Juegos Olímpicos de París
Diego Botín y Florian Trittel conquistan en vela el primer oro olímpico de España
La pareja española se impone con brillantez en el skiff masculino disputado en Marsella con un día de retraso para coronar una participación impecable
Florian Trittel y Diego Botín celebran su medalla de oro en vela. / EFE
El martes, día que consolidaron su condición de medallistas olímpicos, Diego Botín y Florian Trittel estaban pletóricos pero exhaustos. La jornada más brillante de sus vidas (dos segundos puestos y un tercero) les había aupado a lo más alto de la clasificación general de los Juegos Olímpicos de París y ya avistaban el podio a solo un paso. Faltaba solo rematar la faena, pero aún desconocían que el gran éxito de sus carreras necesitaría de un esfuerzo adicional e imprevisto. El jueves, día que tenían marcado en rojo, la falta de viento hizo estragos y obligó a repetir -en vano- hasta dos veces la 'medal race'. A la tercera, al fin sí, fue la vencida.
Antes de coronar con laureles su gran día de gloria, Diego Botín-Sanz (Madrid, 30 años) y Florian Trittel (nacido en Suiza, de la misma edad) confesaban en las horas previas que estaban "reventados", necesitados en la víspera de una sesión urgente de fisioterapia y a otra de agua fría, luego a cenar y al fin a la cama. Descanso, que hacía falta.
En su calendario olímpico y en la milimétrica preparación de estos Juegos, los representantes españoles en el 49er habían escudriñado hasta el más nimio de los detalles. Ahora bien, no contaban con hacer hasta tres veces la regata final hasta abrazar la gloria en Marsella. En esta marina que ya recordarán para siempre, su éxito fue absoluto: el oro en unos Juegos, el título de campeones, el himno español sonando en el podio. Fue la culminación de sus carreras, el clímax, el no va más.
Diego Botín y Florian Trittel celebran su medalla de oro en los Juegos Olímpicos. / EFE
No hay mayor resumen para explicar su superioridad que fijarse en los números y la clasificación, con todos los aspirantes empequeñecidos ante su potencia. Diego y Flo son los mejores, y han vuelto a escenificarlo. En el mejor contexto, con la mejor cara. Son medallistas, pero además a lo grande.
El sueño de Botín comenzó con seis o siete años, cuando veía a los olimpicos entrenar en Santander. Hubo muchas veces que estuvo a punto de dejarlo y centrarse en su otra actividad profesional (la administración y dirección de empresas), pero de algún modo sabía que su día grande iba a llegar. La medalla se fraguó el miércoles en una maravillosa secuencia de regatas. Un tercer puesto, luego un segundo, otro segundo más... para atestiguar que la regularidad es su fuerte. Flaquearon el miércoles pero supieron sufrir; el jueves, la agonía; y el viernes, el éxtasis. Sencillamente estuvieron magistrales.
Audaces en la estrategia y exquisitos en la ejecución, Botín y Trittel -solo desde una perfecta compenetración entre ambos se entiende este éxito superlativo- salieron con la mejor actitud desde el primer día y poco a poco fueron distanciándose del resto de los favoritos. Irlandeses, neozelandeses, norteamericanos... Todos detrás, todos peor. Pudiera parecer un derroche de inspiración o que la suerte les vino a visitar en Marsella, pero en realidad hay mucho trabajo y sacrificios detrás de esta extraordinaria serie de resultados. Muchas horas de inspección, de predicciones, de estudios... Ni se sabe cuántos tiempos han invertido en escudriñar este campo de regatas, "que es complejo e imprevisible", avisaban antes de llegar.
Diego Botín y Florian Trittel, durante la competición en Marsella. / EFE
Tras quedarse a las puertas de los metales en Tokio -entonces con Iago López como compañero-, sabía bien Botín que era imprescindible ser un equipo completo, capaz de faenar con pocos vientos y también cuando soplase fuerte el mistral. Su clase es una de las más ilustres del calendario olímpico y en ella tienen peso relevante cada una de las decisiones que adopten los regatistas. "El material en nuestra categoría lo adquirimos nosotros mismo durante el ciclo olímpico, lo preparamos y lo traemos seleccionado por el equipo. Estamos confiados en que hemos sabido encontrar el mejor", decían a su aterrizaje en Marsella, desde ahora tierra santa para la vela española.
Colgados de sus arneses, Botín y Trittel arribaron eufóricos al cierre de su inmaculado concurso olímpico cuando ya se sabían los reyes de la marina. Antes de encontrarse con una nube de micrófonos y con la ceremonia de premiación aún por celebrarse, paladearon con una sonrisa enorme su actuación memorable. A los aficionados les han hecho un regalo impagable. A cuantos pudieron ver su ejecutoria por televisión les quedara por largo rato en la retina su magistral última lección de navegación; a la vela española, mientras, se le acentúa su etiqueta favorita. La de deporte talismán. Ya van 22 en la historia de los Juegos, pero tal vez haya alguna más que venga en camino.
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