Opinión

El Mar Menor y Doñana bañan Bruselas

Una imagen del Parque Natural de Doñana

En 2021 el Mar Menor sufrió un episodio de anoxia que consternó a la sociedad española. No era la primera vez: en 2016 se evidenció su degradación ambiental con el fenómeno contaminante de la “sopa verde” y en 2019 había sufrido el primer evento de mortalidad masiva de fauna marina.

Es en ese mismo año, en 2021, cuando el Tribunal de Justicia de la Unión Europea condenó al Reino de España por incumplir tres artículos de la normativa del agua de 2020 respecto a Doñana. La degeneración de ese espacio natural, emblema internacional de nuestro país, también venía de lejos.

Desde el Gobierno de España, decididamente comprometido con la defensa de nuestros valores ambientales, se tomó entonces la decisión de actuar sobre ambos espacios con marcos de actuaciones ad hoc, multidisciplinares, ambiciosos, basándose en la ciencia y aportando soluciones apoyadas en la propia naturaleza: recuperar, restaurar y salvar esos humedales de un alto valor ecológico, era el objetivo.

La decisión última sobre la creación de estas hojas de ruta fue de la vicepresidenta y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico.

Aquel empeño, sostenido en el tiempo con determinación y plasmado en sendos Marcos de Actuaciones, dotados a su vez de un presupuesto inédito hasta la fecha (675 y 706 millones de euros en el Mar Menor y en Doñana, respectivamente), pretendía, además de salvar los valores ambientales de ambos espacios, ofrecer alternativas para un desarrollo más justo y sostenible, socialmente responsable, participado y transparente en sus formas de gestión y gobernanza.

La Andalucía de Doñana y la Región de Murcia del Mar Menor se sitúan así en el centro y a la vanguardia de los complejos procesos de restauración de ecosistemas, no sólo en España, sino a nivel internacional.

Hoy, pocos años después de aquellos primeros, y en nada, tímidos pasos, la Unión Europea acaba de aprobar el reglamento de Restauración de la Naturaleza, una normativa comunitaria que recibe el bagaje y las enseñanzas de la labor pionera que emprendió España entonces, y que vinculará a los estados miembros y a las administraciones competentes en la materia, entre ellas las Comunidades Autónomas, a restaurar y recuperar un importante porcentaje de sus espacios naturales, degradados por la intensiva acción humana sobre ellos y por los efectos de un cambio climático cuyas consecuencias son hoy más que evidentes.

El futuro pasa por sostener, revisar y mejorar el camino que emprendimos en Mar Menor y Doñana; el futuro pasa por seguir apostando por medidas fundamentadas científicamente y soluciones basadas en la naturaleza; el futuro pasa por asumir de una vez por todas que son urgentes otras formas de producción, consumo y relación con el medio; y el futuro también pasa, invariablemente, por Bruselas, ante lo cual, que la vicepresidencia ejecutiva y responsabilidad de Transición Limpia la ostente la misma persona que comenzó ese camino en nuestro país es toda una garantía.

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Paca Baraza, comisionada del Ciclo del Agua y Restauración de Ecosistemas