Opinión | EL PULSO DE ESPAÑA

Cuando Aguirre fue a hablar de financiación con Zapatero

El estruendo por el debate actual sobre financiación, con Cataluña de fondo, tiene enormes semejanzas con lo que España vivió en 2008

El expresidente del Gobierno, Jose Luis Rodriguez Zapatero, en el Palacio de la Moncloa a la Presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, en diciembre de 2008.

El expresidente del Gobierno, Jose Luis Rodriguez Zapatero, en el Palacio de la Moncloa a la Presidenta de la comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, en diciembre de 2008. / JUAN MANUEL PRATS

Financiación autonómica. Uno de los hits del curso político 2024-2025, sin duda. Tiene relevancia en el guion laboral de los políticos españoles pero es de vital importancia para usted. Y para usted también. Sí, porque los servicios públicos que necesita y a los que tiene derecho dependen de que nuestros representantes en las instituciones logren llegar a un acuerdo que llevan aplazando muchos años porque el tema les quema en las manos… este debate, el del dinero, siempre ha generado una tensión de alto voltaje como la que nos amenaza ahora, pero hemos vivido situaciones casi idénticas a la que en estos momentos está protagonizando otra generación política en España. ¿Qué no me creen? Les cuento con detalle. Verán cómo les suena la melodía…

Hace 16 años, la víspera de navidad de 2008, el presidente del Gobierno de entonces, José Luis Rodríguez Zapatero, tenía dos asuntos delicadísimos sobre la mesa que se cruzaban constantemente: uno, el arriesgado intento de acercarse a Cataluña con un nuevo Estatut. Otro, el compromiso de reformar el sistema de financiación vigente. En aquel proyecto estatutario, además de la inclusión en el preámbulo del término "nación", había cuestiones que afectaban a la financiación catalana y que enfadaban enormemente a un PP que, con Ángel Acebes y Eduardo Zaplana como portavoces y Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid, insistían constantemente en que España se podía romper. Además, como es lógico en un Estado descentralizado en autonomías, cada presidente territorial tenía sus necesidades y sus reticencias en torno a los debates abiertos, por más que sus partidos nacionales trataran de atar a todos en un discurso único.  

El ruido político en torno al proyecto estatutario y financiación fue creciendo, creciendo y creciendo tanto en Madrid como en Barcelona. Se sembraron argumentos ante la opinión pública que rozaron el realismo mágico y lo naif desde la izquierda: se llegó a decir que todo lo que se pactara con los catalanes saldría adelante; no se midieron las consecuencias de coser sin el PP un tema tan complejo como el Estatut y se recurrió peligrosamente al comodín del déficit para lograr dinero con el que cuadrar círculos con las comunidades. A la vez se fomentaron mensajes inflamables desde la derecha, azuzando el enfrentamiento entre territorios y el abuso de los tribunales para resolver problemas que se les atragantaban a políticos… con esas actitudes, sumadas a un nacionalismo catalán enfrentado (CiU pactada entonces con el Ejecutivo y ERC criticaba) que fue poco a poco virando hacia el independentismo, se diseñó con más o menos conciencia un futuro de polarización y una crisis de Estado histórica. Pero eso sería en el medio plazo.

En el corto, aquella navidad de 2008, hasta políticos hipercríticos entendieron que son los ciudadanos y nos los territorios o los partidos los que necesitan una financiación adaptada a sus tiempos, sus características y sus servicios públicos. Casi todos terminaron haciendo de la necesidad virtud, pese a que ya habían sembrado en sus respetivas parroquias, usando el ruido como abono, las manzanas de la gran discordia. El 22 de diciembre de 2008 Esperanza Aguirre pasó por La Moncloa para verse con Zapatero, en una de las muchas reuniones bilaterales que el presidente socialista tuvo con los barones autonómicos. ¿Le ven algún paralelismo con la actualidad? "El nuevo modelo que se plantea es para Madrid muy positivo", subrayó la siempre guerrera Aguirre ante la prensa (quien suscribe este artículo estaba allí para informar). Punto de inflexión. El presidente le había dicho que se tendría en cuenta el criterio de población y que, además de aumentar la capacidad fiscal de las comunidades, se darían recursos adicionales a los gobiernos regionales. Ya no ante los micrófonos, sino en un corrillo con periodistas, la lideresa popular añadió: "Me ha dicho que lo va a cargar a déficit. Pues él sabrá".

Por el palacio presidencial pasaron unos y otros y, finalmente, se cerró una reforma del sistema que no entusiasmó a nadie, pero logró consenso y ha durado vivo hasta hoy, pese a sus fallos y carencias. Si el pasado nos sirviera alguna vez para aprender, en vez de para repetir los tropezones en peligrosas piedras, se podría concluir que los políticos deberían tener altura de miras para pensar en los ciudadanos que representan y en los servicios que les urgen para acordar sistemas de financiación justos (las diferencias crean heridas insalvables), solidarios, realistas y viables (abusar del déficit y la deuda llevó a Zapatero a colocar al país al borde del rescate y a él, a su casa). Los presidentes autonómicos se deben primero a quienes les han votado para que garanticen sus derechos y, luego, a los partidos que les dieron la oportunidad de ir a las urnas. Por ese orden. Pero usar los modelos de financiación con todos para desviar el foco de acuerdos no bien explicados con algunos (el de PSC y ERC, al que le falta mucha letra pequeña) tampoco es buena cosa. Como no lo es jugar con material inflamable. El pasado está para hacer un futuro mejor. ¿Alguien quiere intentarlo?