Opinión

Manuel Bohórquez

Un carbonerillo que vendía leche

Un carbonerillo que vendía leche / Manuel Bohórquez

Tal día como hoy, de 1937, moría en la macarena calle Don Fadrique, 51, Manuel Vega García El Carbonerillo, uno de los genios del cante flamenco que vinieron al mundo en nuestra ciudad. Manuel lo hizo en la calle Sol, donde también nacieron El Mochuelo, Emilia Jandra o el gran torero Manolo González. Le llamaron El Carbonerillo porque su padre, Manuel Vega Villar, era vendedor ambulante de carbón. Curiosamente, nuestro cantaor fue luego lechero, así que le podían haber apodado El Lecherillo. Pero como nació con el don del cante, Manolito Vega, criado en la Macarena, el hijo de Rocío García Cuesta, una sevillana del Barrio de Santa Cruz, se hizo cantaor de postín junto a otro gran artista macareno, Pepe Pinto, y el guitarrista Antoñito Peana.

Nació El Carbonerillo el 8 de febrero de 1906, luego cuando murió el genio del cante tenía solo 31 años. De eso han pasado justamente ochenta y cinco abriles. Murió de tuberculosis pulmonar, como Ramón el Ollero, Manuel Torres, Currito el de la Jeroma y Paco Mazaco entre otros cantaores. Era la enfermedad de la época, de la que murieron muchos otros artistas del flamenco, además de los nombrados. Caían como moscas, porque era una enfermedad contagiosa y los flamencos no llevaban una vida como para eludirla, siempre cantando en cuartos y covachas, en reuniones de señoritos.

Era un hombre atormentada por el desamor, castigado por la vida, quemado por las fiestas y las borracheras. Un mes antes de marcharse definitivamente le organizaron un homenaje en un local de la calle Calatrava, donde un niño que luego sería cantaor y carbonerista, Pies de Plomo -padre de José el de la Tomasa-, vio cómo tuvo que ser subido al escenario por Peana y un amigo, de lo débil que estaba ya. Cantó aquella noche sus últimos fandangos a borbotones de sangre y lloró de emoción toda la Alameda y la Macarena. Entre el público, Tomás Pavón y el Niño Medina, entre otros artistas sevillanos.

La Guerra Civil de 1936 había estallado hacía solo meses y Sevilla era un velatorio. Manuel Torres había muerto tres años antes y la seguiriya gitana se había quedado casi huérfana. También Currito el de la Jeroma y Pepe Rebollo se habían ido, al igual que Chacón, Escacena y la madre de Pastora, Arturo y Tomás, Pastora la de Calilo, que fue como una segunda madre para El Carbonerillo. La muerte de Manuel Vega fue de una dureza extrema. Su entierro fue una triste procesión sin apenas artistas ni aficionados. Sus restos descansan en el osario del Cementerio de San Fernando de Sevilla, en cuya lápida aún se puede leer: “Tus sobrinos no te olvidan”.

Ni sus sobrinos ni nadie, se olvidó de aquella voz de ruiseñor herido de amor que fue El Carbonero, un genio del cante sevillano.

Como el mármol me quedé.

Me enteré que te casabas

y como el mármol me quedé.

A Dios le pido llorando,

que tú te cases y vayas bien

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aunque yo muera rabiando.

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