblemente molesto por el estado del ruedo. Los operarios no habían sacado la manga pensando, seguramente, que el chaparrón del mediodía había bastado para asentar el albero. ¡Hay que regar! exclamó el de La Puebla, que pechó en primer lugar con un ejemplar engallado y de impronta arqueológica –sin remate a pesar de sus 600 kilos- al que cuajó un enorme quite por verónicas después del primer puyazo. La faena, queriendo siempre, comenzó con muletazos ayudados por alto y por bajo pero la embestida, cortísima, no era apta para demasiadas florituras. A pesar de todo se puso allí de verdad, mostrando una encomiable actitud. El diestro cigarrero que se marchó a por la espada después de un desarme. Le anduvo con la cara con sabor antiguo antes de dejar medio espadazo que tuvo que ser refrendado con un descabello.

Una faena de Morante, dos orejas de Escribano y una miurada declinante
El diestro Morante de la Puebla en la faena con el capote al primer toro. EFE/ Julio Muñoz

Los hados del destino quisieron, una vez más, que Morante se quedara sin poder lidiar un toro de Miura en la plaza de la Maestranza. Un sobrero de Virgen María tuvo que sustituir al titular, abecerrado e inválido. Morante, disgustado en su fuero interno, venía dispuesto a torear. Y así lo hizo desde el primer muletazo, sacando al toro –manso y aquerenciado- más allá de las rayas con un puñado de muletazos que fueron carteles de toros de una taberna antigua. No era fácil el empeño pero el matador cigarrero se acabó imponiendo a esa embestida incómoda en una faena que siempre fue a más y que rompió definitivamente en un grandioso pase de pecho. Dueño de la escena, tomó un sombrero que le había arrojado desde el tendido para adornarse mientras lo cuajaba por el lado derecho. Para entonces, el toro ya había cantado definitivamente la gallina pero el torero amarró el asunto con un puñado de ayudados por alto y un molinete invertido. La estocada, al encuentro, no cayó en buen sitio y se enfrió el asunto. Habría merecido la oreja pero el propio matador hizo gestos al tendido y la presidencia de que no había hecho méritos para ello. La ovación fue de gala. La feria que ha echado Morante, para enmarcar.

Una faena de Morante, dos orejas de Escribano y una miurada declinante
El diestro Pepe del Moral en la faena con el capote al primer toro de su lote. EFE/ Julio Muñoz

Pero hubo un triunfador contante y sonante en esta miurada declinante, con enormes lagunas de presentación para la plaza de la Maestranza. Fue Manuel Escribano que se llevó la única bola premiada del envío. Fue un toro boyante, pronto y noble al que recibió a portagayola y lanceó animoso antes de emplearse en un notable tercio de banderillas. Manuel entendió a la perfección al animal en una faena basada sobre el pitón derecho que tuvo la virtud de exprimir la embestida con muletazos hondos, largos y rematados por abajo.

El ritmo del trasteo iba a más pero experimentó un indeseado bajón por el pitón izquierdo. Por ese lado no fue igual el bicho y además apretó ese viento incierto que flameaba el estandarte de los maestrantes y traía prendida la otoñada. Lo arregló volviendo al otro lado mientras escuchaba la guasa de un imbécil del tendido cuestionando la fiereza del ‘miura’. Una tremenda voltereta sirvió de respuesta al indocumentado y seguramente también para espolear al público que pidió la segunda oreja después de la estocada. El palco tampoco se lo pensó demasiado. Escribano volvió a repetir idéntico esquema con el quinto, un animal muy mal presentado y deslucido al que costó matar. Se había truncado el sueño de abrir la Puerta del Príncipe.

Pepe Moral, finalmente, barajó escasísimas opciones para salir rebotado de Sevilla y revalorizar la próxima encerrona que protagonizará en Osuna en la festividad de El Pilar. Al tercero, que fue y vino sin emplearse nunca de verdad, lo toreó apoyado en la voz sin sacar nada en claro. El sexto fue aún peor. Se había acabado la miurada y con ella este ciclo de San Miguel que ha condensado una atípica temporada. Un año más –en 2020 no pudo ser- ha sido un placer.

Ficha del festejo

Ganado: Se lidiaron cinco toros de Miura –mal presentados por escurridos y abecerrados pese a su peso y volumen- y un sobrero de Virgen María que salió en cuarto lugar, manso y medio potable. De los titulares destacó el juego boyante del segundo, pronto y noble en los engaños. El resto resultó muy deslucido.

Matadores: Morante de la Puebla, de carmelita y oro con cordoncillo blanco, ovación y gran ovación.

Manuel Escribano, de coral y oro, dos orejas y ovación tras aviso.

Pepe Moral, de negro y plata, ovación y silencio tras aviso.

Incidencias: Se colgó el cartel de ‘no hay billetes’ agotando el 60% del aforo dispuesto con apariencia de lleno. La tarde, ventosa, acabó muy fresca.