Opinión | El Malecón

José Sámano

El Madrid, mal vecino

El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez.

El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez. / EP

Cuesta creer que el cósmico Real Madrid resulte un vecino espantoso en su propio barrio. El Bernabéu del más allá ha convertido las calles aledañas en un perturbador e irritante “fiestódromo”. La gente de Chamartín ya tenía callo con la cartelera futbolística, de 25 a 30 partidos anuales, pero ahora el estadio es un parque temático indebidamente insonorizado con un concierto a la semana, más de 30 horas en el último mes. Y no cualquier gala. Estos días, la icónica Taylor Swift, con una caravana de 63 tráileres, ensayo tras ensayo y cerca de 65.000 fans en el estadio.

Las mediciones de sonido arrojan datos espeluznantes, diez veces más de lo legalmente permitido. Un sindiós para los residentes cercanos, ya muy hastiados tras unos cinco años de obras, la proyección de una parada de metro -la Alfredo di Stéfano-, la idea de un nuevo túnel y dos aparcamientos con unas 1.800 plazas. Con estos macro recitales, hasta los colegios adyacentes han tenido que variar sus rutinas en pleno fin de curso.

Atosigados por la desbordante mercantilización del fútbol, los clubes rastrean ingresos por doquier. Sostiene Florentino Pérez que un estadio como el Bernabéu no puede limitarse a un puñado de partidos. Quizá, pero no a costa de la gente, por mucho que supongo la marca Real Madrid. Tras una inversión de 1.170 millones, la entidad prevé unos 200 eventos anuales que facturen 300 millones. O lo que es lo mismo, más de un Mbappé.

La vecindad se ha revuelto contra el Madrid, pero el personal se siente pulgarcito ante la soberanía absoluta de Florentino Pérez, carente de toda oposición y al que acostumbran a respaldar el Ayuntamiento y la Comunidad. No así los tribunales, que han paralizado de momento las nuevas faraónicas obras. El estadio está testado como escenario deportivo y para otras producciones requiere permisos concretos. Ante todo, las autoridades deben velar por los ciudadanos, por mucho que se trate del Real Madrid, que en su mano ha tenido al menos silenciar mejor el Bernabéu, donde el sonido  rebota en los laterales y se expande hacia las viviendas cercanas. Al parecer, en ello está. De momento, el consistorio anuncia multas solo para los promotores -una calderilla de 20.000 euros-, y desliza sin mucho énfasis que “el Madrid no puede ser ajeno”.

Pérez siempre se miró en el espejo de Bernabéu, al que ya ha superado en títulos, con el matiz de que muchos no se disputaban en la época santiaguina. Por el camino, alistó a su Di Stéfano y Puskas (digamos, Zidane y Ronaldo), derivó la Ciudad Deportiva a Valdebebas y como su gran referente armó la marimorena con el Barça por un fichaje. Del de Di Stéfano al de Figo. Y otra senda más. Bernabéu lideró con el diario “L’Equipe” la embrionaria Copa de Europa. Florentino anda empecinado con la estancada y unipersonal Superliga.

Quedaba el estadio, como tantos hoy catedrales en medio de las ciudades, y su modernización no puede suponer un perjuicio aún mayor para el personal, ya de por sí más que apabullado. Es indudable la contribución universal del Real a la ciudad de Madrid, por ello es indispensable que la entidad no dé la espalda a los suyos. Bastante lo hacen ya los gobernantes con su alfombra roja al poderoso de turno. Bien haría el Barça en tomar nota de lo sucedido en La Castellana y alrededores ahora que pasa revista al esqueleto del Camp Nou.   

Tracking Pixel Contents