Opinión | Moncloa

Sánchez está hundiendo a Begoña Gómez

Cada gestión del presidente del Gobierno acerca más a su mujer al banquillo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / David Zorrakino - Europa Press

Si necesitas con urgencia un abogado defensor, procura que no sea Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno ha fracasado con estrépito en media docena de intentos de clausurar la investigación penal dirigida contra su esposa, está hundiendo a Begoña Gómez, cada gestión de su marido la acerca al banquillo. El Tribunal Superior de Madrid no ha rechazado su querella contra el juez Peinado, la ha escupido sin dejar ni un resquicio para satisfacer la indignación del querellante por el interrogatorio a domicilio en la Moncloa. El voto particular de un magistrado no suaviza el tenor, sino que lo endurece al hablar del "ejercicio abusivo del derecho a querellarse".

En una cadena de errores mayúsculos, Sánchez obliga ahora a plantear la consistencia en La Moncloa de un primer ministro acusado de "mala fe" por un magistrado del Superior, una pregunta con la misma respuesta que la continuidad del primer fiscal general del Estado imputado de la democracia. En política, los errores son peores que los crímenes, y la batería de actuaciones presidenciales en favor de Begoña Gómez no supera un examen elemental. La Abogacía del Estado no es culpable de redactar una "extravagante" querella vagorosa digna de un párvulo, sino de haber ocultado a su cliente la ridiculez del empeño.

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La desastrosa respuesta a la instrucción de Peinado no se inaugura con las reacciones jurídicas pueriles. Ahora se aprecia con nitidez el desvarío de los cinco días de reflexión que se autoconcedió Sánchez, olvidando que su esposa no es la primera víctima de una querella supuestamente infundada. La indignación desmesurada ha obligado a los entusiastas a recular, y hoy puede hablarse de sospechosa penumbra en el desempeño laboral de la primera dama. La astucia imponía un perfil bajo de Moncloa, el protocolario "que la justicia haga su trabajo" sin agrandar el escándalo. Sánchez empeora la situación al exigir la dimisión de Díaz Ayuso por las gestas de su pareja, y ni siquiera puede refugiarse en que la querella del PP por acusaciones anónimas ronda la charlotada. A Begoña Gómez le hubieran ido mejor los pleitos si no fuera la esposa del presidente del Gobierno, a falta de saber si en esa hipótesis hubiera logrado dirigir tantos Institutos y Cátedras.