Opinión | Estados Unidos

La política exterior de Kamala Harris

En términos generales, se le presume un alto grado de continuismo con la llevada a cabo por Joe Biden, de quién al fin y al cabo ha sido vicepresidenta

Kamala Harris y Donald Trump. / AP

A veinte días de las elecciones americanas parece oportuno reflexionar sobre la política exterior de Donald Trump y Kamala Harris si alcanzan la presidencia el 5 de noviembre, pues lo que hagan también nos afectará a nosotros. Esta semana la dedico a Kamala y dejo a Donald para la próxima.

Hasta la fecha no hay muchas declaraciones de Harris sobre Política Exterior, aunque en términos generales se le presume un alto grado de continuismo con la llevada a cabo por Joe Biden, de quien al fin y al cabo ha sido vicepresidenta: multilateralismo, defensa del orden liberal democrático, búsqueda de aliados, refuerzo de las alianzas internacionales y apoyo a las Naciones Unidas y a la reforma del Consejo de Seguridad.

Su estrategia internacional se apoyará en dos pilares: la economía y la política.

Harris cree -y tiene razón- que la fortaleza económica está en la base de la potente política exterior que ella quiere, como ya dijo Biden en su día, que esté al servicio de la clase media americana y eso le exigirá un cierto grado de proteccionismo. Mantendrá las dos leyes estrella de la reciente presidencia, la Chips and Science Act y la Inflation Reduction Act, que han dado un fuerte impuso a las infraestructuras, las renovables y a la energía limpia a costa de algunos aranceles a productos europeos y mucho más altos para China. Harris procurará mantener la competitividad económica de los EE UU, cuyo PIB es superior al conjunto de los tres países que le siguen.

La economía americana ha ido bien con el tándem presidencial Biden/Harris: en septiembre se han creado un cuarto de millón de puestos de trabajo, la tasa de desempleo está en un envidiable 4,1 y la inflación en el 2,8%. Son datos buenos que sin embargo no han logrado trasladar a la ciudadanía, que piensa mayoritariamente que Trump está más capacitado para manejar la economía. Es el punto más débil de Harris y ella lo sabe.

En política exterior Harris reforzará las alianzas existentes empezando por la relación Trasatlántica y su Consejo sobre Comercio y Tecnología, que pretende diseñar conjuntamente los estándares globales de las tecnologías emergentes. También ha reafirmado su compromiso con la defensa de Ucrania y con la OTAN y en particular con su artículo 5 de defensa automática entre miembros. Todo esto es tranquilizador e importante para Europa.

En relación con Rusia, Harris cree que hoy es imposible intentar un reseteado de relaciones y no le reconocerá una zona de influencia en Europa como desea Putin, sino que ante la creciente amenaza rusa aumentará las tropas desplegadas en el flanco occidental y está abierta a aumentar las sanciones. A cambio, ha dejado claro que no promoverá un cambio de régimen en el Kremlin.

Harris considera a China «un competidor estratégico a largo plazo», el único país con voluntad y capacidad de suplantar el orden geopolítico dominado por Washington. Por eso seguirá una política cauta y dura al mismo tiempo. Será muy firme con sus prácticas comerciales agresivas, le impondrá fuertes aranceles (pero menos que Trump), limitará la exportación de tecnologías sensibles y en general promoverá una política de reducir riesgos con China. Al mismo tiempo procurará cooperar con Beijing sobre asuntos de interés común como el cambio climático, la seguridad alimentaria o sanitaria y el riesgo nuclear. Sobre Taiwán, Harris no se ha expresado con la claridad de Biden cuando dijo que su compromiso es «sólido como una roca», pero sin duda velará por la seguridad del país que produce el 90% de los semiconductores que todos necesitamos y por cuya costa circula el 50% del tráfico marítimo de contenedores.

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En Oriente Medio, Harris, casada con un judío, se ha manifestado claramente a favor del derecho de Israel a defenderse mientras con la boca más chica lamenta las víctimas y aboga por un alto el fuego y por la solución de Dos Estados. Es un tema delicado porque el apoyo sin límites a Israel suscita oposición entre los sectores más progresistas y jóvenes del partido y entre los musulmanes del crucial Estado de Michigan. La eventual extensión de la guerra a Irán beneficia a Trump pues no hay que olvidar la frase de Robert Kaplan cuando decía que los americanos prefieren «strong and wrong over weak and right». Estas guerras perjudican al partido Demócrata y más aún si hacen subir el precio del petróleo.