Opinión | ARENAS MOVEDIZAS

Un crucero israelí frente a las ruinas de Gaza

Los colonos judíos han puesto en marcha una macabra atracción para toda la familia: paseos en barco para observar cómo su gobierno aniquila a los gazatíes

Explosiones en la ciudad de Sderot. / EFE

Sderot (o Sederot) es una ciudad de unos 24.000 habitantes (33.000, según otras fuentes) del lado meridional de Israel. Situada a menos de un kilómetro de la Franja de Gaza, lleva años convertida en el blanco más cercano y seguro de los cohetes Qassam que Hamás o la Yihad lanzan habitualmente desde el lado palestino. Evacuada en varias ocasiones a causa de los ataques, Sderot fue una de las localidades cuya población se vio sorprendida y masacrada a sangre y fuego por la matanza de Hamás del 7 de octubre de 2023 que dio pie al comienzo de la guerra. 

A punto de cumplirse ese aniversario y con Gaza arrasada, los colonos de Sderot han encontrado la manera idónea de comprobar de cerca (y celebrar) cómo el Gobierno israelí continúa respondiendo a aquel brutal ataque: desde un puerto cercano, los habitantes de esta ciudad evacuada durante días tras la masacre del 7-O tienen ahora la oportunidad de subirse a un barco y observar, como si se tratara de un crucero recreativo, las ruinas de la localidad fronteriza y el resplandor iridiscente de las explosiones causadas por los bombardeos ordenados por Netanyahu.

En horario nocturno, madres y padres observan el ‘espectáculo’, algunos de ellos con sus hijos durmiendo plácidamente sobre sus hombros ajenos a esta experiencia macabra y lúgubre. Emulando a los adultos, otros niños —de la misma edad de los que cada día mueren o pierden a sus familias en el lado palestino— captan con sus móviles las imágenes de un territorio devastado y sin vida. «¡Mira Gaza, ahí está Gaza!, se escucha exclamar a uno de ellos en un vídeo difundido estos días por televisión. Se le ve tan emocionado como el niño que descubre la montaña rusa en un parque temático. Los clics de varios teléfonos martillean al mismo tiempo cada vez que una explosión ilumina el cielo gazatí. No se observan flashes. El fuego que sigue a los impactos de los proyectiles ilumina la franja y ofrece una panorámica perfecta, casi diurna, del efecto devastador de las bombas.

El objetivo de los colonos con este tipo de cruceros es «acercarse lo más posible a Gaza y entender que a partir de ahora Gaza será completamente judía», asegura en el vídeo Daniella Weiss, líder de una organización de colonos. Sin muestras de piedad o compasión, el régimen de Netanyahu fomenta el necroturismo como un elemento más de propaganda. Hamás o Hizbulá son los enemigos y Palestina y el Líbano, los territorios que los cobijan, luego esto es lo que les ocurre a quienes osan atacar al pueblo elegido. Hagan fotos.

Por muy distintas razones, hay áreas del mundo marcadas en rojo en los mapas de los llamados necroturistas, apasionados del gore duro que no se contentan con visitar los cementerios parisinos donde se hallan las tumbas de Jim Morrison u Oscar Wilde. Hay hasta programas de telerrealidad que cuentan cómo algunas agencias hacen negocio organizando viajes a las inmediaciones de Chernobyl, a las calles donde mataban los sicarios de Pablo Escobar o a los campos de exterminio alemanes donde los nazis gaseaban a los judíos. Lo que diferencia estas visitas de los cruceros por Gaza es que cualquier falta de respeto a las víctimas en alguno de los lugares mencionados se paga con la reprobación y expulsión de quien se regodea en público del sufrimiento ajeno.

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Las travesías nocturnas a orillas de la Gaza arrasada incluyen paseo, soflama y el deseo en voz alta de que no paren las bombas, lo que indica que el auténtico sentido de estos viajes esconde la constatación de la venganza cumplida, un sentimiento que puede llegar a parecer comprensible para quienes antes, durante y después del 7 de octubre de 2023 padecieron el horror de Hamás. Lo que no parece importarles a quienes organizan una excursión tan macabra son las miles de semillas de abominación que están germinando a uno y otro lado de la franja, lo que abona la parasitación del conflicto durante decenas de años más. La guerra y su frivolización a bordo de un crucero del horror representa una nueva remesa de odio frío e imperecedero. Y repugnante también.