Opinión | Elecciones en EEUU

La política exterior de Donald Trump

La impredecibilidad formará parte de su segunda presidencia que, en mi opinión, sería un desastre para Estados Unidos, para el mundo y para Europa

El expresidente de EEUU Donald Trump.

El expresidente de EEUU Donald Trump. / Europa Press/Robin Rayne

La semana pasada analicé la política exterior de Kamala Harris si llega a la Casa Blanca en las elecciones que se celebrarán en apenas quince días. Hoy toca reflexionar sobre lo que haría Donald Trump.

Aunque miente más que habla, Trump dijo en 2016 que “we have to be unpredictable” y eso lo ha cumplido. La impredecibilidad formará así parte de su segunda presidencia que, en mi opinión, sería un desastre para Estados Unidos, para el mundo y para Europa.

Para EEUU porque en esta segunda etapa no habrá “adultos en la habitación” capaces de frenar sus peores impulsos, pues se rodeará de leales que le reirán las gracias, le dirán que sí a todas sus ocurrencias y no se las discutirán. Trump ha advertido que pondrá de patitas en la calle hasta a cincuenta mil funcionarios y los sustituirá por gente suya, al tiempo que persigue a periodistas y jueces que cree que le han sido hostiles estos cuatro últimos años. También pisoteará la tradicional división de poderes y, como consecuencia, deteriorará la imagen de Estados Unidos como líder de las democracias en un mundo en el que crecen los sistemas autoritarios. Kaplan advierte que, con Trump, una dictadura sería posible en los EEUU y Fukuyama dice que el caos de su presidencia daría ventaja a China en la pugna por la hegemonía global.

Para Europa, una presidencia de Trump sería mala porque no cree en la UE ni en la relación trasatlántica, se entenderá con los líderes más euroescépticos, impondrá un arancel del 10% a nuestras exportaciones, no cree en la OTAN y aunque no podrá abandonarla por falta de los votos necesarios (2\3 del Senado), sí podrá vaciarla de contenido, reduciendo las tropas o los fondos que Washington aporta. También ha dicho que animaría a los rusos a hacer “whatever the hell they want” con los socios europeos -como España- que no aportan el 2% de su PIB a Defensa. Sin el respaldo nuclear americano, los europeos quedaríamos a la merced de una Rusia nuclear y expansiva que ha renunciado al principio de no ser la primera en usar el arma nuclear. 

En Ucrania, Trump ha dicho que se sentaría con Putin -con el que ha hablado muchas veces estos años, como cuenta Bob Woodward en su reciente libro 'War')- y que resolvería el problema antes incluso de su toma de posesión, lo que exige acabar con la ayuda a Zelenski y obligarle a renunciar al territorio que ya ocupan los rusos y a una futura entrada en la OTAN y quizás en la UE. Rusia, envalentonada, podría atacar a otros países pues Putin sueña dar a Rusia el peso internacional que tenía la URSS y necesita una zona de influencia que toma las fronteras soviéticas como referencia. La inestabilidad se adueñaría de nuestro continente.

Con China no hay mucha diferencia entre Harris y Trump, pues ambos la consideran un rival existencial para la hegemonía norteamericana, porque es el único país con voluntad y con capacidad para promover un orden geopolítico diferente al actual en sus valores y en el reparto de poder. Trump será más duro que Harris, impondrá aranceles del 60% a todas sus exportaciones (hasta el 200% a los coches eléctricos) y no dudará de desatar otra guerra comercial para tratar de disminuir su déficit con el gigante asiático. A diferencia de Harris, Trump es ambiguo en su compromiso con Taiwán y evita decir qué haría si China ataca. En ese ambiente, será difícil encontrar espacios para tratar de temas de interés global, como el cambio climático, la seguridad sanitaria, la proliferación nuclear o el control de la IA.

Sobre Oriente Medio, Trump presume de ser el presidente más pro-israelí de la historia. Dice que con Kamala Israel desaparecería en dos años y que hay que dejar que Netanyahu “termine su trabajo”, sin descartar extender el conflicto a Irán, para acabar de una vez con el régimen de los ayatolás y su programa nuclear, relanzado después de que el propio Trump denunciara unilateralmente el acuerdo (JCPOA) negociado en tiempos de Obama. Con Rusia, China, Corea del Norte, India, Pakistán, Israel y quizás pronto Irán, el peligro nuclear crece en el mundo y Trump lo aumenta al anunciar su intención de reanudar las pruebas nucleares terrestres (y no en laboratorio), que prohibe el Nuclear Test Ban Treaty de 1996. Crucemos los dedos.

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