Opinión | MOLLETE DE CALAMARES
La 'autocornada' de los taurinos
Toros / @elcosaisback / Twitter
No sé si a los toros les queda mucho tiempo. Estos días entran 20.000 personas diarias en Las Ventas cada tarde y eso sirve a los taurinos para reivindicarse. Pero también es verdad que los mismos tendidos que en San Isidro aparecen llenos de gente, en cuanto los focos y las figuras se van de Las Ventas, se muestran desiertos el resto de festejos de la temporada. Pero por encima de todo hay dos cosas ciertas: la primera es que una corrida de toros se ha convertido en un espectáculo tedioso y aburrido. La segunda es que los gritos de ¡Viva el Rey!, ¡Viva España! tan de moda últimamente en los tendidos han conseguido echar a mucha gente de las plazas.
Los periodistas tenemos la suerte de estar en contacto con muchas realidades. Un día entrevistas a un escritor, al día siguiente a una currante que no llega a fin de mes y pasado mañana tienes delante a un ministro. Con estos últimos, con los políticos, se coincide de vez en cuando en un acto, al que sigue una conversación con su correspondiente croqueta en la mano. En una de esas, tuve la oportunidad de comentar con un diputado de Bildu lo que ocurre en Zestoa (Guipuzcoa), donde su partido arrasa con el 66% de los votos. O lo que pasa en la vecina Azpeitia, donde los abertzales son un rodillo con el 55% de los sufragios. Allí los toros fueron sometidos a referéndum y el pueblo los defendió porque forman parte de su tradición, son el culmen de sus fiestas.
El diputado me recordó también la figura de Jon Idígoras, dirigente histórico de Herri Batasuna, que actuó de novillero con el sobrenombre de Chiquito de Amorebieta, y que luego fue banderillero. Es probable que el ministro de Cultura desconozca esto. Igualmente, dudo que sepa que los toros están intrincados en la identidad de varias poblaciones donde Bildu gobierna con mayoría absoluta. Tampoco le hace falta. Su decisión de retirar el premio nacional de tauromaquia es coherente con su programa electoral y seguro que es aplaudido con sus votantes. Y no es menos cierto que lo anunció en mitad de una campaña electoral donde necesitaban un buen impulso, en un territorio donde los toros se prohibieron hace casi catorce años.
El problema de la tauromaquia actualmente no tiene nombre de ministro, ni de prohibición. El mayor enemigo de la fiesta de los toros está dentro. Los toros se han dejado colonizar por completo por una única ideología que los utiliza como arma política. Pasan ahora cosas en las plazas que nunca pasaron antes: en la Maestranza se manosea el himno de España, como si a quienes no les gustan los toros fueran menos españoles. En Las Ventas se ovaciona a la presidenta de la Comunidad de Madrid cuando aparece por el callejón como si fuera Manolete. Y esta semana, quienes defienden el legado cultural de la tauromaquia, dedican en San Isidro una pancarta contra Urtasun donde se lee “me vas a comer los huevos por detras”. Así, con falta de ortografía incluida. Argumentos y pura poesía. El mundo de los toros se autosabotea hasta la cornada final.
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