Opinión
María Graciani
Mi refugio
Estos días de vendaval, de lluvias, de cambios de temperaturas (meteorológicas y humanas), me invade una sensación de agradecimiento al contemplar el panorama desde mi ventana: estoy en mi casa, estoy en mi refugio, soy afortunada. No sufro los rigores del clima, estoy aquí, sentada con mi ordenador, contándote, a través de mis rimas, lo que se nos viene encima.
Lo damos por hecho: tener un techo sobre nuestras cabezas, para ti y para mí es una certeza pero, para tantos otros en la actualidad , es más un deseo que una realidad... ¡Qué necesario es sentirse seguro, a salvo, tener un lugar para vivir! Cuando «hace malo» pareciera que nuestra mayor preocupación es que no le caiga una rama al coche mientras muchas personas no tienen un lugar donde pasar la noche... Incluso ese «hace malo» cambia su noción dependiendo del corazón que lo lea... Para unos será que caiga un aguacero; para otros, que su casa quede reducida a escombros por un misil de crucero... Un notable cambio de óptica, que nos hace recordar que no hay robótica que pueda suplir a la humanidad.
Mi refugio: protección, tranquilidad, paz... Sentimientos todos que surgen al calor del hogar... Después de pasar un día entero «dándole a los pedales»: el descanso del guerrero (muchos conocen demasiado bien al segundo y muy poco al primero...). Mi fortaleza, mi certeza, mi comodidad, un lugar donde ser yo al 100%, ¡por Dios, qué afortunada soy! mientras que tantos niños no saben si comerán hoy...
Al tiempo que escribo estos renglones miro nuevamente por la ventana: dan una tregua los chaparrones... Sigue «nublao», pero a Atila, mi perro, le da igual, él lo que quiere es salir a pasear... Le voy poniendo su collar y mientras tanto no puedo evitar pensar que otras personas no tienen esa oportunidad, no se pueden permitir «el lujo« de dar un paseo, se tienen que esconder ante el riesgo de perecer...
Mi refugio: no solo es mi hogar físico sino mi hogar personal, ese alguien a quien amar que te hace sentir como en casa, ese alguien que te comprende, te quiere, te abraza... Ese alguien que te recarga de energía y te pregunta: «¿cómo te ha ido el día?». Mi refugio personal es mi novio, Alonso, ¡gracias por estar ahí y por hacerme feliz! (y mi refugio perruno eres tú, Atila, mi mejor amigo). ¿Te has dado cuenta de cuántos «refugios personales» se han perdido en estas semanas? Hay quiénes viven en la incertidumbre de saber si sus seres queridos verán el mañana; otros tienen la dolorosa certeza de la pérdida (o, más bien, del arrebato) de sus padres, hijos, hermanos, sobrinos...
Mi refugio también es mental: disfruto cuando me pongo a escribir, a recitar... Otros no se lo pueden ni plantear porque la preocupación por los suyos invade toda su mente, robándoles el presente.
Consciencia, agradecimiento, fortuna... Todo conforma mi refugio, todo suma. Mira a tu alrededor y te darás cuenta de que también tienes muchos motivos para agradecer, para ser mejor... No te quepa duda, ¡eres afortunado!
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