Opinión | EL DESLIZ

Ese cariño del que usted me habla

Ilustración de Elisa Martínez. / Elisa Martínez

Se le está complicando a la presidenta del Congreso de los Diputados mantener su aura tan limpia como requiere el cargo que ocupa, yo no apostaría un euro por que se coma los turrones en Madrid. «Vale cariño, te mantengo informada de todo», le dijo a Francina Armengol en un guasap nada menos que Koldo García, alma de una presunta trama de corrupción que se lucró con la venta de mascarillas truchas y pruebas PCR durante la pandemia. Le agradecía supuestamente que le pasase el teléfono directo de la consellera de Salud Patricia Gómez para sus tejemanejes. Un escándalo asqueroso, hacer negocio mientras la gente se contagiaba de covid y moría. Las pesquisas de la Guardia Civil apuntan a que el amoroso Koldo era un mandado del por entonces hombre de confianza de Pedro Sánchez, José Luis Ábalos, y detallan ese tipo de entramados propios de la corrupción política: compra de inmuebles, pago de alquileres a amigas entrañables. Cabe recordar que en su calidad de ministro de Transportes, el hoy diputado del grupo mixto amagó con eliminar el descuento de residente para los aviones de los ciudadanos de las islas porque se estaban produciendo mangarrufas, un tipo ejemplar poniendo a un pueblo bajo sospecha. El presidente fulminó a Ábalos sin miramientos en una crisis de Gobierno, luego le echó del partido cuando estalló el caso Koldo y ahora ha dicho que «no va a haber impunidad». No sé a quién puede referirse, con los implicados principales ya aislados, aunque ya se sabe que Sánchez no va de devociones profundas, salvo la que muestra por su esposa. «Quiero ser sincera. Yo he tenido algún contacto con el señor García, era asesor del ministro de Transportes y no puedo recordar lo que hablé con él», aseguró Armengol en la comisión parlamentaria de mayo que indagaba sobre este caso. Entre el «señor García», o también «ese señor» y «vale cariño, te mantengo informada de todo» en el móvil de una presidenta autonómica hay un abismo por el que despeñarse. Tal vez muchos nos perdamos en los entresijos de las empresas pantallas, los testaferros, las comisiones, los procedimientos públicos de compras y demás, pero «cariño» parece inapelable. ¿Cariño? ¿Cómo explicas cariño? Hay que elegir incluso por quién te dejas querer.

«Palabra de honor, me río, cariño, de Alfonso Armada. Ese ha pasado siete años en la cárcel, se ha ido a su pazo de Galicia y el tío jamás ha dicho una palabra. ¡Jamás! En cambio, este otro está largando…», le contaba Juan Carlos I a Bárbara Rey en unos audios publicados estos días por OKDiario que disipan las dudas que quedaban sobre su papel en el golpe de Estado del 23F, y en los que carga contra el exjefe de su Casa, Sabino Fernández Campo. La vedette, su amante durante tres lustros, le preguntaba sobre todo bicho viviente como una profesional y lo grababa para extorsionarle. Aunque el amor verdadero ni se compra ni se vende, recibió a cambio de su silencio 600 millones de pesetas de fondos reservados y programas en televisiones públicas. Todo un Estado enfangado para tapar los líos de alcoba del monarca, y preservar su honorable imagen campechana. Dinero público desperdiciado, a la vista de su abdicación y posterior exilio en el desierto, y de la difusión de todos los materiales. Que se ha producido en un momento delicado, con las memorias del emérito a punto de publicarse. Las tendrá que retocar con mucho cariño su biógrafa y amiga, Laurence Debray, que estos días le visitó en la corte paralela de Sanxenxo.