Opinión
Ramón Reig
Cerco a los no vacunados
Cerco a los no vacunados / Ramón Reig
Insisto: las personas que no se hayan vacunado contra el virus de la Covid-19 deben ser represaliadas por atentar contra la salud pública y la vida de los demás, aquí no valen paños calientes ni libertad individual ni demás monsergas de leguleyos porque si nos ponemos en ese plan no elaboramos la renta cada año, ni pagamos IBI por atentar contra la libertad individual. Y los confinamientos fueron acertados, se acata lo que digan los jueces pero se discrepa porque quien no discrepa está muerto como ser humano.
Este pitorreo que tenemos encima una vez más con la elección de los jueces por parte del Parlamento es lamentable. La constitución afirma que una parte de los jueces los eligen Las Cortes, esto es, los partidos políticos que se supone que representan al pueblo. Pues yo, con los datos de unas elecciones en la mano, no veo que ningún partido político represente de verdad al pueblo, sólo a sus votantes que nunca son la mitad más uno del censo. Y los partidos no son libres por dentro, todos tienen sus dirigentes y si te mueves no sales en la foto, no es suficiente ser miembro de un partido sino que, dentro de él, hay que situarse en la “tribu” adecuada. A los jueces deben elegirlos los jueces y se les supone librepensamiento y un alto dominio de las emociones.
Demasiadas vacilaciones contiene la llamada democracia y no llevar a cabo un cerco contra los ciudadanos que no se vacunen es una de ellas. Resulta que estamos sosteniendo que hay que vacunar a todo el planeta para empezar a librarnos del virus tal y como se manifiesta hoy y es en el llamado mundo civilizado donde gente que tiene a la vuelta de la esquina un sanitario para que lo vacune, se niega a ello: en Alemania, en Francia, en Austria, en Bulgaria, en EEUU, en España pero menos, deben considerarnos unos borregos. Esta blandenguería, muy de lo posmoderno, es la que abre la puerta al fascismo, porque no se puede vivir eternamente sin un mínimo de principios y de fortaleza interior y orden exterior. Ya tiene la masa sus redes sociales para jugar y decir sus ocurrencias sin que suceda nada por muy brutales que sean y me parece muy bien porque todo lo que se echa fuera -como este mismo texto- es dinero que uno se ahorra en el psicólogo, no insulta el que quiere sino el que puede. Ya están ahí innumerables series en TV, plataformas por un tubo para matar el aburrimiento, ya tienen los niños ausencia de exámenes para que no se hernien, ya tiene todo el personal gimnasios y yogas para morirse lo más tarde posible... Pero hasta ahí, ¿vale? Jugar con la muerte y la salud ajena, no, eso es ya traspasar la línea roja.
Las resistencias a la ciencia son normales porque la ciencia -técnica, pura, social, humana- es una aguafiestas, tira por tierra todas las ilusiones y las fantasías y supersticiones que el humano se inventa para poder sobrevivir espiritualmente. Pero eso es lo que hay, niño, esta es la comida que tienes hoy en casa, garbanzos de los de Paco Gandía, si no los quieres te los guardo para la noche y si tampoco los quieres para la noche, para el día siguiente. No hace falta que ningún Bill Gates introduzca un chip en las vacunas para controlarnos porque la mayoría de la gente está despistada y deja que la controlen, todos nosotros estamos en los ficheros de las grandes tecnológicas y además ignoramos la Historia y por tanto ni sabemos de qué va el mundo ni cómo arreglarlo. Las asignaturas que interpretan al humano y su entorno están casi en la papelera, esto vuelve a ser como en la novela Fahrenheit 451, unos pocos conservan el saber mientras los demás se lobotomizan a sí mismos en un mundo de colorines. Vacunarse no es morirse por supuesta falta de experimentación de las vacunas sino apostar por la especie y actuar como especie, no como individualistas ignorantes, en muchos de ellos está subyaciendo ese fundamentalismo consistente en creer que el humano juega a ser Dios con las vacunas y es Dios quien lo debe mover todo. Eso se acabó, el llamado Bien y el Mal están entre nosotros, el Bien se llama ciencia, estudio y existencia y el Mal ignorancia y vivir como una planta, no existir como un humano.
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