Opinión
Gabriel Ramírez
Carme Chaparro crucificada por decir lo contrario de lo que se le acusa
Carme Chaparro. / EFE / Gabriel Ramírez
Ayer, el padre de una amiga de mi hija me preguntaba sobre qué me parecía una columna de opinión publicada por la periodista Carme Chaparro que habla de la detención del presunto violador de una joven en Igualada. Yo no sabía nada de ese asunto y le pedí que me contara de qué iba la cosa. Entonces, él muy dispuesto a dejarme las cosas muy claras, agarró su móvil y me mostró la pantalla. Lo que podía ver era un tuit de Santiago Abascal que decía «Sólo peligrosos fanáticos (y fanáticas ) pueden lamentar la detención de un monstruo que paseaba por nuestras calles, y que en cualquier momento podría atacar a una niña indefensa. El cálculo político no debería traspasar unas líneas mínimas de humanidad». Acompañaba a este texto la captura de la noticia publicada por un medio que decía lo siguiente en su titular y entradilla: «Carme Chaparro lamenta la detención del violador de Igualada porque “le viene muy bien a Vox”. Polémica en las redes por un inclasificable artículo de Carme Chaparro sobre el hombre detenido por la brutal violación de una menor en Igualada». Le dije que eso no era lo que la periodista había dicho, que sería conveniente leer el artículo de la señora Chaparro. ¿Lo has leído tú? le pregunté. ‘Ya he leído este tuit de Santiago Abascal y lo que dice otro medio’, me contestó.
Ni este sujeto había leído el texto completo de la periodista (y ya había juzgado y condenado a la señora Chaparro además de dedicarle unos extraordinarios insultos), ni creo que Santiago Abascal lo hubiera hecho al publicar su tuit, ni creo que el redactor de la noticia publicada por el medio leyese con atención la columna de Chaparro. Sin embargo, en las redes sociales se estaban diciendo cosas tremendas de esta mujer. El escarnio público injustificado y demoledor al que ya estamos acostumbrados, y que hemos normalizado como parte de nuestro día a día, ya se estaba produciendo.
Hay que ser muy torpe para opinar sobre algo sin conocer ese algo. Y muy tocino. Fiarse de lo que dice tu líder político, tu guía espiritual o tu compañero de tasca, es jugar con fuego. Hay que ser mezquino a más no poder para señalar a alguien por decir una cosa cuando, en realidad, dice lo contrario. O muy bruto para leer un texto y sacar conclusiones completamente equivocadas. Está claro que el tipo que me mostró el tuit de Abascal ni tiene criterio propio ni lo tendrá en la vida. Cree que está muy bien informado porque lee las redes sociales y con eso le basta. Está claro que algunos políticos saben cómo funcionan estas cosas y se están poniendo las botas diciendo mentiras que se van a tragar sin rechistar sus seguidores (que tienen bloqueados a todos los que piensan de forma distinta). Esto funciona así: yo solo leo lo que me interesa. Y está claro que sin leer no hay forma de aprender, de pensar o de equilibrar nuestra forma de entender las cosas.
Lean, por favor, la columna de Carme Chaparro y saquen sus propias conclusiones, intenten descubrir si lo que sobra es idiotez o mala leche:
«Hoy debía ser un día para felicitar a las fuerzas de seguridad. Pero no. Le viene muy bien a Vox. Muy, muy bien. Le viene maravillosamente bien que el hombre detenido por una de las agresiones sexuales más terribles perpetradas en España de los últimos años no haya nacido en nuestro territorio. Y no sólo eso. Tampoco viene de un país europeo -no es un hermano de continente-, ni tiene una capacidad económica elevada -no es un hermano de billetera-. No. Es boliviano, tiene 20 años y comparte piso en una zona humilde de la ciudad catalana donde cometió la brutal agresión que casi le cuesta la vida a una menor de edad que arrastrará secuelas físicas y psicológicas toda la vida.
El combo perfecto. Al detenido sólo le falta no tener papeles y haber saltado la valla de Ceuta.
“Hay responsables de que un extranjero con antecedentes estuviera en la calle, y tienen que pagar”, ha escrito Santiago Abascal, retorciendo la realidad para que parezca que el detenido había recibido un trato de favor por alguna otra agresión sexual cometida y que estaba en libertad porque pobrecito boliviano vamos a dejar que siga en la calle para no traumatizarlo y qué más da que agreda a más mujeres. La realidad es que el proceso está bajo secreto de sumario y no sabemos aún qué delitos cometió, qué condena se le impuso, ni qué cumplió de esa condena. Ni siquiera si fue de prisión. Sabemos que tenía antecedentes por violencia sexual, pero ni siquiera si son penales. Por la poca información que han dado los Mossos podrían ser sólo judiciales.
Durante todos los meses desde la violación, desde Vox y muchos de sus seguidores -y un buen puñado de trolls- se han lanzado acusaciones asquerosas contra los agentes que investigaban el delito en las que sugerían que no se estaba haciendo nada porque existía la orden política de dar un perfil bajo a las pesquisas ya que el sospechoso era extranjero.
Pero Vox no podía saber a quién se estaba investigando -los agentes tenían varios perfiles sospechosos, no una sola persona-, porque el proceso ha sido mantenido bajo un hermetismo absoluto dada la complejidad de la búsqueda pero también dada la brutalidad de la agresión y la edad de la adolescente que la sufrió, a la que su violador, el monstruo que la dejó tirada en la calle dándola por muerta, es niña nunca podrá recuperar su vida. El partido de Abascal lanzaba la acusación, y daba igual si luego resultaba ser verdad o no. Lo que importaba era calentar emocionalmente al personal.
Los Mossos nunca dejaron de investigar el caso durante el medio año que ha transcurrido hasta la detención de hoy, han hecho un trabajo extraordinario en un caso en el que no había apenas pistas. Si la justicia dictamina su culpabilidad, habrán también salvado a sus futuras víctimas, porque un depredador así no deja de delinquir si no lo paran.
El detenido es hombre. Varón. Persona de género masculino. Los violadores son hombres. Eso es lo que tiene que quedar bien claro».
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