Opinión | Mollete de calamares
"Ya vamo a está en la playa"
Ya hay roscones en el supermercado. Mi amigo Mario, vecino de Los Bermejales, me manda una foto que acredita que en el MAS de su barrio ya los hay de medio kilo a menos de cuatro euros. Recibo el documento gráfico mientras escribo este texto y contemplo en la ventana cómo llueve intensamente en Madrid por primera vez desde hace meses. La gente camina abrigada y con paraguas. La instantánea de los roscones se añade al carrete de mi teléfono donde comparte espacio con las fotos de mis vacaciones de agosto. Las miro, vuelvo a mirar por la ventana, echo otro vistazo a los roscones y pienso: ya vamos a estar viendo la cabalgata.
Dijo Caballero Bonald una frase que mi padre recordó en mi boda y que me parece brillante y precisa: “Somos el tiempo que nos queda”. Yo añado que ese tiempo, el que nos queda, circula a toda prisa por delante de nuestras narices a una velocidad directamente proporcional a lo viejos que nos hacemos. Las vitrinas con roscones de Reyes no hacen sino confirmarlo. Ahora hago mías esas frases de nuestras madres y abuelas. El 1 de septiembre se resuelve con un: “Ya vamo a está en Navidad”, y al asomar un día soleado de febrero inspira un: “Ya vamo a está en la playa”.
Leo esta semana titulares en la prensa local de Cádiz que informan sobre los ensayos de las agrupaciones de Carnaval y recuerdan que el plazo de inscripción para el concurso está ya abierto. El Correo de Andalucía informaba hace unos días de que ya hay proyecto para la portada de la Feria de Abril de 2025. Sé de quien acaba de encargarse una túnica para la próxima Semana Santa, o de las que ya se han tomado medidas para el traje de flamenca para una primavera que está al caer. Conozco a muchos que ya tienen la casa reservada para julio o agosto del año que viene. No vaya a ser que se queden sin ella.
Es la condición humana, pero especialmente es la condición de quienes nacimos en nuestra querida tierra. Viviendo en una eterna y continua víspera
Así somos y así seremos. Es la condición humana, pero especialmente es la condición de quienes nacimos en nuestra querida tierra. Viviendo en una eterna y continua víspera. Regodeándonos en un preparativo perpetuo. Con el tiempo cayendo a toda prisa. Con la mirada siempre puesta en la próxima fecha marcada en el calendario. Como es sabido, los hijos aceleran aún más esa sensación de vértigo y a uno que es nostálgico, le brota la angustia y el deseo de que el tiempo se pare y poder congelar determinados momentos.
Al terminar este texto, procederé a guardar hasta el año que viene las bermudas que me puse esta misma semana. Le diré a mi hija que se porte bien, que los Reyes Magos la están viendo, me pondré algún pasodoble del Yuyu en Youtube para quitarme el mono y brindaré por los 125 años de esta cabecera en la que escribo, ejemplo vivo del fugaz paso del tiempo. Aquí les dejo hasta el próximo lunes, que a este ritmo tengo que ir preparando las cosas para echar el día de playa.
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