Patrimonio

La Plaza de España. Cara y cruz

Estatua de Aníbal González en la Plaza de España, espacio y edificio que diseñó.

Estatua de Aníbal González en la Plaza de España, espacio y edificio que diseñó. / Eduardo Briones / Europa Press

Víctor Pérez Escolano

Víctor Pérez Escolano

Las plazas, los espacios públicos, son una piedra de toque en la prolongada historia urbana de Sevilla. En lo que marca nuestro presente, ciudad de calles, escasa de plazas o dilataciones para la estancia o para el mercado. Huertos/jardines particulares, civiles o conventuales. Arrecifes y paseos arbolados. El ideal ilustrado, la brevedad napoleónica, tratando de levantar el aprecio por los espacios de convivencia. Otra cosa son los festejos. Basta recordar la iconografía de la Plaza de San Francisco.

Toda plaza es fruto de su generación urbana, su trazado y la arquitectura que la conforma. Después de la Plaza de América, la Plaza de España es el fruto de la evolución del proyecto de Aníbal González para la Exposición Iberoamericana, levantada sobre un extenso fragmento del Prado de San Sebastián, en el borde a naciente del parque de María Luisa. Menos reconocido en Sevilla de lo que merece, J. C. N. Forestier, figura mundial en la concepción de parques y jardines en el primer tercio del siglo XX, convirtió los de Montpensier en San Telmo en un parque contemporáneo, un extraordinario espacio público, que se deslizaba a las Delicias, tras su paseo arbolado, y al río, con su meandro desgraciadamente aterrado, hurtado a nuestro paisaje urbano.

"El problema de la Plaza de España es otro. Y no me refiero ahora a su cesión para eventos de interés privado que no se compadecen con el lugar. Se trata de sus espacios interiores, sus usos, cerrados al visitante en su mayor parte"

El parque, patrimonio excepcional de los orígenes del verde urbano culto, cuyo interés sigue insuperado por los que se hicieron más tarde. El prado, unos suelos para “usos del común”, venidos a menos, por el que el colegio de arquitectos luchó en las postrimerías del franquismo, según testimonia el libro publicado en 1975. Cincuenta años después cabría otro.

De las cinco hectáreas de la Plaza de España, dos son edificadas y constituyen el panorama arquitectónico que disfrutan quienes circulan por el conjunto, sean sevillanos o turistas, nuestros por unos días. En los espacios inmediatos, deambulando por las galerías abiertas, o desde los miradores hacia el espacio central y el parque, a los que se accede por las escaleras de las puertas de Navarra y Aragón. Recordar las películas allí rodadas. Y observar la ría, que no gustaba a Forestier, la fuente central de Vicente Traver, contraria al trazado de Aníbal González, las torres que parecían demasiado altas en la Academia de Bellas Artes. Todo ello es una experiencia que no puede ser detraída de su condición urbana integral, pública, sin barreras, sin fielatos.

El problema de la Plaza de España es otro. Y no me refiero ahora a su cesión para eventos de interés privado que no se compadecen con el lugar. Se trata de sus espacios interiores, sus usos, cerrados al visitante en su mayor parte. Recordaré que, pensando en la post exposición, a petición del Comité, Aníbal González redacta un Proyecto de Universidad Obrera y Plaza de España, en el que se dispone una escuela de artes y oficios, talleres y museos artístico e industrial. Una quimera. Su destino sería otro bien distinto. Poco se habla de su extrañamiento, heredado de las deudas municipales con el Estado.

"Cabría más ambición. Repensar la Plaza de España. El frente convexo que da al Prado de San Sebastián, muestra su parte más débil (…) Por allí no hay paseantes. Es donde mejor constatamos que no hay cara sin cruz. No añadamos nuevos errores"

Después del carácter de la dictadura franquista, resultante de un golpe de estado militar imperfecto, completado con una guerra civil, la peor de las guerras. Así, cabe leer los diversos paneles de cerámica de la Junta Administrativa de los Edificios de la Plaza de España, distribuidos por diversos puntos donde se puede ver el “gráfico indicador de emplazamientos de oficinas del Estado”.

Al centro la Capitanía General de la Región Militar, en la torre sur la Comandancia de la Guardia Civil, en la norte el Gobierno Civil, y los demás espacios ocupados por diversas instituciones y servicios civiles o militares. Al amparo de la constitución un cambio, la Delegación del Gobierno en Andalucía en el lugar de la Comandancia de la Guardia Civil. No es suficiente, transcurridos ya más años de democracia que de dictadura.

Cabría más ambición. Repensar la Plaza de España. El frente convexo que da al Prado de San Sebastián, muestra su parte más débil, del proyecto original y de su uso, con los bordes invadidos por sus ocupantes, y sus vehículos. Por allí no hay paseantes. Es donde mejor constatamos que no hay cara sin cruz. No añadamos nuevos errores.

Víctor Pérez es Catedrático de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla.

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