Opinión
El nuevo hombre blandengue
En la imagen, un hombre se fotografia con un selfie. / Pixabay
“¿Te gustaría saber cómo ser masculino en una sociedad feminizada?” “No triunfarás en la vida con un cuerpo mediocre”. “Aumenta tu energía masculina.” “Nunca serás millonario si antes no te conviertes en un verdadero hombre.” Podría seguir encadenando citas similares hasta el vómito. Podría seguir lanzando estos mensajes, uno tras otro, como hacen los perversos algoritmos de TikTok e Instagram llenando los ojos y los cerebros de nuestros hombres jóvenes de masculinidad tóxica y machismo.
Sino sabe de qué estoy hablando, basta con asomarse a cualquiera de estas redes sociales para encontrarse con un patrón que se repite entre los creadores de contenido: hombres, muy jóvenes, con buen aspecto físico y un discurso machista y neoliberal extremo. Repiten mantras que hablan de ganar tu primer millón, culto al cuerpo como principal objetivo en la vida y tratar a las mujeres como seres inferiores a las que seducir a base de ser el más fuerte, el más chulo y el que tiene mejor coche. Todo lo que no sea eso, es ser un fracasado. Acumulan millones de seguidores y sus mensajes calan en las generaciones que los tienen como referentes.
Uno de cada cuatro jóvenes piensa que la violencia machista es un invento ideológico. Sostienen que pegar a tu compañera está mal, pero entra dentro de lo normal en una pareja. Y si la violencia es de poca intensidad, no es un problema. Nos sorprenden y preocupan datos como estos, pero es una tendencia que lejos de reducirse va en aumento año tras año. Una realidad que crece al mismo ritmo que lo hacen los seguidores de quienes son referentes de esta masculinidad para nuestros jóvenes.
Insisten en ideas sencillas, repetitivas y que suenan a consuelo para una generación frustrada. Una generación de jóvenes que cobra una miseria a pesar de estar formada y preparada. Una generación condenada a vivir con sus padres porque no puede soñar con adquirir una vivienda o alquilarse algo decente donde emprender un proyecto de vida. La imagen del hombre fuerte, seguro de sí mismo y castigador es el espejo en el que se miran para soñar con una vida mejor.
A principios de este mes nos golpeó un barómetro de 40db para El País que concluía que un 26% de los jóvenes prefiere en algunas circunstancias el autoritarismo a la democracia. Si lo dividimos por sexos, la tasa de hombres jóvenes que piensan así duplica a la de mujeres, según este mismo estudio.
Isaac Asimov hablaba del culto a la ignorancia. Y esta realidad es buen ejemplo de lo que el estadounidense apuntaba ya en 1980. La exaltación de lo primario. La negación del pensamiento crítico, el rechazo a la duda, a la debilidad. Y todo enmarcado en un preocupante cuadro que dibuja machismo, odio al diferente, gordofobia y plantea lo material como el verdadero éxito en la vida.
Hace cuarenta años El Fary ridiculizaba a lo que él llamaba el “hombre blandengue”. El que hacía la compra o echaba una mano con los niños. Ahora nos enorgullece como sociedad haber superado ese mensaje. Pero estamos dando pasos atrás de manera preocupante. Cuidado con los cerebros blandengues.
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