Opinión
Ramón Reig
El periodismo son hechos, no palabrería
El periodismo es una profesión que exige dar voz a los que tienen poca o ninguna e investigar las actividades de todo tipo de poder, sea público o privado, al tiempo que estudia y da a conocer los comportamientos y características de los seres humanos. El problema que presenta a menudo esta profesión es que debe investigar a los poderes que son también propietarios de los medios de comunicación que defienden un orden mundial concreto. Esto perjudica a la democracia. No se puede ser juez y parte, los medios de comunicación más influyentes -que no tienen por qué ser los más importantes- poseen una misión esencial: crear maldades y bondades según los intereses de la estructura de poder mercantil que tienen detrás. Con este maniqueísmo se retroalimentan ellos mismos y desinforman a los públicos.
Un periodista debe poseer una base cultural y académica muy importante, eso ya lo dejó claro Gabriel García Márquez en su momento. La base cultural integra una capacidad crítica indudable y una implicación en la búsqueda del rigor que consiste en huir del maniqueísmo y documentarse con el fin de ofrecer todas las aristas de un acontecimiento para que los públicos se hagan su propio criterio. Aquí es donde llega el problema de los públicos que no quieren saber exactamente “lo que pasa” sino lo que a ellos les guste que pase o les gustaría que ocurriera.
Sin duda, la irrupción digital está aportando muchas ventajas, pero también inconvenientes. Por ejemplo, un diario digital es al mismo tiempo prensa, radio y TV más multimedia pero tanta carga tecnológica nos está haciendo olvidar aún más la esencia del periodismo que es lo que acabo de escribir nada más comenzar esta columna. Por tanto, hoy el periodismo está más grave que nunca, a la constante que consiste en que quien es dueño del medio lo es del mensaje central que se emita por él se unen las exigencias de la digitalización.
Una de ellas es escribir y publicar noticias cuyos titulares no dicen nada ni comienzan su desarrollo en el primer párrafo, la novedad es que el lector de los titulares digitales misteriosos o de gancho para que entres a leer en el sitio digital correspondiente, deberán irse al cuarto párrafo y a veces al último para leer la esencia de la supuesta noticia apuntada en un titular amorfo. El resto de la noticia es paja, dialéctica vacía, todo lo contrario que se espera del periodismo: en lugar de ir al grano y concisión, en lugar de mostrar hechos, dar rodeos y hacer perder el tiempo al receptor mientras que las empresas lo ganan.
La digitalización mantiene a los redactores demasiado tiempo con las posaderas en las sillas, ejerciendo un “copia y pega” de las noticias que llegan de agencias o de gabinetes de comunicación. La digitalización priva en buena medida de patear la calle y de poseer fuentes de información propias. La digitalización ha roto mucho la relación entre el periodista veterano que escribe y enseña al joven el oficio. No interesan redactores que cobren demasiado ni que sepan demasiado y que por tanto hayan desarrollado un cerebro crítico. Mejor jóvenes espabilados a los que se adoctrina para que disparen sólo en una dirección, hacia el “progresismo” o hacia la derecha, ya está, no busquen más a menos que deseen dedicar horas a llevar a cabo ejercicios de periodismo comparado que, por otra parte, sería la obligación de ustedes si se consideran ciudadanos de una democracia. Las campanas de la situación de suma gravedad del periodismo doblan por todos nosotros.
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