Opinión | Mollete de calamares

Etnografía de la Cruzcampo

Lona de Cruzcampo Feria de Sevilla

Lona de Cruzcampo Feria de Sevilla

Una cortaíta. Vasito fino siempre. ¿Más fino no lo tienes? Espuma no muy densa. Y glacial, por supuesto. Que al primer trago se salte una lágrima. Que hace mucha calor. Y que los altramuces dan mucha sed. Y la mojama te deja la boca seca. Sevilla, Huelva y Cádiz: el triángulo sagrado de la Cruzcampo. Donde se identifica estas sensaciones con el placer más absoluto. Donde el sabor de un trago de cerveza es tierra, acento, amigos, familia y refugio del calor. Y del alma.

Decía mi abuela Valle que las papas fritas alegran el corazón. Me atrevo a completar tan sabia frase con la coletilla de que si es con una cerveza fresquita, también te llena el alma. Lo hace gracias a un superpoder que va más allá de las papilas gustativas: la cerveza riega nuestras raíces. La cerveza es bandera de tu territorio. Como la tuya no hay ninguna. Y lo que para ti es el néctar más exquisito para alguien nacido a 350 kilómetros de tu casa, se convierte en sucedáneo de micción.

La etnografía estudia las costumbres y tradiciones de los pueblos. Pocos elementos hay más identificativos de un pueblo como su marca de cerveza local. Doce años después de llegar a Madrid, puedo decir que he entendido por fin la densidad de la espuma de la Mahou y que interioricé el pedir un doble en vez de una cerveza. Aunque hay algo a lo que no me acostumbraré nunca en los bares capitalinos: la falta de cariño por el frescor cervecero. Las raíces mandan.

Y las mías arraigan también, desde hace más de una década, en la tierra de mi mujer. Lo de tomarse una caña de Estrella Galicia mirando al Atlántico te conecta con Galicia y con la alegría de vivir. Y no debo ser el único al que le pasa porque la cerveza gallega ya está tras las barras de cualquier bar de España. En algunos casos, desplazando a las marcas locales. Un sacrilegio para los más puristas que la sienten como una especie invasora. Porque esto de la cerveza es como tu equipo de fútbol: el de tu tierra y para toda la vida.

Por eso es tan difícil provocar la infidelidad de un cervecero. Pero se puede. Lo prueba el ejemplo gallego y también el de nuestra Cruzcampo. Leía en El Correo de Andalucía esta semana que la marca ya está en 10.000 bares de Reino Unido y se puede encontrar en el 68% de los supermercados. Hay un grifo de nuestra cerveza hasta en el The Cavern. En el local de Liverpool donde arrancaron los Beatles le pegan fuerte a la Cruzcampo.

Hay excepciones. Refugios sagrados a los que acudir cuando uno está lejos de la tierra y que te conectan con tu origen. Mi amigo Luis ha convertido Lambuzo, una taberna en el centro de Madrid, en un salvavidas donde saborear una Cruzcampo como si uno estuviera en el sur. Caña, doble, tercio, quinto, botellín, cortaíta. El formato importa. Pero más importa el frío y el brindar por las raíces. Salud.

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