JJOO PIRAGÜISMO | ENTREVISTA
Saúl Craviotto quiere ser el español con más medallas en los JJOO: "Trabajar como electricista me hizo ver lo duro que es ser autónomo"
El piragüista atiende a PRENSA IBÉRICA antes de liderar al K4-500 para deshacer el empate de cinco metales que tiene con David Cal: "Me lo tomo a broma, pero alguno me conoce más por ganar MasterChef"
Denís Iglesias
La vida de Saúl Craviotto (Lleida, 1984) es un ejemplo de servicio público y compromiso. Con 18 años abandonó su equipo para “pasar cables”, algo que pocos saben. Fue electricista con su padre, el mismo que le inculcó el deber del piragüismo y su espíritu ganador. Mientras uno preparaba el que será su asalto a la sexta medalla en unos Juegos, algo que ningún otro deportista español ha conseguido (ahora está empatado con David Cal), Manuel Craviotto se proclamaba campeón del mundo de veteranos con 67 años.
De tal palista, tal astilla, o más bien ‘chispa’ -como se conoce comúnmente a los electricistas-, trabajo con el que se pagó las oposiciones de policía. Una profesión que retomó durante la pandemia. Craviotto nunca falla y por suerte su brazo es lo suficientemente grande para acoger las cinco secuencias de aros olímpicos. Hay sitio para la de París y, a partir de ahí, “la ilusión mandará”. Alguien que lo ha logrado todo no quiere ponerse más presión de la necesaria. Ni para superar a David Cal ni para pensar si seguirá tras la cita gala. Que la corriente fluya por el K4 500 para un nuevo metal y el resto será, como siempre en su vida, cuestión de coser y navegar.
Por suerte, no me molesta que me conozcan por haber ganado ‘MasterChef’, pero que después de todo me paren por la calle y me digan que “por ahí va el cocinero”... ¡Manda narices!
P. Seis medallas olímpicas, dos de Oro en Pekín 2008 y Río de Janeiro 2016, pero hay quien le reconoce por la calle por ser el ganador de ‘MasterChef’. ¿Cómo le hace sentir eso?
R. No me molesta, por suerte. Al final, yo participé y gané un programa de máxima audiencia como ‘MasterChef’. Un formato que ve mucha gente, desde mi hija Valentina de 9 años hasta mi madre de 67. Es el mejor modo de dar a conocer mi deporte, incluso a gente a la que no le gusta el propio deporte. Es entender cómo funciona el mundo. Me paran por la calle y me dicen: ‘¡Anda, por ahí va Saúl Craviotto, el cocinero!’. Yo pienso: ‘¡Manda narices que después todos sea por lo que me conozcan!’. Pero me lo tomo a risa.
P. Es lo que tiene ser alguien tan polifacético como usted… Deportista de élite, Policía Nacional, cocinero y una profesión que pocos conocen, y de la que después hablaremos. ¿Con qué rol es más difícil cumplir?
R. No lo sé, porque cocinero realmente no soy. La faceta con la que me siento más cómodo es la de deportista, porque es realmente mi día a día. Ahí es donde trabajo al máximo. Ahora tengo todas mis capacidades centradas en París 2024. Aunque ser un buen policía conlleva sus esfuerzos y sacrificio, por lo que estoy orgulloso de pertenecer al Cuerpo Nacional de Policía y por la labor que hacen. Por supuesto que es muy complicado.
P. Medallas olímpicas, campeonatos del mundo, europeos, Medalla de Oro a la Real Orden del Mérito Deportivo… Pero nada hubiera sido posible sin aquel año en el que compatibilizó trabajar como electricista, las oposiciones para Policía Nacional y los entrenamientos.
R. Trabajar como electricista me hizo ver lo duro y complicado que es ser autónomo, como ha hecho mi padre, que se acaba de jubilar, toda la vida. Estuve un año de autónomo, pasando cables. Haber sido un ‘chispa’ es una experiencia de aprendizaje de mucho valor, un capítulo vital más. Ese año, con 18, dejé el equipo y me fui a trabajar con mi padre, pero también me puse a estudiar para Policía, oposición que me terminé sacando. Fue un año muy duro en el que empezaba el día como electricista, al mediodía me iba a entrenar, comía deprisa y corriendo, volvía a la jornada de electricista y a las 20.00 iba a la academia, hasta las 23.00. Fueron 12 meses muy duros y sacrificados. Pero dieron su fruto: gané mi ‘dinerito’ para pagarme la academia y me volví a meter en el deporte con una oposición sacada.
La clave del éxito de Craviotto es pensar que lo mejor está por venir. Esto le lleva a afirmar que “la medalla más importante va a ser la de París, mis quintos Juegos, que además son cerca de casa”. Una de las espinas clavadas del español es no haber podido disfrutar de la experiencia de ser abanderado, en Tokio 2020, con su familia en las gradas. El equipo que le espera cuando decida bajarse de la piragua, algo que por el momento no quiere imaginar.
Lo que ya tiene perfectamente en su cabeza es el Estadio Náutico de Vaires-sur-Marne, donde discurrirán las competiciones de piragüismo. Pero a diferencia de lo que le ocurre a Ana Peleteiro, con la que comparte patrocinio en Bridgestone, es incapaz de visualizar una final olímpica. “Lo que hay que saber es remarla y que nadie te va a parar. La presión es buena. Lo sé por mi experiencia. Cuando más relajado he ido me han eliminado. Cuando me he sentido acorralado he dado lo mejor. La clave es no dudar y cuando llegues, mirar hacia un lado y al otro y ver cómo has quedado”, describe.
P. Hablando de dinero, Saúl Craviotto, a pesar de ganar cinco medallas en los JJOO, no se podría retirar solo con el rendimiento económico que ha obtenido de su deporte. ¿Cómo le hace sentir eso?
R. Hablar de Saúl Craviotto y queja económica es incompatible. Soy un privilegiado. Obviamente, depende de con quién te compares. Si lo haces con un futbolista, claro que no gano nada. Ahora bien, comparado con un trabajador medio soy un auténtico privilegiado: tengo becas, tengo a patrocinadores como Bridgestone, marcas que confían en mí… Pero siempre he tenido clara la necesidad de tener un ‘plan B’. Por eso estudié para policía, monté mis propios negocios, doy conferencias, me formé para darlas en empresas… He abierto muchas fuentes de ingreso a mi alrededor. Esto es algo que intento transmitir a los deportistas, a compañeros míos que tienen 25 o 26 años, que están entrenando todo el día, no estudian, no se forman para nada y no ven más allá. A todos nos va a llegar el precipicio de la retirada, por lo que es imprescindible que tengan esa alternativa e inquietudes.
P. Cinco medallas olímpicas en su poder y la posibilidad de lograr una sexta para convertirse en deportista español que más metales ha conseguido. Esto le permitiría adelantar a David Cal. ¿Es algo que le obsesiona?
R. Para nada pienso en David Cal, al final solo pienso en él cuando me lo preguntan. Conste que es normal que me lo pregunten, porque al final estoy empatado con él a cinco medallas. En mi día a día no es algo que me quite el sueño. Si no consigo más metales yo estoy ya más que satisfecho. Estoy feliz con lo que he logrado. ¿Consigo otra? Pues fenomenal. Pero no es por superar a David Cal, para mí es un referente y para el mundo siempre lo será. Pase lo que pase en París 2024.
A Marcus Cooper (tomó su relevo como abanderado) le dije que mirase para atrás de vez en cuando y mirase los ojos del resto de atletas de la delegación española, eso no se olvida nunca
P. Al que sí tuvo muy presente es a Marcus Cooper Walz, su compañero en el K4 500 de los JJOO de París y quien tomó su testigo como abanderado, al igual que Támara Echegoyen hizo con Mireia Belmonte. ¿Qué consejo les dio aunque la ceremonia de Tokio 2020 fue atípica por culpa de la pandemia?
R. El consejo que le pude dar es como el que me dio a mí Pau Gasol, abanderado en los JJOO de Londres 2012. Me dijo que, mientras llevaba la bandera, mirase para atrás de vez en cuando y mirase los ojos del resto de atletas de la expedición española. Que me quedase con esas caras de entrar en el estadio. Esos gestos no se le van a olvidar nunca. Es lo más bonito que va a vivir. En Tokio 2020, por lo menos tenía a toda la delegación conmigo, pero no sucedió lo mismo con la grada vacía del estadio. No había nadie, pero yo me quedo con el simbolismo de representar y llevar la bandera de tu país.
P. “Y después de los JJOO de París, ¿qué, papá?”, es la pregunta que ya le estarán haciendo en casa. ¿Será el momento de la retirada de Saúl Craviotto?
R. Después de París 2024 analizaré muchas cosas, como hice tras Río 2016, Tokio 2020 y cualquier JJOO. Después de cada trabajo, oposición o examen, uno debe poner los pies en el suelo para mantener conversaciones con tu entorno, tu mujer, tus hijas, tu entrenador… Para ver si tengo un proyecto que me apasione. Si no existe, pues lo dejo. Y si algo me hace ‘tilín’, pues voy al Campeonato Europeo del año que viene en Milán y sigo un pelín más. Tengo que ver el proyecto que me pongan encima de la mesa. Pero lo que más valoro es la ilusión, sin ella, no habrá nada.
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