Opinión

Manuel Alonso Escacena

La feria está cutre

Las cosas tienen su tiempo y requieren evolución, si se abandonan, se ponen roñosas, inservibles y desaparecen. El Seat o el Simca que lucía modernísimo en 1980, por no hablar del R12 sideral, hoy son un producto inasumible.

La feria no es la Semana Santa, que debe respetar cánones de siglos y está unida a otros valores artísticos y religiosos que no admiten novedades; la feria, muy bonita, muy sevillana, muy colorista, muy encantadora y que a quien escribe le encanta, es, señores, una feria, una verbena inmensa, pero no más. Música, baile, comida y paseo; fin. La única fiesta frívola que Sevilla mantiene, que no está dedicada a un Cristo o a una Virgen.

Y la feria, en relación a lo que mueve, a lo que representa y a lo que aporta, está que da pena. Debemos recordar que la feria tiene un impacto en la ciudad de 900 millones de euros. ¿Qué no? Pues busquen, verán que sí. ¿Saben lo que son 900 millones de euros?

El Sevilla F.C. contó con un presupuesto de 243,7 millones en 2022-2023. El Betis, 156 millones, el Real Madrid 760. El presupuesto municipal de Sevilla para el año 2023, el mayor que ha tenido hasta ahora esta ciudad, son 1.158 millones de euros, la Consejería de Salud de la Junta, 2.300 y la de Educación 1500 millones.

Y un Ayuntamiento que tiene la obligación de gestionar un activo, que proporciona semejante cantidad de pasta a la ciudad, no puede permitir un clima, un entorno normativo y de control policial, en el que se desarrolla el evento, que procede de la era de las cavernas.

En los aledaños del recinto abunda el cobertizo de chapa, el seto abandonado y la maleza de matojos. El montaje comienza a final de octubre, cortando avenidas y ensamblando (¡tres personas solo!) una portada tubo a tubo, que se termina de desmontar en agosto. Las lonas de recubrimiento de las casetas (de montaje y algunas de las de la feria propiamente dicha) acumulan mugre de años, que compite con la del rabo de una vaca. La instalaciones eléctricas de las calles y de las casetas, dan miedo: la provisionalidad, el amarrijo, el alambre y la guita, son los novedosos materiales que utilizamos y de paso les mostramos a los que nos vienen a ver.

Durante la feria, los caballistas (mejor dicho, animales vestidos de corto montados sobre seres nobles) se extienden por los bares aledaños y del centro de Sevilla al salir del real, y te los encuentras haciendo el mono sobre caballos que estan dormidos de pie a las 12 de la noche, y que empezaron su jornada de paseo a las 12 de la mañana, y no he visto jamás un policía llamar la atención por tal atropello. Los decibelios impiden el sosiego en miles de hogares de la zona, sin piedad, 20 horas al día. Ellos y ellas orinan en plena calle, sin apartar el chorro ni siquiera cuando pasan personas.

Cuando el evento termina, las basuras se acumulan meses y meses más allá del desmontaje, volando alegremente con el viento, entre la zona desde la Calle del Infierno hasta el Puente de los Remedios. Los olores son altavoces de la precariedad higiénica. El personal encargado del montaje y desmontaje, con un aspecto a veces famélico que da miedo de verdad, pernocta con sus hijos menores en las casetas a medio montar. ¿Qué está prohibido? Pues peor, porque no se vigila y sucede.

Pulsa para ver más contenido para ti

Este relato de sucedidos, no me lo cuenta nadie porque lo veo año a año, así que, si va a salir el de siempre, diciendo que el Ayuntamiento no puede tener un policía detrás de cada ciudadano, que se lo ahorre. Que se coman la cabeza los que deben hacerlo, porque están gestionando 900 millones, y merece la pena invertir en mejorar la salud de semejante gallina, que nos pone estos huevos de oro tan hermosos sin que movamos un dedo. O al menos sin que lo movamos como es debido.