Opinión
Daniel Marín-Gutiérrez
El estupor de lo evidente
Salustiano García con su hijo / Consejo de Cofradías. / Daniel Marín-Gutiérrez
Cuando he visto el cartel de Salustiano para la Semana Santa de Sevilla, he pensado en el Cristo resucitado de Jerónimo Hernández propiedad de la Hermandad de la Quinta Angustia, una obra documentada en 1582. Sin embargo, nunca vi a nadie señalando a los señores de la Magdalena como egregios exaltadores de un presunto erotismo gay. Parece que la polémica se centra en la supuesta celebración de la homosexualidad por parte del artista, lo que ha suscitado una cascada de críticas que van desde la ignorancia a la homofobia. Sin embargo, esta reacción solo ha sido el estupor de las masas ante lo evidente.
¿Y qué es lo evidente? Que en el cartel aparece Jesucristo con una pose de estrella del rock, emulando a los reguetoneros de moda, señalando con el dedo izquierdo hacia la derecha, mientras luce un sudario inspirado en el paño del Cachorro y nimbado con las potencias del Cristo del Amor. Lo demás es un cuerpo desnudo, sin llagas ni heridas, no excesivamente musculado aunque sí definido, aseado, de cabellos limpios y desenredados, de piel reluciente, más blanco que la nieve -como dice el salmo cincuenta y uno- y en la augusta serenidad de la gloria. ¿Alguien puede ver ahí algún atisbo de sexualización?
Lo evidente es que la obra de Salustiano lleva lo normativo hasta el límite de lo aceptable, cuestionando la idealización que los sevillanos tienen sobre la imagen de Cristo: el hijo de un carpintero de pose varonil, de brazos fuertes, una piel tostada por el sol errante de sus predicaciones y un aspecto hosco por el hecho de andar vagando por el desierto. Una imagen que en nada se parece a este Cristo resucitado de Salustiano y que, sin embargo, es la que colma el imaginario de quienes sostienen sus creencias en la ‘fe del carbonero’.
Sin pretenderlo, Salustiano pone a los cofrades contra las cuerdas. Su propuesta deja una pregunta en el aire: ¿cuál es la imagen de Cristo que tienen los sevillanos? La visión del artista se acerca mucho a la de la Iglesia, empleando para ello todo el repertorio normativo de los artistas clásicos: Cristo se presenta como un Dios fuerte, un Padre eterno, un príncipe de Paz.
La obra de Salustiano puede agradar o puede horrorizar, dependiendo de cómo cada uno haya configurado sus parámetros del gusto, un viaje entre el hábitus y la illusio, parafraseando a Bourdieu. Sin embargo, el estupor de lo evidente es que muchos cofrades han descubierto que su imagen de Cristo no es la de ese hombre excelso, de una belleza inmarcesible y serena, tan etéreo que flota en la propia pintura. Esa es la imagen platónica del placer, de la mirada lujuriosa de los protestantes, de quienes van al encuentro del pecado regodeándose en la belleza. Como si la Semana Santa no fuera también todo eso.
Daniel Marín-Gutiérrez
Doctor en Ciencias Sociales. Investigador Posdoctoral Margarita Salas en UPO
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